Chastin subió las escaleras con ganas de derrumbar el mundo. La frustración le retorcía el estómago y le hacía querer morderse el labio hasta lastimarse. Su madre no había escuchado sus reclamos, ni mucho menos las razones por las cuales tener a Oriol como tutor era la peor idea de todas.
"Esta situación me tiene harta, Chastin" Le había dicho como ultimátum. Parecía cansada escuchar el arrebato que estaba haciendo "No me interesa si no te agrada Oriol. Por supuesto que me encantaría que se llevaran bien, pero en este momento solo me interesa que pases ese examen de una vez por todas, sea con Oriol o con quien sea. Desafortunadamente, es Oriol quien tomará ese papel, y a estas alturas seré yo quien lo decida, ¿Es claro?"
Sabía que rogarle era perder el tiempo. Fue entonces cuando dio media vuelta y la dejó con las palabras en la boca, llamándole que regresara de inmediato.
Mientras caminaba hacia su taller, una luz iluminaba el pasillo. Se acercó un poco a la ventana y en medio de la penumbra, observó que la luz provenía de la habitación de Oriol. Se asomó un poco por el marco y lo encontró hablando por teléfono.
No lo podía escuchar desde esa distancia, pero parecía muy entusiasmado. En algunos momentos incluso se tiraba a su propia cama boca arriba sonriendo sobre algo aparentemente demasiado emocionante.
De nuevo, sintió un desagrado que le hizo temblar las piernas.
¿Oriol? ¿Ese chico que hacía cualquier cosa menos estudiar y aún así sacaba notas perfectas? Chastin se preguntó si en realidad todo era tan auténtico como creía, o simplemente era un tramposo.
Era irreal pensar que luego de ignorarlo durante tanto tiempo -por su propio bien y bienestar-, se viera obligada a compartir tiempo con él, y peor aún, en una situación que consideraba humillante; pues mientras Oriol al parecer había hecho trampa en el examen y por lo tanto, tenía una nota perfecta en su expediente, ella por otro lado, tuviera una nota tan pésima que le estaba costando el curso completo. Era inaudito.
Subió las escaleras hasta llegar al ático y se encerró con llave. Se sentó en la silla de su taller improvisado y dejó que sus cabellos oscuros le cubrieran el rostro. Miró sus manos y se dio cuenta de que tenía la marca de las uñas clavadas en las palmas, estaba tan enojada que no se percató que se las había enterrado.
Miró a su alrededor y sintió paz por primera vez en todo el día. Se sentía refugiada, todos los cuadros que había pintado en las últimas semanas tenían una historia, era como si cada uno de ellos la mirara y le dijera "Ya está, Chastin. Todo va a estar bien" y pensar que por lo menos, había algo en lo que creía destacar, era de cierta forma reconfortante.
Mientras miraba los pinceles en el vaso de enjuague supo de que había solo una forma de deshacerse de esa sensación tan opresiva en su pecho. Se recogió el cabello en una cola y se vistió con su mandil azul para realizar un nuevo autorretrato.
Su mano era ágil y perspicaz; los movimientos suaves y precisos. El pliego de papel frente a ella le recordaba todos los sentimientos que había experimentado. Le agradaba esa sensación, de cómo podía dejarse llevar por sus impulsos y con simplicidad, darle permiso a su mano de ser libre, de permitirle tomar protagonismo de la situación, de concederle el honor de conectar con su alma de una forma tan profunda, que cuando terminó de realizar el autorretrato se dio cuenta de que en efecto, no había una forma diferente de resumir su día.
Se había dibujado en el comedor de su propia casa consumiendo lo que parecía ser un puré de papa, pero en realidad no lo era, se trataba de su examen de matemáticas que se había convertido en aquel alimento chicloso y sin forma, y ella se lo estaba comiendo.
Su mano derecha resistía el peso de su mejilla mientras miraba con enojo una ventana al exterior. En el fondo se encontraba Oriol, pero no estaba sonriendo como siempre, sino que la observaba con una expresión neutra que ni ella misma pudo comprender.
[...]
—¿Entonces nos estás diciendo que Oriol, a quién detestas, por cierto; será tu tutor durante los siguientes tres meses?
Chastin recogió un mechón de su cabello y lo acomodó detrás de su oreja. Luego miró el hello kitty que había pintado en su uña hace algunos días y asintió. Luken entonces se rió muy alto y se cubrió la boca, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—No lo puedo creer. Eso quiere decir que todo tu esfuerzo por ignorar a Oriol durante no sé ¿seis años?, fue un desperdicio de energía y de tiempo —Aplaudió como una foca— Oriol tendrá más tiempo para conquistarte.
Chastin le lanzó una mirada de desaprobación. Había muchas cosas que Luken a pesar de ser uno de sus mejores amigos no comprendía del todo sobre Oriol. Empezó a enumerarlas.
—En primer lugar, quiero aclarar que nunca me esforcé por ignorarlo. Me habría resultado indiferente si nunca me hubiera dirigido la palabra. En segundo lugar, él y yo no somos compatibles, por lo que compartir clases, tanto regulares como personalizadas, es una idea totalmente desafortunada. Y en tercer lugar, como ya les mencioné, no le intereso románticamente; solo está obsesionado con ser el amigo de todos.
—Como sea... —Intervino Mariana, quien terminaba de tomar un poco de agua de apio de una botella de vidrio— ¿No estás cansada de estar enojada con él?
—Yo no estoy...
En ese preciso momento, una voz estridente la interrumpió de forma abrupta, capturando la atención de todos hacia la puerta. Oriol se presentó una vez más, esta vez con la camisa blanca asomada por debajo de la sudadera.
"¡Buenos días, clase!", exclamó él, y todos le regresaron el saludo.
Chastin se cuestionó si realmente no estaba enojada con él, o si en cambio, se cansaría alguna vez de estarlo. Se encontró mirándolo directamente a los ojos, y cuando se dio cuenta, Oriol levantaba la mano para saludarla. Seguramente estaba pensando que serían inseparables, ¿por qué su madre lo había contratado como su tutor de la forma más impuesta y fascista posible? Claro que no.