Entrelazados

Tres

Capítulo tres.

3

Él estuvo aquí.

Lo se porque lo sentí, sentí su calidez en algún punto de la noche, él nunca se fue solo se alejo de mi con una excusa.

Miro mi alrededor hasta ver mi ropa, alguien me cambio, el conjunto de pijama que tengo nunca antes lo había visto o usado en mi vida.

Miró nuevamente mi alrededor, la puerta se abre llamando mi atención viendo a Amelia entrar por la puerta.

 

— ¿Kellen no a llegado?.

 

Ella niega,— Él… llega en una hora.— esa excusa es buena debo de admitirlo, ¿por qué me mienten?.

 

— Dime la verdad…

 

Pido, mi vista se nubla por las lágrimas que quieren salir de mis ojos parpadeo evitando a que salgan pero es imposible, ruedan por mis mejillas sin control alguno, siento como ella trata de tranquilizarme pero eso es imposible.

 

— ¿Por qué me mienten…

 

Mis sollozos me hacen callarme cuando no puedo seguir hablando, escondo mi rostro entre mis brazos, me duele tanto el que él me mienta y me aparte.

 

— Calla niña él no te debe escuchar…

 

Un gruñido se escucha pero no le doy importancia, el aroma que solo él transmite llega a mis fosas nasales alertandome que esta en la habitación pero, no lo miro mi Omega y yo estamos dañadas.

 

— Afuera.

 

Escucho el sonido que los tacones de Amelia hacen al caminar, y luego el sonido de la puerta cerrarse escucho sus pasos acercarse hacia donde estoy, siento como su cálida mano se posa en mi espalda y me remuevo alejándome.

 

— No.— escondo aún más mi rostro entre mis manos, siento como se hunde la cama sintiendo su calor envolverme tratando de doblegarme por el tentador olor de testosterona pura pero, niego.

 

— Adara…

 

— No.

 

— Hice eso por una buena razón.— alzo mi rostro sacándolo de entre mis manos, secó algunas lágrimas que salen y frunzo mi entrecejo.

 

— Cual era.— veo como vacila y le doy la espalda cuando no dice nada,— Si no tienes nada que decir prefiero estar sola.

 

— Omega mia,— niego siento como toca mi hombro calentandome con su tacto,— no quería causarte daño o que te avergonzaras. Ayer mi lobo comenzó a actuar sádicamente y no quería salirme de control y causarte daño.— escuchó cada una de sus palabras avergonzandome cada que sale una palabra de su boca, volteo mi rostro mirándolo.

 

Mis mejillas están rojas, vergüenza, pura vergüenza me recorre.

Cómo pudimos ser tan tontas.

Me acuesto en la cama abrazando mis piernas contra mi pecho en posición fetal, mis pies tiemblan por el nerviosismo que comienza a recorrerme por mi actitud de siempre pensar en lo peor, el solo me quería proteger.

 

— Pense que era mejor decirte otra cosa a decirte eso, no quería que te alejaras de mi por miedo.

 

— L-l-lo s-siento.— tartamudeo, cierro mis ojos suspirando profundamente.

 

Siento su calor envolverme cuando sus brazos envuelven mi pequeña cintura, en toda la noche nunca pude dormir me la pase llorando y pensando en que había hecho mal, o si lo había ofendido con algún gesto mío.

Ahora que sé que es el Alpha de Alphas debo de comportarme diferente, no puedo ofender ni hacer algo que él no me pida.

 

— Ya te he mencionado que no necesitas decir eso.

 

[…]

 

Miro mi nuevo vestido, color turquesa, cae sobre mis muslos hasta llegar por encima de mis rodillas, veo las zapatillas que tengo puestas que combinan con el hermoso vestido, caminó al lado de Amelia desde la mañana que Kellen había desaparecido dejándome sola.

Íbamos camino a una cita del té donde no solo estaría Amelia y yo, no, estarían algunas de las otras chicas que había visto ayer en el comedor.

Los nervios estaban atacandome no sabía que podría pasar, sería como su presa si me dejara sola Amelia, su presa, mis manos sudan mientras seguimos caminando hacia el jardín, nunca antes había estado en un jardín trasero, y he visto por las ventanas las flores, las macetas llenas de diferentes plantas, los árboles y la demás vegetación.

 

— No te pongas nerviosa al entrar, algunas de ellas se divierten con las nuevas que llegan pero contigo es diferente al ser su reina, Kellen les dio a informar a cada uno de esta casa que eras suya, de su propiedad. Su reina.— dice lo último con más emoción, uno de los guardias que resguardan la puerta nos da paso abriendo la puerta dejando que el sol nos ilumine.




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