Los días pasaron y las clases particulares dobles se habían convertido en una rutina. Chastin descubrió que las matemáticas ya no resultaban tan traumáticas. De hecho, la facilidad con la que resolvía cada ejercicio se hacía cada vez más notorio. Era claro que le faltaba mucho por aprender, pero por lo pronto, ya no quedaba bloqueada cuando Oriol ponía frente a ella una ecuación diferencial doble.
Tomó la libreta con sus apuntes y anotó:
Día 10: Los exámenes de Oriol son pan comido.
Una sonrisa se escapó de sus labios al recordar lo que había sucedido el día anterior.
—Así que crees que mis exámenes son pan comido —Le había dicho Oriol con los ojos entrecerrados, citando las palabras que le había lanzado hace unos segundos.
—No quiero lastimar tu ego, pero parece que mi tutor... —Resaltó la última palabra— se está quedando sin ideas.
Su vecino le arrebató la hoja de las manos y escribió nuevas preguntas por detrás, mientras la miraba detrás del papel con una sonrisa que empezaba resultarle familiar.
Cuando le entregó la hoja, ¡descubrió que los problemas eran imposibles! Eran temas de la siguiente clase, algo que sabía porque había revisado el itinerario semanal. Era claro que no lograría responderlos, así que lo miró con los ojos entornados. Cuando estuvo tentada de convertir la hoja en una pelota y lanzársela, vio algo que llamó su atención.
"BONUS: ¿Te agrada tu tutor?"
Lo miró de nuevo, encontrándolo con los brazos cruzados en su pecho, y unos ojos expectantes sobre ella. Dirigió su atención al examen una vez más y escribió "NO" antes de convertir la hoja en una bola y lanzársela de una vez por todas.
Las clases no habían sido tan desagradables, después de todo. Y lo eran menos cuando pasaban al segundo round, es decir, a las clases de "Autodescubrimiento artístico", que por cierto le seguía pareciendo un nombre demasiado ridículo. Oriol sacaba el libro enorme de pinturas, y tras un descanso, empezaban a analizar hoja por hoja. Se había convertido en una rutina.
Aunque ese día fue diferente. Según idea de Oriol, necesitaban cambiar un poco de ambiente, y estaba de acuerdo. No resultaba nada apetitoso permanecer durante horas dentro de su casa, así que decidieron verse en el aromático, aunque no tuvieran clase de matemáticas esa tarde. Oriol estaba seguro de que eso mejoraría su autodescubrimiento artístico, y lo cierto es que Chastin tampoco puso mucha resistencia al respecto.
Se asomó por la ventana al escuchar el timbre de su casa.
Encontró a Oriol esperándola en el porche mientras agitaba animadamente la mano en el aire. Tomó sus cosas y salió de la habitación; sin embargo, regresó con rapidez para mirarse al espejo.
Se pasó el cepillo una vez más por el cabello y se relamió los labios para unificar el gloss rosa. Le dio un último vistazo a su vestido con estampados florales que se ajustaba ligeramente en la cintura. Siempre le gustó ese vestido; la tela ligera y fluida caía encima de su rodilla y era muy cómodo. Hizo un giro de medio lado y volvió a peinar su cabello. Sin embargo, a mitad de camino, se detuvo mientras miraba su reflejo en el espejo.
¿Por qué le preocupaba su apariencia?
¡Era Oriol! No se trataba de ninguna cita ni nada por el estilo. Recordó la primera vez que tuvieron clase. No se tomó el tiempo de ni cambiarse de ropa, mientras que su cabello se encontraba recogido en un moño desordenado. Su vecino ya la había visto en sus peores fachas y sobre todo: ¿qué importaba? Terminó de peinar su cabello, mientras unos aretes en forma de manzana se movían al par de sus movimientos.
Al abrir la puerta, lo encontró con el mismo estilo de siempre. Era como su marca personal. Esa vez llevaba unos pantalones cargo que hacían ver más largas sus piernas, mientras que una camiseta blanca se asomaba debajo de una camisa oversize de cuadros azules. Verlo con sus lentes gruesos ya no resultaba tan impresionante como la primera vez. Es más, creía que ya no se veía tan mal.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de su vecino.
—Hey. Hola.
Oriol se había cortado el pelo hace unos días, por lo que las ondas de su cabello ya no sobresalían tanto; sin embargo, uno que otro cabello lograba escabullirse un poco en su frente, dándole un aspecto un tanto desaliñado que tenía que admitir que no le quedaba tan mal. Por lo menos ya no se peinaba de medio lado como lo había hecho durante años en su infancia y una parte de su adolescencia.
—Hola.
Eso fue todo. Chastin permaneció en silencio unos segundos por si Oriol decía algo más, pero...
No sucedió.
La conversación permaneció en un silencio incómodo. Le molestó un poco. Mientras ella analizaba cada parte de su vestimenta, él solo la miró por encima, con la misma sonrisa de siempre.
De todas formas, ¿Qué esperaba? ¿Qué le diera algún cumplido? ¡Claro que no!, solo quería que alguien le diera una opinión sobre su ropa. Es todo. Por supuesto que no se había vestido para Oriol. Solo pensarlo le hizo reír internamente.
—¿Vamos? —Preguntó él, pero ladeó la cabeza al instante— ¿Qué es tan gracioso?
Las mejillas de Chastin se colorearon de inmediato al darse cuenta de que no se había reído internamente. Se aclaró la garganta y sujetó con firmeza la tirilla del pequeño bolso de lana que había elegido para esa tarde.
—No es nada
Unos minutos después, ya estaban en el parque y Chastin recordó las veces en las que caminó por ese sendero con el único motivo de evitarlo.
El camino hacia el aromático estaba rodeado de varios árboles que cubrían el camino de lado a lado con hojas verdes que resaltaban sobre un cielo que empezaba a obtener matices opacos a causa del atardecer. La poca luz del sol se colaba entre las hojas de los árboles, formando un follaje, que la hizo sentir relajada durante el recorrido. Oriol no había parado de hablar desde que salieron de casa, pero se sorprendió al darse cuenta de que le estaba prestando atención.