Entre tu & yo

3.

Capitulo 3: Me estoy volviendo loca.

Olivia sintió que el corazón le latía con fuerza, pero no podía—no iba a—dejar que Edward la viera temblar. Así que, en un arrebato de pura adrenalina, soltó una carcajada.

Una risa alta, genuina… pero completamente alimentada por el pánico.

—¿Me llevarás al infierno tú? —se burló entre risas, sacudiendo la cabeza como si la idea fuera ridícula—. Por favor, Valverde, los tipos como tú dan risa...

Edward entrecerró los ojos. Algo en su expresión cambió, como si la insolencia de Olivia lo estuviera volviendo loco. Su boca se curvó en una sonrisa torcida, una risa grave y cínica escapó de sus labios.

Sin previo aviso, alzó la mano y deslizó el pulgar lentamente desde la nariz de Olivia hasta la comisura de su boca, acompañando el gesto con un suave —"shhh…".

La risa de Olivia se cortó de golpe.

Sus músculos se tensaron, la piel le ardía justo donde Edward la había tocado. Su mente gritaba que se moviera, que lo apartara de un manotazo, pero su cuerpo no reaccionaba.

Edward continuó el recorrido, trazando un camino descendente con su pulgar por su mentón, luego por su cuello, y finalmente se detuvo cerca del primer botón de su camisa. Olivia sintió la quemazón de su toque a pesar de la tela, su respiración atrapada en su garganta.

Intentó decir algo. Lo que fuera. Pero nada salió de su boca.

Entonces, el timbre sonó.

Edward la soltó con calma, como si nada hubiera pasado. Dio un paso atrás, metió las manos en los bolsillos y le guiñó un ojo con una arrogancia letal.

Y se marchó.

Olivia parpadeó, sintiendo que volvía a respirar. Su cuerpo estaba helado, pero a la vez, algo en su interior ardía. ¿Qué diablos había sido eso?

—¿Olivia?

Lucía apareció corriendo desde el aula, mirándola con el ceño fruncido.

—¿Estás bien?

Olivia no respondió. Ni siquiera la había escuchado. Seguía paralizada, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.

—¡Olivia! —Lucía la sacudió levemente del brazo.

Ella reaccionó de golpe, tragó saliva y asintió rápido.

—Sí, sí… estoy bien. Solo estoy muy cabreada.

Lucía la observó con sospecha.

—Cabreada… —repitió con duda—. Estás ida. Sudando con el frío que hace… Creo que se te subió la presión. ¿Quieres que vayamos a la enfermería?

—¿Qué? No. ¿Para qué? Estoy bien —se apresuró a responder Olivia.

Lucía iba a insistir, pero en ese momento Ainara y Pilar llegaron hasta ellas, casi saltando de emoción.

—¡Oliii, eres una amiga estupenda! —exclamó Pilar—. Escuchamos que le has dado un guantazo al idiota de Valverde en la nariz. ¡Eres nuestra ídola!

Lucía sonrió.

—Debió dolerle un montón porque está hecho una fiera. Ese perro asqueroso se merece todo lo malo.

Ainara suspiró.

—Lo malo es que la profesora no te cambió de grupo. Vas a reprobar, es seguro.

Olivia se llevó una mano a la cara y exhaló con frustración.

—Joder… No puedo reprobar. Necesito un puntaje alto, quiero entrar a una buena universidad.

Lucía le pasó un brazo por los hombros, tratando de consolarla. Pero, en cuanto la acercó, frunció el ceño y olfateó el aire de manera extraña.

—Juro que tienes impregnado el perfume de Edward…

El estómago de Olivia se encogió.

—¿Qué? Tonterías. Ya estás imaginándotelo por todos lados.

Ainara y Pilar se acercaron aún más, inclinándose hacia ella.

—Pues… sí, hueles a él, ese es su perfume —confirmó Pilar.

Olivia sintió que la sangre se le iba a los pies.

—Debe ser por sentarme cerca de él —dijo rápido, con una mueca de asco—. Ya me ha pegado su peste… qué asco.

Las palabras hicieron reír a Pilar, y Lucía y Ainara bajaron la guardia, dejando pasar el tema.

Desde el fondo del pasillo, una voz masculina gritó:

—¡Chicas, venga ya! Tenemos que cambiarnos, hay competencia de natación.

Pilar y Ainara chillaron de emoción.

—¡Siiiii! Veremos a los chicos sin camiseta, ¡qué genial!

Lucía, en cambio, frunció el ceño.

—No quiero ir. No quiero ver a Edward. ¿Por qué han puesto esa clase mixta?

El pecho de Olivia se contrajo de golpe.

—¿Edward… estará ahí?

De pronto, sintió que le faltaba el aire.

Pilar le respondió sin notar su reacción.

—El profesor Torres está de baja por paternidad, y la profesora Espinoza unió su clase con la nuestra.

—Qué mala suerte… —murmuró Olivia, sintiendo cómo la realidad la golpeaba.

Se iba a cruzar con Edward otra vez.

Y ahora… en el agua.

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Las chicas ya estaban listas, sus trajes de baño ajustados y las gorras de natación en su lugar. Pero Olivia… seguía con el uniforme puesto, inmóvil, como si el simple hecho de cambiarse fuera un castigo divino.

—¡Oliii, apúrate ya! —Pilar le agitó las manos en el aire—. No te queda tiempo.

Olivia tragó saliva. Su corazón latía rápido.

Lucía se acercó y le puso una mano en el hombro.

—La evaluación de hoy es importante. Sé que no te gusta que los chicos te vean en traje de baño, pero no te preocupes. No pienses en eso, todo estará bien.

Olivia asintió, aunque su nerviosismo era evidente. Sacó su traje de baño con dedos temblorosos y se fue al vestidor sin decir nada.

En cuanto desapareció, Pilar frunció el ceño.

—¿Pero qué le pasa? Tiene un cuerpazo. ¿Por qué se avergüenza?

Lucía suspiró.

—Olivia nunca ha tenido novio, ya saben cómo es… un poco quedada. Ni siquiera lo ha hecho.

Ainara levantó una ceja, interesada.

— ¿que? ¿Aun es virgen?

Pilar cuestiono con asombro.

—Si, que pesar...

Lucía confirmo.

—Por eso decían que le gustan las chicas. ¿Será verdad?

Ainara levantó una ceja, interesada.

Lucía negó con la cabeza.

—No, qué va. A Olivia sí le gustan los chicos… Bueno, eso creo.




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