Entre Tu Mundo y el Mío

✨ Capítulo 10

Todo lo que no dije

Miranya

Cuando se alejó de Sair en el pasillo, no fui a clase.
Camine sin rumbo por los corredores menos transitados, hasta que termine en el baño del segundo piso, ese donde las luces siempre parpadeaban y nadie quería entrar.

Se encerró en el cubículo del fondo.
Y por unos minutos, simplemente… respiró.

Ni una lágrima.
Ni un suspiro largo.
Solo respiraciones cortas, contenidas.
Como si soltar el aire demasiado fuerte pudiera hacer que todo se desmoronara.

Lo peor no era lo que Sofía le había dicho.
Lo peor era que una parte de mí ya lo sabía.
Que estaba en terreno prestado.
Que mirar a alguien como Sair Montenegro a los ojos —y que él me mirara de vuelta— no era parte de su mundo real.

No porque él no fuera sincero.
Sair había sido honesto.
Demasiado.
Y eso era justo lo que lo volvía peligroso.

Él era todo lo que yo no sabía manejar
afecto sin condiciones, atención sin propósito, ternura sin manual.

Y yo no confiaba en las cosas que llegaban sin pedir nada a cambio.
Porque en su vida, todo tenía un precio.
Y la única forma que conocía de no deberle nada a nadie… era alejarse antes de que el costo llegara.

Esa noche, mientras preparaba la solicitud del cambio de compañero, me quede mirando la pantalla mucho tiempo.
Escribía y borraba.
Volvía a escribir.

“Motivo: reorganización de cronogramas personales.”

Una mentira burocrática.
Fría.
Eficiente.
Justo como necesitaba que la vieran.

Cuando la envíe, me sentí peor.
No por la decisión.
Sino por el silencio en el que quedaba todo lo demás.

La forma en que él me había mirado.
La mano extendida sobre la mesa.
Las conversaciones que no sabían qué eran, pero que sonaban a algo que podría haber sido importante.

no llore.
Pero me permití cerrar los ojos y pensar en una sola frase que no me había atrevido a decirle a Sair:

“Yo también quería quedarme. Pero no sé cómo hacerlo sin romperme.”

Y entonces, como siempre hacía cuando no sabía qué hacer con lo que sentía, abrí mi libreta y escribo.
Esta vez, no era un verso.
Ni una idea suelta.

Solo una línea, escrita con tinta negra:

“Hay afectos que no hieren con gritos. Te raspan por dentro en silencio… y sonríen mientras lo hacen.”

Cerré la libreta.
Y seguí.
Porque eso era lo que Miranya Duarte sabía hacer mejor que nadie:
Seguir.

Incluso cuando algo por dentro me pedía quedarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.