Entre Tu Mundo y el Mío

✨ Capítulo 9

Capítulo 9
Lealtades con grietas

Sair

Camila Aranda estaba sentada en las gradas exteriores del gimnasio, comiéndose una barra de cereal cuando me senté a su lado, sin pedir permiso.

—¿Tienes un minuto? —pregunte.

Camila lo miró, algo sorprendida.
No era como si fueran amigos.
Ni siquiera hablaban, más allá de saludarse en eventos o cruzarse en clase.

—Depende —dijo ella, alzando una ceja—. ¿Vas a pedirme que me sume al club de debate o algo así?
—No. Solo una pregunta.

gire hacia ella, serio.
Camila supo de inmediato que venía por eso.
No por Miranya. Ni por el proyecto.
Por eso que Sofía había dicho que era “solo una conversación”.

—¿Fuiste tú quien le pidió a Miranya que hablara con Sofía? —pregunte, sin rodeos.

Camila guardó la envoltura de la barra.
Respiró hondo.

—Sí. Le dije que Sofía quería hablar con ella.
—¿Por qué?
—Porque Sofía me lo pidió.

Silencio.
El tipo de silencio que pone presión.

aprete la mandíbula.
—¿Le dijo algo?
—No me contó los detalles. Pero... —Camila lo miró de reojo—. No parecía feliz al salir. Ni asustada. Solo más cerrada. Más dura. Como si algo se hubiera roto antes de formarse.

Él bajó la mirada.
—¿Por qué haces todo lo que Sofía te pide?
—Porque es mi amiga.
—¿O porque no sabes cómo dejar de serlo sin que te borre?

Camila no respondió.
No porque no tuviera palabras, sino porque le dolió la precisión de la pregunta.

—¿Te gusta ella? —preguntó Camila, sin mirarlo.
—No sé todavía. Pero cuando estoy con ella, todo el ruido se apaga.
—Y eso… no pasa con Sofía, ¿cierto?

Sair se encogió de hombros.
—Con Sofía, el ruido es todo.

Camila lo miró, más seria de lo que él esperaba.
—Ten cuidado. A Sofía no le gusta perder. Y lo tuyo con ella puede estar terminado, pero ella no ha cerrado la puerta. Solo la tiene entreabierta... por si acaso.

Sair asintió.
No dijo gracias.
No prometió nada.
Pero algo cambió en su expresión.

Se levantó.
Y antes de irse, solo dijo:
—Si vuelve a acercarse a Miranya con ese tono... no me voy a quedar callado.

Y se fue.
Sin rabia.
Sin gritos.
Solo con una determinación silenciosa que no le había mostrado a nadie.

Camila se quedó sentada.
Por primera vez en años, no supo si estaba del lado correcto de la historia. Y eso, en el mundo de Sofía, podía costarte el lugar.

**************

Sair

espere fuera de la biblioteca, como otras veces.
Solo que esta vez no llevaba cuaderno.
Ni post-its.
Ni excusas.

Solo a sí mismo, con una pregunta entre los dientes.

Cuando la vi salir, caminando sola como siempre, supe que algo había cambiado.
No me vio primero.
No me saludó.
Ni siquiera se sorprendió de encontrarme allí.

—¿Podemos hablar? —dije, bajando la voz.

Miranya me miró.
No con rabia.
Pero sí con una calma demasiado controlada.

—Ya lo hicimos. Lo del proyecto está bastante claro.
—No vengo por el proyecto.
—Entonces no sé si deberías estar aquí.

Silencio.
trague saliva.

—Me enteré de que hablaste con Sofía.
—Sí.
—¿Y?
—Y nada. Me habló. Yo escuché. Ya está.

la mire, buscando una fisura, un gesto, una grieta en esa pared nueva que no había estado antes.

—¿Te dijo algo que te hizo alejarte de mí?
—No necesito que nadie me diga nada para tomar distancia, Sair. A veces una sola conversación basta para ver con más claridad.

Baje la mirada.
sentí una punzada.
No de ego.
De pérdida.

—¿Y qué viste más claro? —preguntó con sinceridad.

Miranya suspiró.

—Que tu mundo y el mío no funcionan igual. Que para ti todo es más fácil de decir. De nombrar. De acercarte.
—¿Y eso está mal?
—No. Pero a veces... asfixia. Yo no tengo a nadie cubriéndome las espaldas. No tengo redes si me caigo. Tú sí.
—Yo no soy como ellos.
—No. Pero ellos te escuchan. Y te siguen. Y cuando se cansen de mí, tú podrás volver a ser Sair Montenegro sin consecuencias. Yo no.

di un paso más cerca.
No la toque.
Solo la mire, con una expresión más vulnerable de lo que me habría gustado.

—Yo no me voy a ir.
—A veces no hace falta que alguien se vaya para que algo se rompa. A veces solo basta con quedarse callado en el momento equivocado.

no supe qué decir.
Y ese fue el momento equivocado.

Esa misma tarde, en la plataforma de entrega del proyecto, Miranya solicitó el cambio de compañero para la exposición final.

No me explicó por qué.
Solo lo hizo.
Como quien decide no volver a cruzar un puente que ya empezó a crujir.

Lo supe al leer la notificación en mi correo, no me enoje.
cerre la pantalla.
Y me quedó en silencio.

Sintiendo, por primera vez, lo que era estar del otro lado de un adiós que no se dice…
Solo se hace.




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