Al finalizar las clases, nos dirigimos hacia la cafetería que está casi vacía. Elegimos una mesa junto a la ventana de vidrios coloridos que se reflejan en nuestros cuerpos a través de los rayos solares que la iluminan.
Ingrid se encuentra sentada al lado de Finn, lanzándole papelitos a Björk, quien se halla concentrado en su teléfono.
Sin embargo, mi vista se enfoca en el horizonte mientras me sumerjo en mis pensamientos, omitiendo lo que sucede alrededor.
—¿Por qué no invitas a tu jefa a la fiesta? —inquiere el pelirrojo, chasqueando los dedos frente a mi rostro.
El sorbo de jugo que acabo de ingerir cae sobre las manos de Ingrid. Ella suelta una blasfemia en danés, lanzándole una mirada asesina a Finn, mientras se limpia con brusquedad usando un par de servilletas.
—¡Maldita sea! ¿Por qué no lo haces tú? ¿Te gustaría intentarlo? —refunfuña, convirtiendo el papel en una bolita—. Supongo que el sexo te ha disecado las pocas neuronas que te quedaban. —Sonríe con ironía—. Otro comentario estúpido y ya verás.
Ruedo los ojos, la pelinegra solo amenaza, pero nunca actúa. De hecho, podría afirmar que fastidia por igual a los dos, dejándome a un lado.
—No lo haré —decreto, dándole un mordisco al emparedado—. Además, sé que tampoco me aceptará. Es una completa testaruda, maniática y amargada.
El pelirrojo me observa con extrañeza, sabe que me estoy contradiciendo.
—¿Te gusta? —pregunta con tono vacilante.
Los tres enfocan su atención en mí, anhelando que confiese mis verdaderos sentimientos, pero solo reciben una intimidante mirada. Sí tan solo supieran lo que pienso en estos momentos…
Desearía que el tiempo transcurriera rápido para marcharme al trabajo. Aunque, no son ansias por laborar, sino por disfrutar de su compañía, esa ha sido la medicina que reduce el estrés universitario.
A pesar del temperamento del demonio que posee, ella tiene algo especial que se ha convertido en mi debilidad.
—¡Claro que no! —rechisto, sintiendo mis mejillas arder—. Es linda… aunque no llama mi atención en lo absoluto.
Los iris azules de Finn me expresan que se trata de una mentira bien estructurada, pero poco creíble.
—Deberías estudiar teatro en vez de psicología —puntualiza, mordiendo la pajilla—. Eres un buen actor.
—¿Y qué hay de ti? —Ingrid lo apunta con la cuchara—. Considero que podría ser sexología o infidelidades. ¡Irlandés rompecorazones! —Recuesta su cabeza en el hombro de él—. Por cierto, ¿ya has invitado a media universidad?
Él se burla de la pelinegra.
—Sí, ¿y? —contesta, jugueteando con mechón de su cabello rojizo—. No desaprovecho las oportunidades como otros.—Le hace señas a Björk en mi dirección—. A pesar de que nieguen su amor, las facciones lo delatan.
Suelto un gruñido, mostrándole el dedo del medio.
—¿Eres sordo? ¿O sufres de amnesia? —espeto, rebuscando el teléfono dentro del bolso—. La respuesta siempre será no.
—Ya lo veremos. —Me reta con la mirada—. ¿O prefieres invitar a Bella? —Relame sus labios—. Se nota por encima que está necesitada de un buen polvo…
Ingrid le da un codazo.
—¡Cállate! —profiere, dedicándole una mueca de asco—. Sabes que rezo a diario, esperando que el karma te pase factura. —Suspira con exasperación—. Disfrutaré el día que te enamores, pero no seas correspondido. Y así aprenderás que con los sentimientos de las personas no se juega.
Eso ha sido un golpe bajo; sin embargo, sus comentarios solo le causan gracia.
—Por supuesto que le comentaré a Bella —respondo con determinación—. Nos vemos la próxima semana. —Me levanto, tomando mi mochila—. ¡Suerte señor rompecorazones!
—¡Sandro, ¡espera! —Se dirige en mi dirección, sacando algo de su bolsillo—. Lo necesitarás.
Cuando observo lo que me ha entregado, es un broche que representa un trébol de cuatro hojas.
—¿Es en serio? —refuto, apretando los puños—. ¡Me las pagarás duende irlandés!
—¡Éxitos! —Me golpea el brazo.
La escandalosa risa de Ingrid se escucha en todo el establecimiento. Björk coloca el teléfono sobre la mesa, bostezando para luego levantarse.
—¿Esperarás a Jesper o te irás conmigo? —cuestiona él, guardando sus cosas.
—Mi hermano tiene el auto en el taller —aclaro, recordando que esta mañana me vine en autobús—. Lo más probable es que se vaya con sus amigos.
—Perfecto —dice, pasando una mano por su cabello rubio—. Ingrid te recuerdas de ir en la noche.
Abandonamos la cafetería, avanzando hacia el estacionamiento y como la ruta que él toma hasta su trabajo es la misma donde está la librería, solo debo caminar una cuadra.
Decido romper el incómodo silencio que nos invade, pidiéndole consejos.
—¿Qué opinas? —cuestiono, mirándolo de reojo—. ¿Debería intentarlo? Quiero decir… invitarla a la fiesta.
¡Maldición, Dagny! ¿Qué me estás haciendo?
Björk me observa a través de sus lentes con aumento.
—Eso lo decides tú —murmura con su voz ronca—, si piensas que ella es la persona indicada, entonces hazlo.
—Haré el intento —susurro, sintiendo una extraña sensación dentro de mí—. No creo que sea tan difícil. —Coloco un dedo sobre mi labio inferior—. Aplicaré su estrategia y aceptará.
—¿Estás seguro? —indaga, no muy satisfecho con mi respuesta—. Es más factible manipularte a ti que viceversa.
Me rasco la nuca, ese es un punto a su favor.
—No lo sé —comento, sin atreverme a darle la razón—. ¿Por qué lo dices?
Conozco la respuesta, pero quisiera escuchar su opinión. Björk siempre se ha caracterizado por su frialdad, al igual que Dagny, es una persona de pocas palabras, pero directo. Siendo Finn el menos serio del grupo.
Me acomodo en el asiento de copiloto, cerrando la puerta con suavidad y él se dirige hacia el puesto de conductor.
—¿Recuerdas el día de su llamada? Cuando íbamos a realizar el trabajo de antropología. —Se mira en el espejo retrovisor—. El nerviosismo te hacía hablar incoherencias. —Pone el vehículo en marcha—. En ese instante, nos dimos cuenta de que te gusta esa chica, sin importar que lo niegues.