Entre tu & yo

16.

Capítulo 16: Sólo tú

El parque estaba casi vacío, la tarde comenzaba a dar paso a la noche, y una brisa fría acariciaba la piel de Ares mientras caminaba hacia el lugar que había acordado con Lucía. No sabía qué esperar, pero sentía que la tensión entre ellos iba a explotar de una vez por todas.

Cuando la vio, todo se paralizó. Lucía estaba de pie, esperando, con los ojos brillando con una mezcla de tristeza y frustración. Ella lo vio y, antes de que él pudiera decir una palabra, corrió hacia él, abrazándolo de inmediato y besándolo con desesperación.

—Ares… —susurró contra sus labios—. Estoy tan mal… Mi vida es un caos. Sólo tú me das paz, solo tú… No puedo más, no quiero pensar, no quiero sentir nada más.

Sus manos comenzaron a moverse rápidamente, buscando despojarlo de su ropa, como si quisiera perderse en él, huir de la realidad. Pero Ares la detuvo con firmeza, apartando sus manos.

—Lucía, basta —dijo con voz grave—. Esto no está bien. Siempre decimos que vamos a parar, pero terminamos siempre igual, enredados, lastimados. ¿Por qué lo haces?

Lucía lo miró, confundida y herida, y fue entonces cuando Ares levantó la voz, su enojo y desesperación acumulados explotando en sus palabras.

—¡¿Por qué lo haces tú?! —le gritó lucía

—. ¡Estás haciendo bullying a mi hermana, Lucía! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Qué diablos está pasando?!

Lucía se quedó en silencio, un leve temblor recorrió su cuerpo. Su mirada se desvió, y Ares la observó con ojos ardientes de furia y dolor.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella, intentando ocultar el miedo.

—¡A Olivia! —respondió Ares, su voz rota por la rabia—. La estás haciendo pedazos, Lucía. Vi los moretones que tiene, ¡y sé que tú estás detrás de todo esto! ¿Qué te pasa? ¡Mi hermana no merece esto! No te lo voy a permitir.

Lucía se quedó inmóvil, incapaz de mirar a los ojos a Ares, mientras él seguía sin poder controlar la ira que lo consumía.

—Ella no es la víctima aquí —dijo Lucía, con voz fría, como si ya estuviera harta de todo—. ¡Olivia está saliendo con Edward! ¿No lo ves? Me traicionó. Se fue con él, y ahora actúa como si fuera una santa. Ya no es mi amiga, Ares. No lo es.

Ares la miró con incredulidad. Sus palabras le dolieron, como si una daga invisible le atravesara el pecho.

— No me importa si está con Edward. Pero lo que estás haciendo no tiene perdón. ¡No te estoy diciendo que ella sea perfecta! Pero tú… ¡tú no eres mejor!

El viento parecía detenerse por un segundo, y Lucía, con los ojos hinchados de lágrimas, no pudo soportarlo más. Se dejó caer al suelo, abrazándose las rodillas, mientras los sollozos salían de su garganta, como si por fin se dejara caer en su propio caos.

Ares la miró desde donde estaba, el corazón hecho pedazos, sin saber si acercarse o quedarse allí, sin saber cómo arreglar algo que parecía imposible de solucionar.

—¡Ya para por favor! —musito Ares, incapaz de contener las lágrimas que amenazaban con salir. El amor por Lucía lo ahogaba, y ver cómo ella misma se destruía lo destrozaba. La amaba, pero no podía permitir que siguiera dañando a su hermana.

Lucía, entre sollozos, lo miró por un instante, antes de bajar la mirada.

—Lo siento… —musitó, pero su voz era tan baja que casi ni se escuchaba.

—¿Lo sientes? —Ares avanzó hacia ella, furioso—. ¡¿De verdad lo sientes?! ¿Después de todo lo que has hecho? ¡¿Después de golpearla y humillarla?!

Lucía cerró los ojos con fuerza, dejando que las lágrimas siguieran cayendo sin control. Ya no podía ocultarlo más. Se sentía completamente perdida, como si el mundo entero se le hubiera caído encima.

—No sé qué hacer… No sé cómo salir de esto —dijo entre sollozos—. Todo está fuera de control. Mi familia… Mi vida… Es como si todo se estuviera derrumbando, Ares. Estoy sola.

Ares la miró, su corazón apretado, y por un segundo se sintió abrumado por la tristeza que los rodeaba. Ella, tan fuerte, tan segura, ahora completamente rota, y él, tan perdido en su amor por ella, tan incapaz de hacerla ver la verdad.

—Lucía… —dijo, con la voz quebrada—. Yo te quiero. Pero esto no está bien. Tú no eres así. No sigas arrastrando a Olivia en tu tormenta. Ella no tiene la culpa de tus errores.

Lucía levantó la vista, pero en su rostro ya no había rabia, sólo vacío.

—Olivia me traicionó, vivía su romance secreto con mi ex. —dijo entre lágrimas, su voz llena de dolor.

Ares se quedó en silencio, observándola. El aire entre ellos se tensó aún más, como si una muralla invisible los separara, aunque estuvieran tan cerca.

—Igual que tú vivías tu aventura secreta conmigo. Pero sabes que se acabó. No seguiré arriesgándome por ti, no lo mereces. —Ares dijo, la voz llena de desesperanza, casi como si se estuviera despidiendo de todo lo que había sido entre ellos.

Lucía no respondió. Se quedó allí, tirada en el suelo, cubierta por sus propias lágrimas, mientras Ares la observaba, roto por dentro. El amor que sentía por ella lo hacía querer abrazarla y salvarla, pero también lo destrozaba. Ya no sabía qué hacer, qué decir.

Finalmente, Ares se dio media vuelta, dispuesto a irse. Pero al dar el primer paso, algo dentro de él se rompió. Golpeó un árbol cercano con su puño, como si quisiera liberar su dolor de alguna manera.

—¡Mierda! —gritó, su rabia desbordándose—. ¿Por qué lo haces, Lucía? ¿Por qué te destruyes así?

Pero Lucía ni siquiera levantó la vista.

Ares se quedó en silencio por un momento, mirando su reflejo en el árbol, sabiendo que nada de lo que dijera cambiaría lo que ya había pasado. Sin embargo, lo único que sentía era que no podía alejarse de ella, no podía dejarla así, rota, sola, sin ningún tipo de rumbo.

Pero tampoco podía permitir que siguiera dañando a su hermana. Algo dentro de él le decía que lo que quedaba entre él y Lucía era demasiado complicado, pero también demasiado valioso para perderlo todo.




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