Para su fortuna, aquél día no había ocurrido ningún imprevisto en su llegada a clase: nada de calentadores de agua estropeados, tampoco viajes en autobús hechos todo una odisea, ni tampoco exámenes de matemáticas reprobados -por el momento, como no–. De hecho, llegó a clase más temprano de lo normal; sin embargo, no había pasado una noche muy reconfortante.
Oriol. ¿Cómo podría explicarlo?... era sin duda, el chico menos compatible con el que se hubiera topado jamás. Por supuesto que ya sabía como era, pero tener esa descarga de positivismo constante, se sintió como si alguien hubiera conectado un cargador industrial de alto voltaje con un teléfono celular barbie.
Y es que realmente su noche no fue mala por la presencia desfavorable de su vecino, sino porque era tanto su entusiasmo por enseñarle, que había creado todo un itinerario para llegar a tal fin, desde planillas con los temarios establecidos, hasta metas y mini exámenes por cada módulo completado. Seguía saturada de tanta información.
"¿Un examen?" Se quejó ella con la boca torcida y una ceja elevada, tomando una de las hojas de la copia que le entregó Oriol. Lo agarraba como un trozo de basura maloliente "¿Y qué se supone que gano con esto?
Oriol no perdió el tiempo y sacó otra caja de su mochila, ¿cómo le cabían tantas cosas?. Al abrirla descubrió varias galletas de animalitos, olían muy bien.
"En alguna ocasión, mi madre horneó para ustedes unas galleticas como estás" Se rió muy fuerte, como si tuviera que haberlo hecho para poder continuar. Vio sus mejillas enrojecer un poco "Luego me enteré que fuiste tú quien se las devoró todas"
Chastin sintió el calor en sus mejillas. Había quedado como una glotona, pero no podía negarlo. En efecto, le encantaban esas galletas, es por eso que las reconoció tan pronto las vio. Cuando levantó la mirada de la caja, su vecino volvió a hablar:
"Supuse que sería un incentivo. En lo personal me gusta darme gusticos cuando estudio" Hubo un silencio de algunos segundos en donde nadie continuó el hilo de la conversación. Oriol mordió una de las esquinas de su labio inferior y continuó "Claro, es una idea. Si no estás de acuerdo, podemos buscar otra forma"
Sin embargo, Chastin quien mantenía los brazos cruzados, los soltó para estirarlos y agarrar sin consentimiento la figura de un perrito.
"Saben igual de bien que aquella vez" Admitió.
"Las hice yo mismo esta tarde"
Al escuchar eso quiso escupirla de inmediato. Creía que Gabriela las había preparado. Dejó la galletita a medio comer y se cruzó de brazos de nuevo mientras apartaba la mirada de la caja.
"¿Te gustó?" La mirada de Oriol era expectante.
"Pues no están mal" Mencionó intentando ocultar el hecho de que no quería nada que ver con él, ni en forma de galletitas.
De pronto, lo escuchó reír.
"¿Qué es tan gracioso?" Preguntó ella.
"Lo dejaste sin trompita"
Cuando Chastin miró la caja de nuevo, descubrió que le había mordido el hocico al perrito, y en efecto, lo había dejado sin trompita. Contuvo las ganas de soltar una risa, tenía que admitir que había sido algo gracioso, solo un poco...
Una vez estuvo sola en casa, se interesó por el plan de estudio que Oriol había construido -según sus palabras- especialmente para ella, y cuando terminó de leerlo, se sintió totalmente devastada porque no comprendía ni una décima parte de lo que se encontraba escrito en el.
Recordó de nuevo las galletas y se preguntó si había sido buena idea haber aceptado ese incentivo. Después de todo, comería galletas gratis, ¿no?, tampoco podía retractarse luego de haber disfrutado de la galleta y luego decir algo como "Oye, es que la verdad ya no me gustan las galletas porque las hiciste tú".
Quedaría como una ridícula.
A media noche se encontró mirando el techo en la penumbra, con la incertidumbre de si el esfuerzo valdría la pena, imaginando de forma inevitable que tendría que pasar tres meses enteros con Oriol para alcanzar tal fin.
Cansada de no poder controlar su respiración y acalorada de tanto moverse, se levantó de la cama y caminó a paso rápido hasta su taller. En el camino, encontró la luz proveniente de la habitación de Oriol. Era tarde, ¿qué hacía Oriol despierto a las tres de la mañana? Se asomó un poco y lo encontró en la mesa de su escritorio con varias hojas esparcidas, se veía concentrado, era extraño verlo así, con el lápiz en su labio inferior, sus ojos entrecerrados viendo el material que tenía en frente.
Después de todo, al parecer también tenía que estudiar, o quien sabe, organizar el material para hacer trampa.
Al llegar al taller, se sujetó su cabello oscuro y vistió su mandil. Se sentó frente al lienzo para dibujarse a sí misma abrazando sus piernas en un comedor que resultaba demasiado largo. Al otro extremo se encontraba Oriol, demasiado alejado, con una expresión afligida que luego de observar con detenimiento, le despertó un sentimiento de culpa que ni siquiera pudo describir en su totalidad.
—Chastin, por tu cara parece que la pasaste fenomenal ayer —Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una voz que justo ese día no deseaba escuchar. Luken se sentaba con la silla invertida apoyando el mentón sobre su antebrazo derecho, una sonrisa burlona le adornaba la cara. Chastin tomó un espejo que tenía en la maleta y se percató de que en efecto, traía unas ojeras de infarto y la piel flácida— ¿Y entonces?, ¿no nos vas a contar nada?
—¿Y entonces qué? —Remató ella, restándole importancia a un tema que ya le había consumido energía suficiente.
Luken arrastró más la silla hacia ella, sus ojos verdes mirándola expectante con un brillo tan intenso que se sintió acorralada.
—¿La pasaste bien? —Preguntó con cierto tono de burla— Necesitamos detalles de tu clase personalizada con Oriol —Mencionó su nombre arrastrando las palabras mientras levantaba una ceja. Mariana a su derecha los miraba con curiosidad.