Equinox

CAPÍTULO UNO

 

«Hoy va a ser un gran día»  Me autoconvencí soltando un ligero suspiro, todavía observándome en el espejo con una leve sonrisa. Con mis dedos coloqué mi cabello detrás de mis orejas, viendo una vez más mi rostro hasta que mis ojos cayeron en la silla del cuarto.
Así como me acerqué, tomé mi chaqueta y entonces, dejé mi cuarto, lista para afrontar el día con ganas. Bajé las escaleras y dirigí mi paso hacia la cocina, tornándose lento al no escuchar nada o nadie.

«Nada de nada» Repitió mi mente al mismo tiempo que mi ceño se arrugó por el hecho.

—¡Felicidades! —gritó alguien de la nada. Mi mano viajó a mi pecho, asustándome. Rápidamente me abrazó con fuerza y dejó algunos besos por mi cabeza.

—Mamá —traté de liberarme, me abrazaba demasiado fuerte—. Mamá —repetí una vez más con firmeza. Ella me soltó, tomándome por los hombros, observándome con una sonrisa, llena de orgullo.

—Lo siento, cariño. No todos los días una hija cumple dieciocho años.

—Gracias, mamá —le sonreí—. De hecho —dije evitando el contacto visual  y comenzando a andar hacia la cocina. Ella me seguía—. De eso quería hablarte.

—¿De qué, cielo?

—Pues... —comencé a decir mientras me preparaba una taza de café—. Me gustaría salir de fiesta hoy con Louis —nada más decirlo, cubrí mi rostro con la taza.

—Evanora... —exhaló.

—¡Por favor! Sólo será un rato. Hoy —traté de convencerla—. A la una estaré en casa.

Ella me miró sin decir nada durante varios segundos, moviendo sus labios, dudosa. Yo fruncía levemente el ceño, intentando comprender su expresión de "todavía me lo estoy pensando" y esperando una respuesta.

—Está bien —rodó los ojos.

—¡Bien! —exclamé, alzándose mis talones con alegría.

—Pero a la una en casa. Te quiero puntual.

—Gracias mamá —dije con una amplia sonrisa, yendo hacia ella. Dejé un beso en su mejilla—. A la una en punto estaré en casa, lo prometo.

—Más te vale.

Sonreí una vez más, victoriosa. Esta noche, sería mi primera salida. Y lo mejor de todo, sería con Louis, mi mejor amigo. Le conozco prácticamente desde que tengo uso de razón. Él y yo, desde entonces, cuando se mudó, nos volvimos inseparables.

—Me voy a clase. Último día —dije con emoción. Tomé mi mochila y me dirigí hacia la puerta.

—Nora —escuché a mi madre. Me paré frente a la puerta y giré mi rostro hacia ella—. Si pasa algo, cualquier cosa durante el día de hoy... llámame cuanto antes.

—¿Por qué iba a pasar algo? —pregunté confusa, frunciendo el ceño.

—Tú sólo... hazlo —suspiró levemente—. ¿Me lo prometes?

—Sí —rodé los ojos. El ruido de un claxon hizo que me sobresaltara. Él había llegado—. Me voy, mamá. Louis ya está aquí —le sonreí justo antes de salir por la puerta.

Caminé hacia la calle, viendo a Louis dentro del coche. Al verme, él sonrió y yo hice lo mismo. Me subí al coche y, nada más hacerlo, él me dio un beso en la mejilla.

—Felicidades, Nora —sonrió ampliamente. Abrió la guantera y de ahí, sacó un pequeño paquete.

—¿Para mí?

—Pues claro, boba.

Le  sonreí, incapaz de esconder mi felicidad, y dirigí mis ojos hacia el regalo. Era pequeño, cuadrado. Deshice el papel de regalo y descubrí una cajita. Abrí esta y mi boca formó una 'O' al ver lo que era.

—Madre mía, Louis. Es... —suspiré—. Precioso —era un colgante, hermoso. Lo tomé, sacándolo de la cajita y lo observé. Era grande, parecía antiguo. Tenía algunos dibujos alrededor y en el centro había una piedra preciosa, blanca.

—Es piedra lunar —explicó—. Es un amuleto. Protege de las criaturas de la noche como... los hombres lobo.

—¿Todavía sigues con esas cosas? —dije girando mi rostro hacia él con una ceja arqueada—. Ya sabes que no creo en esas cosas.

—Bueno, ya sabes que yo sí, ¿Me prometes que lo llevarás siempre? —lo miré incrédula—. Por favor —suplicó. Mantuvo su mirada, esa que siempre usa para convencerme y lo hace con suma facilidad.

—Está bien —dije tras unos pocos segundos.

Abrí el colgante y me lo coloqué en el cuello. Lo tomé un instante, observándolo. Louis siempre había creído en todo lo sobrenatural. En cambio, yo, era una total escéptica, ¿Cómo iba a creer en los hombres lobo, los vampiros, las brujas y demás criaturas? Era absurdo. Por supuesto, en todos esos libros y series quizá, pero esto era el mundo real. Aquí, nada tan interesante ocurría.

Louis arrancó de nuevo el coche y partimos hacia el instituto. Hoy era el último día antes de las vacaciones y estaba realmente animada por ello. La semana que viene sería la graduación y por fin asistiría a la universidad. Tanto él como yo, habíamos sido aceptados en Tulane como habíamos planeado. Estaríamos cerca de casa y podría ir a ver a mi madre al barrio francés cuando me mudara a la residencia.

—¿Preparada para el último día? —me sacó de mis pensamientos.

—No lo dudes. De hecho, tengo buenas noticias —me giré hacia Louis. Él me lanzó una mirada rápida mientras seguía conduciendo—. Mi madre ha accedido a que salgamos esta noche.

—¿Sí? —preguntó sorprendido.

—Bueno, hay que estar de vuelta a la una pero... sí.

—Supongo que bastará. Además, el sábado tenemos la graduación.

—Lo sé —bufé—. Todavía no he encontrado vestido. No me lo recuerdes.

—De hecho... esa es mi otra sorpresa.

—¿Qué?

—Mira en el asiento de atrás.

Lo miré confusa por un segundo mientras una sonrisa se esbozaba lentamente en su rostro. Me moví en mi asiento, girándome hacia atrás y visualicé una bolsa. La tomé, trayéndola adelante conmigo, y miré en el interior. Mis labios se separaron en total sorpresa. Había un vestido. Lo saqué y  lo observé, maravillada. Era el vestido que había querido comprarme pero no había podido permitirme, ya que era bastante caro. Lo había comprado para mí.

—Louis...




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