SARAH
Hoy se marca el inicio de una nueva etapa de mi vida. Mi abuela Jane y yo acabamos de mudarnos. Ahora me encuentro desempacando algunas de mis cosas, y ordenando la habitación que será mía.
La idea de mudarse nunca fue de mi agrado pero, igual tenía que aceptarla. Esta ciudad es más grande, y el vecindario al parecer, acogedor y poco ruidoso, en breve resumen: el lugar soñado de la abuela.
Nuestra nueva casa es perfecta. No es ni muy grande ni muy pequeña, tiene dos pisos, un patio amplio y lleno de espacio para las plantas y flores de la abuela y un garaje que por ahora, es ocupado por mi vieja bici. Las habitaciones están en el segundo piso, son hermosas y cada una, posee una ventana que permite observar la comunidad y el cielo espléndidamente.
En resumidas cuentas, tenemos lo necesario para ser felices. Creo que podré acostumbrarme al cambio.
Para la abuela, todo esto es más que genial ya que su trabajo es muchísimo mejor pagado y, para rematar, la mayoría de sus comadres viven por aquí. Sin embargo, para mí no lo es tanto debido a que esto no significa más que empezar de cero. Mínimamente, me agrada pero, es difícil dejar todo atrás; mis vecinos, amigos, mi antiguo y fastidioso instituto, pero sobre todo, el hogar donde crecí: el más grande recuerdo de mis padres.
Un accidente los alejó de mi lado. Fue tan rápido como devastador y sumamente injusto. Cada año el dolor aumento más. Me preguntaba: ¿Por qué a mí? ¿Pude haber hecho algo más por ellos? ¿Habría sido mejor que no hubiera sobrevivido a ese choque para irme a su lado?
Gracias al cielo, la abuela asumió mi custodia. Todo se tornó más feliz y colorido a su lado. Me enseñó a ser fuerte, a no dejar que los malos tiempos o momentos me arrebataran la felicidad y las ganas de soñar, de seguir.
Estos dieciséis años que tengo, los agradezco a Dios. Doy gracias por todos aquellos que han estado a mi lado, aunque mis padres no estén entre ellos.
Mañana, mi segunda madre irá a inscribirme en un nuevo instituto. Seguramente, tendré que presentar una prueba para poder ingresar al mismo. No me será problema pero, qué pereza.
Me graduaré sin ninguno de mis amigos, sin duda es una pesadilla.
Tan sólo espero, que este, mi último año de la secundaria no sea problemático, así pasará más rápido…
¿Pasará, Sarah, este año sin problemas y tan rápido como lo desea? Ya lo veremos…