La mañana había ido perfectamente y el tiempo pasó con increíble rapidez. Como cada día, Louis me acercó hasta casa y nos despedimos hasta la noche. Entré y saludé a mi madre que, como de costumbre, estaba preparando la comida.
—Hola mamá —saludé llegando hasta ella y le di un beso. Me senté en la isla de la cocina, dejando mi mochila en el suelo.
—¿Qué tal el día?¿Todo bien? —preguntó mientras terminaba de cocinar.
—Sí.
—¿Algo ha pasado?
—¿Qué? No, mamá, ¿Todavía sigues con eso?
—Sólo me preocupo —respondió. Parecía algo nerviosa e insegura. Era extraño, mi madre no solía ponerse así. Nunca se preocupaba de esta forma.
—Nada ha pasado. Quédate tranquila —la calmé.
Ella terminó de cocinar, sirvió la comida en la mesa y se sentó frente a mí. Ambas comenzamos a comer sin hablar mientras yo me sumía en mis pensamientos, sobre esta noche. Tenía claro a dónde quería ir. Había un bar no muy lejos de aquí al que siempre había querido ir.
—Nora —al oír mi nombre, paré de comer y alcé la mirada hacia ella—. Mañana me gustaría hablar contigo. Hay algo que creo que deberías saber.
—Cuéntamelo ahora.
—No. Hoy es tu día y no quiero estropearlo —me sonrió, aunque parecía forzadamente.
—Pero...
—Mañana. Así que no hagas planes, por favor.
—Está bien —rodé los ojos.
Terminamos de comer, no hablando más. Fue incluso extraño. Solíamos hablar mucho, pero hoy estaba más callada de lo habitual. Quizá debido a que era mi primera salida, así que decidí mentalmente dejarlo atrás y no darle importancia. Al acabar, me dirigí hacia mi cuarto.
Apenas quedaban tres horas, habíamos quedado en salir pronto, a las seis de la tarde. Todavía tenía que encontrar algo que ponerme y ducharme. Rápidamente, me metí el la ducha y a los pocos minutos, salí, enrollándome una toalla al cuerpo. Entré en mi cuarto y abrí el armario de par en par, observando toda la ropa, pensativa.
¿Qué podía ponerme? ¿Vestido y tacones? No, demasiado elegante. ¿Vaqueros y camiseta? Demasiado básico. Bufé fuertemente. En estos momentos deseaba tener una amiga. No es que no conociera a algunas chicas. En el instituto conocía a algunas. Sencillamente, me costaba llevarme con ellas, sólo se preocupaban por cosas absurdas como ropa, estatus y chicos. Yo, en cambio, siempre había sido más de libros, tardes en la cafetería con Louis y poco más. Respecto a los chicos, tampoco se habían fijado en mí, supongo que se debía a que me consideraban una friki y bueno, ellos buscaban lo que yo llamo 'Barbies'.
Tras varios intentos, me decidí por unos vaqueros ajustados negros, una blusa roja, botines. Me observé en el espejo, repasando mi elección, y me lancé a mí misma una sonrisa. Sí, este era el conjunto perfecto. Por un día, podría dejar las deportivas a un lado.
Me dirigí hacia el baño y miré el reloj en el móvil. Mierda, maldije para mis adentros. Eran casi las cinco, ¿Cómo se me había ido tanto el tiempo? Me sequé el pelo y lo alisé, como de costumbre. Algo que me gustaba era eso, mi pelo. No requería mucha atención y permanecía bajo control. Era negro azabache, al igual que el de mi madre. En cambio, mis ojos eran distintos. Ella tenía los ojos marrones, oscuros. Yo, azules casi de un color gris aunque podías distinguir perfectamente en ellos manchas de color verde. La heterocromía sectorial era verdaderamente increíble.
Según mi madre, debía ser genético. Seguramente por mi padre, al cual nunca conocí. Según ella, murió antes de nacer yo y nunca ha querido hablarme sobre él por mucho que lo intentara todos estos años. La verdad, llegaba un punto en el que ya no le daba importancia aunque a veces, me resultaba extraño que no tuviera ni una sola fotografía de él.
Casi una hora más tarde, estaba lista. Cogí las llaves, el teléfono y bajé al salón a despedirme de mi madre.
—Me voy, Louis está al caer —dejé un beso en su mejilla y me dispuse a salir por la puerta.
—Nora —me detuvo y la miré—. De verdad, cualquier cosa que suceda, llámame —dijo frunciendo el ceño.
Parecía realmente preocupada y no entendía por qué. Sólo iba a tomar algo a un bar con Louis para celebrar mi mayoría de edad. Yo asentí, sonriéndole. No quería discutir o darle algún motivo más para preocuparse.
—Sí, mamá. Lo prometo.
Salí y vi que Louis todavía no había llegado. Esperé frente a mi casa, en la calle, mientras revisaba el teléfono. Sentí, de repente, como si alguien estuviera observándome desde atrás. Me giré y miré confusa. No había nadie. Observé alrededor de mi casa pero nada. No había nada ni nadie.
Su voz, llamándome, me devolvió a la realidad.
—Louis —dije con sorpresa.
—Llevo llamándote un buen rato, parecías ausente ¿Qué mirabas? —comencé a andar y él conmigo.
—Creí que... —observé una vez más, echando la vista atrás—. Nada, olvídalo. Es una estupidez.
—Bueno, dime, ¿Adónde vamos?
—Hay un bar aquí en la calle Bourbon al que siempre he querido ir —apenas estaba a unas calles de mi casa y como Louis no vivía muy lejos, era perfecto. Además, ese bar siempre había llamado mi atención y al fin, hoy, podría entrar.
—Muy bien, te sigo —me sonrió mientras continuábamos andando.
—¿Ya has pensado qué harás con la casa? —pregunté.
—No, la verdad. Mi padre sigue desaparecido y, bueno, la casa es de la familia. No quiero venderla ni que nadie esté en ella. Supongo que los fines de semana o vacaciones podríamos quedarnos en ella. Si te parece bien.
Louis no había tenido una buena infancia. Muchos días, a lo largo de estos años, mi madre había cuidado de él. Su madre, murió cuando él era todavía un bebé y, bueno, su padre siempre había estado bastante ausente en su papel como tal. La última vez que estuvo aquí, fue hace algunos meses atrás y apenas se quedó un par de semanas. Él nunca quería hablar del tema por mucho que yo insistiera. Nos lo contábamos todo, excepto eso. Nunca quería hablar sobre su padre o su madre. Y no le juzgo, cualquiera que haya vivido lo que él, no querría hablar de ello.
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Editado: 12.11.2021