Capítulo ocho.
8
Camino algo incómoda por la marca de Kellen en mi cuello, Amelia me ha estado esperando pero no tengo la suficiente energía como para caminar rápido o correr siento que en cualquier segundo caería en bruces al piso.
— Una hora Adara...
— Lo siento, no me siento bien es todo.— camina hacia mí con preocupación, me examina y toca mi frente.
— Tienes fiebre, ¿que sucedió?.
— No sé, creo que Kellen sabrá que sucedió ¿no?.— mira la marca que cubría con una pequeña tela alrededor de mi cuello, abre los ojos asustada y pasa sus dedos por la marca jadeo adolorida sintiendo un leve ardor.
— Él hizo eso, — asiento,— ¡diosa luna!. Llévenla a su cuarto y llamen a Kellen necesito hablar con él.— unos betas me agarran con delicadeza, pierdo los sentidos sintiéndome débil.
Abro los ojos levemente y solo siento como me cargan llevándome hacia el cuarto de Kellen.
Siento como me ponen en la suave cama, y me acomodan con cuidado.
Cierro mis ojos queriendo dormir, el frío cala en mis huesos y la oscuridad a mi alrededor comienza a ser más notoria, mi cabeza duele como si alguien me estuviera golpeando.
[...]
— ¡Maldita sea! lo sé madre, lo se. — escucho lejanamente, es Kellen la voz por su temperamento se vuelve más ronca cada vez que su enojo incrementa.
— Y si lo sabías porque lo hiciste, ¡eres igual a tu padre!.— escuchó un golpe, y luego pasos. Abro levemente mis ojos observando mi alrededor con pesadez, siento mi garganta seca y un frío sudor.
— Maldita sea...
— Te lo dije.— murmuró débilmente. Aparece en mi vista la desesperación en sus ojos hace que ría pero paro al sentir mi cuerpo doler por eso.
— Es bueno saber que ya estas despierta.— sonríe amenamente.
— ¿Por qué lo hiciste?.— masculló.
— No quería que siguieras con esa inseguridad de saber si eres solo tu o hay otras, eres mi entrelazada. Estamos unidos por la diosa Luna, yo nunca sería tan estúpido como para ir por donde sea y deshonrar a mi pareja con cualquier mojigata que se atraviesa.— soba mi mejilla calentandome, cierro mis ojos sintiendo esa caricia con más profundidad como si fuera lo mejor de la vida.
— Puedo morir, ¿lo sabías?.
Lo miro, su intensa y verde mirada me miran con profundidad helandome más que los escalofríos continuos que pasan por mi cuerpo.
— ¿Quieres hacerlo?.— alza una ceja juguetonamente, frunzo mi ceño levemente.
— Hacer ¿que?.
— Ya sabes...
— No, no se.
— Hagamos el amor.— niego levemente asustada por eso,— Vamos es la única forma de poder hacer que te mejores.— cierra la puerta con seguro y gira con una sonrisa en su rostro.
— Kellen...
— No estás en tu celo, si no quieres cachorros aún es el momento indicado aparte podemos hacerlo aún más veces.— entrecierro mis ojos.
— Estoy enferma.
— Eso solo va a pasar si no hago nada.
— P-pero...
— Dime la razón verdadera.— se cruza de brazos.
— No se que es eso, y no se hacer eso.— se sienta a mi lado.
— Oh, no te preocupes aprenderemos juntos.— le golpeó la pierna con todas mis fuerzas.
— Quieres que te recuerde porque empezó esto.
— Bueno, sabes te has vuelto más liberal en ese mes que te quedaste en una cabaña lejos de mi.
Entrecierro los ojos, niego haciéndome a un lado tratando de no exceder mis energías. Siento como se mete a la cama y me abraza me acomodo a él sintiéndome mejor por su tacto.
— Leí mucho y conviví con esas chicas que aseguraban mi vida.