Epílogo de la reconstrucción

Capítulo I

El sol estaba perdiendo su luz del día, pero el cielo seguía igual de resplandeciente. A través de la ventana, todo ese hermoso paisaje se apreciaba.

El silencio era el dominante, el único sonido era el canto de los pájaros que lentamente se iban durmiendo, dejando de cantar. Un sonido menor en éste momento eran las hojas del libro que leía, cada página que pasaba el sonido se repetía.

En este momento, solo agradecía la soledad, esperaba que ella llegara tarde o algo le pasara. El caos nunca es suficiente con esa mujer.
Si trae a alguien, no quiero darle un beso, fingiendo que verdaderamente la amo. Mis ojos reflejan lo que mi alma quiere decir, y cualquiera se daría cuenta de nuestra horrible relación.

Marqué la página del libro, y lo cerré, para luego levantarme del sofá. Tenía pensado tocar piano o guitarra, pero con la mano vendada era un poco incómodo. Así que, decidí ir a ducharme.

Siempre caminaba lento por la casa, una manera de decirme que todo estaría bien si soy paciente.

Cuando entré al baño, me despojé de mi ropa, y me coloqué bajo esa pequeña lluvia artificial de agua helada. Ni una gota cálida, todo era frío. Me hizo acordar cuando mi madre me obligaba a mojarme bajo la lluvia, incluso si era invierno. Y aunque no estoy con ella, vivo con una persona igual, parece que el sufrimiento me persiguió desde que llegué a este mundo. Sin encontrar la estrella de salvación en mí vida.

¿Por qué la vida tenía que ser tan sofocante?

Recordar cuando era un niño, y querer mudarme con mi hermana... los dos solos, sin maltratos, pero las buenas personas son asesinadas por el mal.
Y ahora que recuerdo, hoy es el cumpleaños de ella. ¿Cómo pude olvidarme?.
¿Te decepcionaste por no acordarme?... No me gustaría eso, sería uno de los peores momentos de mí vida.

Golpeé la pared con mi mano -Eso no importa ahora...- susurré a la nada, eran palabras para mí.

Salí de debajo del agua y me coloqué ropa limpia.
Al abrir la puerta escuché voces. Eran dos mujeres, la primera era Verónica, y eso significa ser cariñoso.
Mí cabeza golpeó la pared un par de veces. Y cuando reaccioné a lo que hacía, me detuve. A paso lento, bajé las escaleras.
Me intrigaba quién sería la joven que hablaba con ella, probablemente una vecina y amiga de ella, solo esperaba que fuera alguien amable.

Al llegar a la entrada de la cocina, me asomé. Y allí pude ver a la chica que hablaba de forma alegre, tenía una voz dulce y cálida. Una voz única y armoniosa, una melodía que me hacía sentir vivo de nuevo.

Su cabello, a pesar de ser negro como la oscuridad del mal, brillaba como el sol. Largo y ondulado, como la calma de las olas del mar.
Al estar de espaldas a mí, no lograba ver su cara, y sentía la necesidad de hacerlo. Así que, me acerqué a un modo de que Verónica pudiera verme y lo hizo.

-¡Cariño!- exclamó, mostrando su falsa felicidad al verme - Creí que no estabas.
Se acercó de una forma apresurada para darme un beso, el cual yo empecé y terminé. Odiaba hacer eso, pero de alguna manera, sus labios lograban seducirme.

- Tal vez ya reconozcas a Aria, mí amiga y nuestra vecina de la casa de enfrente- explicó señalandola con la mano y una sonrisa que no mostraba sentimientos.

- Un gusto en conocerla, soy Elek- la saludé ofreciéndole la mano, la cual aceptó para darnos un leve apretón.

- Igualmente, soy Aria- su labios se extendieron, formando una sonrisa que adornaba su rostro. Mientras el rubor se esparcía por sus mejillas.

Tenía unos ojos tan bellos como el cielo... No podía describir lo magnífico que era el color sus ojos: celestes, turquesa, azul... una combinación perfecta, era hipnotizante.
Y a pesar de que estábamos en junio, y era verano, su piel era pálida como la nieve, y hacía contraste con su cabello oscuro.
Los pensamientos que estaban pasando por mí cabeza fueron interrumpidos por su voz

-¿Qué le pasó a tu mano?- preguntó asombrada, para luego seguir diciendo - No es necesaria una respuesta si te sientes incómodo.

-Solo fue una quemadura- respondí lo más tranquilo que pude.

Pude ver como la cara de Verónica se tornaba sombría, mientras sus ojos no se alejaban de los míos y me lanzaba un beso al aire.

La tensión me abrazó por la espalda, y de un momento a otro me sumergí de nuevo en mis pensamientos.
El momento de ayer se clavaba como mil flechas en mí cabeza. Solo por no terminar un cigarro lo tuvo que apagar en la palma de mi mano, tanto dolor que sentí, pero cuando lo recuerdo, siento placer por mi castigo, siendo siempre la necesidad de destruirme por cada error, hasta ser perfecto, y sé que nunca voy a serlo.

Verónica... Te odio en muchas cosas, pero mentiría si digo que no te amo. Nunca pude desechar ese flechazo que alguna vez sentí por ti, pero estoy seguro de que este romance es solo perversión de los dos, me volviste masoquista, y yo sádica. Nos complementamos de una manera perfecta, tan perfecta que es detestable. Y así, solo queremos separarnos el uno del otro, aunque no podamos.

Un chasquido me desconcentró.
¿Tanto tiempo me quedé pensando?

-¿En qué piensas, cariño?- preguntó Verónica.

- Nada importante- mí voz "dulce" se hizo presente, no quería parecer un mal novio, pero prefería ser más amable con la joven que acababa de conocer. Parecía divertida, pero la diversión es solo para los que realmente amo. Y por ahora ya no hay nadie.

-¿A qué te dedicas?- preguntó repentinamente.

Debería estar hablando con Verónica, no conmigo.

- Soy músico- me limité a responder.

-¿Y que instrumento sabes tocar?

Insistente, curiosa y alegre, una persona perfecta, pero con defectos probablemente. Una hermosa chica.

-Piano principalmente y guitarra, si te gusta la música clásica tal vez me hayas visto tocar.

Y en uno de esos momentos conocí a Verónica, parecía una fanática completamente loca, que nunca pude sacarme de encima por obligación de mí madre.



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En el texto hay: drama, violecia, psicológico.

Editado: 10.07.2025

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