Entre Tu Mundo y el Mío

✨ Capítulo 12

Leer entre líneas

Miranya

La biblioteca estaba casi vacía cuando entre.
No porque fuera tarde, sino porque llovía.
Me gustaban esos días.
Menos gente.
Menos ruido.
Más espacio para pensar.

No había decidido si lo leyera.
Pero igual fui.
Solo por si acaso.
Solo para ver si lo había dejado.

Y ahí estaba.
Sobre la tercera mesa del ala izquierda.
Donde solía sentarse.
Donde él solía poner su cuaderno como si eso fuera suficiente para que todo se arreglara.

Esta vez no era un cuaderno.
Era una carpeta sencilla.
Negra.
Con su nombre escrito a mano en la portada:

“Proyecto Montenegro – Versión final.”

No decía “nuestra”.
No decía “presentación conjunta”.
Solo su nombre.
Nada más.
Nada menos.

Lo tomé sin prisa.
Me senté.
y Abrí.

Y entonces empece a leer.

La introducción era distinta.
Ya no era formal.
No comenzaba con definiciones.
Comenzaba con una pregunta:

“¿Qué pasa cuando las estructuras familiares no se parecen a las que aparecen en los libros de negocios, pero aun así crean cosas que sostienen a otros?”

Y luego:

“Este proyecto busca explorar eso. No desde la teoría. Desde las personas.”

pase página tras página.
Las referencias eran correctas.
La información bien planteada.
Pero eso no era lo que me detenía.

Eran las notas al margen.
Pequeñas frases entre líneas.
Anotaciones que no estaban dirigidas a la profesora.

¿Estaban dirigidas a mí?

“Esto me hizo pensar en lo que dijiste sobre sostener sin recibir.
Nunca lo había entendido del todo.”

“¿Te acordás de aquella conversación sobre las decisiones invisibles? Esta parte está inspirada en eso.”

“Si alguna vez volvemos a hablar, quiero contarte más sobre este autor. Creo que a ti sí te gustaría.”

Y luego, al final, antes del cierre del documento, un párrafo subrayado:

“Las personas también son sistemas. Algunos están diseñados para resistir el peso. Otros para evitarlo. Y unos pocos… para aprender a sostenerse sin herir.”

cerre la carpeta.
No porque hubiera terminado.
Sino porque algo me apretaba el pecho de una forma difícil de explicar.

No llore.
Pero baje la mirada.
Y me quede ahí, con la carpeta cerrada entre las manos.

Como quien sostiene algo frágil.
Como quien sabe que lo que tiene en las manos… ya no es solo un trabajo.

Cuando me levante, no deje la carpeta.
La guarde en mi mochila.
Sin decidir aún qué haría.
Sin decidir si volvería a hablarle.

Pero sí sabiendo algo:
él no era el mismo.
Y quizá…
yo tampoco.




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