Equivocadas percepciones.

Capítulo 4

Mordió su labio inferior y caminó con rapidez. Oriol seguía con la mano en el aire y una sonrisa tan amplia que le causó escalofríos. Aún así, no se detuvo, en cambio, aceleró el paso y giró la perilla de la puerta. Dio un paso, pero antes de ingresar a la casa, lo escuchó hablar.

—¡Chastin, espera! —Permanecieron en silencio. No respondió, ni mucho menos volteó a verlo.. Escuchó las madera del suelo rechinar y pasos acercándose. Cerró los ojos— Creí que no ibas a venir. Por suerte te esperé.

Sujetó con firmeza las tirillas de su mochila y se giró sobre sus talones para encontrar frente a ella a Oriol con la misma sonrisa de hace un instante. Traía los cabellos un poco desordenados, a luz del día su cabello claro se veía casi rubio y sus ojos que recordaba cafés claros, ahora tenían un matiz verdoso en ellos.

Vestía como usualmente lo hacía con un pantalón de mezclilla y una sudadera azul unicolor. Sin embargo, lo que en realidad llamó su atención fueron los lentes de marco grueso y oscuro. Hace mucho no veía a Oriol utilizando lentes de marco. Por un momento le recordó a ese niño que llegó un día a su vecindario y a quien escuchaba todos los días reírse muy fuerte.

—Te hubieras ido a casa —Sentenció, sin un ápice de emoción en su voz.

Oriol la miró por un momento con los ojos un poco más abiertos y con una leve elevación de cejas, pero con una sonrisa que nunca se eliminó.

—¡Claro que no! Es nuestra primera clase, por supuesto que no me la iba a perder.

Se sintió bloqueada, no sabía cómo manejar esa situación. Por supuesto que no quería tener la más mínima relación con él, pero a la vez, estaba presenciando muy de cerca su personalidad abrumadora y no se sentía capaz de cortarlo de forma súbita.

Ante otro silencio incómodo, la sonrisa de Oriol disminuyó un poco y habló una vez más.

—Hoy traje incentivos —Tomó su mochila que yacía bajo sus pies y sacó una bandeja con dos rebanadas demasiado apetitosas de tarta. Luego sacó un termo metálico y los levantó con orgullo— Preparé cheesecake antes de venir y traje un poco de café con leche.

—No me gusta el Cheesecake —Mintió.

—¿De verdad? —Alcanzó a ver un leve mohín en sus labios— ¿Y el café con leche?

—Menos —Volvió a mentir.

La sonrisa de Oriol cambió de la emoción a una especie de ¿decepción?. Chastin no supo cómo interpretarla, pero no le importó. Ni siquiera comprendía porque le mintió, cuando en realidad amaba el cheesecake y el café con leche. Los pedía siempre en el aromático.

Chastin se giró nuevamente hacia la puerta y entró. Tuvo el impulso de cerrarla y dejar a Oriol por fuera, pero antes de siquiera intentar ejecutar la acción, este ya le había seguido sus pasos y se encontraba detrás de ella.

Una vez dentro, permaneció en el umbral de la puerta observando su alrededor como un niño inspeccionando un lugar que le parecía conocido. Introdujo las manos en los bolsillos de la sudadera y habló de nuevo, un poco alto para el gusto de Chastin.

—Hace mucho tiempo no entraba a tu casa —Soltó con tanta naturalidad que hubiera parecido mentira que le hubiese evitado durante tantos años— Aunque han cambiado algunas cosas.

—Supongo —Respondió por cortesía. La voz grave de Oriol le hacía sentir irritada e incómoda.

—¡Qué cuadro tan bonito!, no estaba aquí antes —Señaló un florero que Chastin había pintado hace algunos meses. No era la gran cosa. Chastin soltó un suspiro y subió el primer peldaño de las escaleras, entonces escuchó de nuevo a su indeseable visita— ¿Puedo tomar asiento? Me gustaría preparar el temario del día de hoy.

—Como quieras —Respondió sin siquiera mirarlo y subió hasta su habitación. Dentro de ella, se tumbó en la cama y dejó soltar todo el aire que había estado aguantando ahí abajo.

Estando a solas, sintió de nuevo esa aversión hacia su vecino, ahora por su inexorable sentido de resistencia.

Había tardado tres horas en llegar a propósito para que se rindiera. Aún así, ¡la había esperado! Se sentía molesta, pero no sabía la razón. Debería ser él quien estuviera molesto por haberlo hecho esperar durante tanto tiempo; pero ocurrió todo lo contrario y se encontraba en su casa preparando el temario que verían ese día

Le molestaba el hecho de que a pesar de haberlo ignorado por tantos años, su vecino seguía hablándole como a cualquier otro compañero del instituto, esos que siempre lo saludaban y hablaban con él, y por supuesto que de ni de broma se miraba en una situación así.

Es como si su distanciamiento y cuarentena nunca hubiera existido y eso la molestaba incluso más que su presencia abrumadora y personalidad radiante de emoción.

Le molestaba que Oriol no estuviera tomando en serio todos los años que quiso alejarse de él.

Cayó en cuenta que habían pasado seis años que no se dirigían directamente la palabra, -o que Chastin no le dirigía la palabra- o que la pasaban a solas. ¿De verdad tenía que soportarlo por tres meses?

Cuando bajó al salón, descubrió que Oriol no solo había tomado asiento, sino que había preparado todo un set de estudio. En medio de la mesa se encontraba un libro demasiado grande con separadores de colores en diferentes partes del mismo. Habían post it perfectamente organizados en una especie de columnas, una calculadora, un cuaderno argollado y un tablero con un pequeño trípode en una de las esquina de la mesa con diferentes fórmulas matemáticas anotadas.

Oriol se movía de un lado a otro de la mesa, con las gafas de pasta a medio acomodar. Se acercó al set de estudio y se cruzó de brazos.

—¿Y esto?

El chico ignoró su pregunta; en cambio, sonrió, mostrando su dentadura ligeramente irregular al verla.

—Te ves diferente.

Y eso era una de las razones por las que no lo soportaba, por creer que con solo un intercambio de palabras, ya tenía la confianza de acercarse a ella.




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