Entre Tu Mundo y el Mío

✨Capítulo 13

Lo que se rompe en silencio
Sofía

No era de las que lloraban por un cambio de pareja en un trabajo.
Ella no se rebajaba a eso.
Tenía otros recursos.
Otros nombres.
Otras formas de defender lo que le pertenecía.

O lo que creía que le pertenecía.

Había notado el cambio.
Desde hacía semanas.

Primero, la forma en que Sair empezó a llegar más temprano a los entrenamientos.
Después, su silencio.
Las respuestas cortas.
Las excusas vagas para no acompañarla a los eventos.

Y luego, la frase que la dejó helada:

—No voy a ir a la cena del club este viernes. Tengo que trabajar algo… solo.

“Solo.”
No con ella.
No con nadie.
Solo.

Ese mismo día lo siguió.
No por paranoia.
Por instinto.

Lo vio dejar una carpeta en la biblioteca.
Y aunque no podía leer el contenido desde la distancia, sí reconoció esa actitud
la de alguien que estaba diciendo algo que importaba.

Más tarde, escuchó rumores.
Que Sair había pedido hacer la exposición final sin pareja.
Que no iría a la fiesta del rectorado.
Que había cambiado el tema del proyecto por completo.

Que parecía… otro.

Y eso fue lo que más la enfureció.
No que cambiara.
Sino que lo hiciera sin ella.

Sofía podía aceptar casi cualquier cosa.
Incluso que Sair se distrajera por un tiempo.
Pero no podía aceptar que él empezara a imaginar un futuro donde ella no estuviera incluida.

Eso no.
Porque entonces, ¿qué quedaba para ella?

Esa noche, abrió su carpeta privada en la computadora.
Buscó un documento titulado “Alianzas familiares estratégicas: Montenegro–Álvarez del Castillo”.
Era un resumen diplomático, uno de esos que los abogados de ambas familias habían preparado para “formalizar conversaciones futuras”.

Y lo envió.
Con un simple texto:

“Buenas noches. Creo que es momento de conversar sobre el rumbo de Sair.
Está actuando de forma muy distinta últimamente.
Y no sé si aún está comprometido con los planes que nuestras familias trazaron para él.”

Lo mandó directo al correo del padre de Sair.
Sin temblarle la mano.

No porque quisiera lastimarlo.
Sino porque no sabía cómo perder sin destruir algo a cambio.

Minutos después, miró su reflejo en el espejo.
Se veía perfecta.
Como siempre.
Pero no se sintió así.

Se sintió frágil disfrazada de impecable.
Como una figura de cristal encerrada en una vitrina de oro.
Linda, pero prisionera.

Y entonces se preguntó, por primera vez en mucho tiempo:

“¿Qué pasa si él se va… y yo no tengo idea de quién soy sin él?”

Pero no dejó que esa duda creciera.
Sofía no lloraba.
No dudaba.
Ella solo se adelantaba.

Aunque tuviera que prender fuego a algo para no quedarse sola en la oscuridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.