Oriol.
Nunca imagino que después ignorarlo durante años, ahora lo tuviera a unos cuantos metros de distancia, mientras espera su llegada.
Esperando por ella.
Podía percibir su perfume desde su lugar, atrayéndola hacia él paso a paso. Su corbata a medio desamarrar lo hacía lucir ajeno a sus manos, mientras que los cabellos que caían en su frente escondían unos orbes ámbar que analizaban cada paso que daba.
Tantas cosas habían pasado desde entonces, que ya no recordaba la razón de querer alejarse de él, cuando en ese instante lo único que deseaba era estar su lado. Ansiaba sentir sus manos alrededor de su cuerpo, mientras sus labios recorrían su piel.
—¿Por qué tardas tanto, Chastin? —Le preguntó con una voz grave y profunda que le hizo contener el aliento. Al acercarse lo suficiente logro lo quería. Lo envolvió por la cintura mientras deslizaba su abrigo a través de sus brazos con el fin de sentir su calor corporal con mayor intensidad. No entendía por qué se había negado la dicha de sentir algo así, de suprimir esa necesidad durante tanto tiempo, cuando todas las respuestas siempre se encontraron junto a él.
Oriol la envolvió en un abrazo. Bajó la luz tenue de la habitación, la acercó más a su cuerpo y mientras aspiraba el aroma maderoso de su perfume, quiso detener el tiempo para sentir la calidez de su pecho para siempre.
Levantó la mirada un poco y encontró un brillo particular que no pudo admirar demasiado, cuando sus mejillas fueron rodeadas por unas manos grandes y firmes que acariciaban con delicadeza su mentón. Cerró los ojos y se dejó embriagar por todas esas sensaciones que no habían hecho más que materializarse en un beso tan profundo que todo a su alrededor pareció desaparecer.
Quien habría imaginado que a quien consideró como la persona más molesta del planeta por parecer totalmente despreocupada, ser feliz todo el tiempo y poseer una energía inacabable, ahora la estuviera besando.
Quien iba a pensar que algún día extrañaría a Oriol.
Quien iba a pensar que había tenido equivocadas percepciones.