Eres Mía

Capítulo uno

 

Eres mi bolita de nieve. 

 

Miro mi casillero con lágrimas mientras saco las cosas de el, no puedo creer que al fin me gradué después de tanto. Estoy a un paso de irme y ser feliz en esa villa de conejos que logre contactar hace una semana donde me recibirán con los brazos abiertos. 

— Lista. — aparto mi vista del casillero y miró a Abdel, repasa mi rostro mirando mis lágrimas y las limpio.  — ¿Quien te hizo daño?, lo mataré. 

Veo como todos se alejan de nosotros al escucharlo y suspiro, niego mirando a los demás los cuales solo me miran con enojo por siempre llorar. 

— Nadie me hizo daño solo me da sentimiento que mañana me iré y dejaré esto atrás, ¿que te he dicho sobre tus arranques?. 

Dejó a un lado lo demás para mirarlo con una ceja alzada.

— También me dejaras a mi. — veo su rostro triste y niego. 

— Te contactare todos los días, quiero saber el momento en el que encuentres a tu pareja. — lo escucho gruñir. — Te he dicho que no me gruñas es una falta de respeto hacer eso Abdel. 

— Lo se, aveces das miedo porque eres la única que me puede controlar. — sonrió orgullosa por eso. 

— Lo se, dime algo que no se. 

— Te lo diría pero no quiero que lo niegues. 

— Oh vamos, dime que es. — niega, me cruzo de brazos enojada. Agarro mi caja donde estan mis cosas pero él me la quita de mis manos. — Yo puedo con eso. 

— No, no puedes. — ríe al ver mi rostro enojado. — Solo enojarte te hace ver mas tierna, eres terrible enojandote. 

Gruño, pero asiento dándole la razón.

— ¿Soy terrible enojandome?, — asiente golpeándome justo en mi orgullo. — bueno... ya no te haré galletas de despedida solo se las haré a tu tía Ivanna. 

Camino alejándome, escuchó el golpe que hace en los casilleros y sonrió, gusto en donde le duele, siento su presencia detrás de mí pero no le presto atención. 

— Oh vamos, no puedes ser así. 

Asiento, sigo caminando hasta salir de esa horrible escuela, no soy mala con nadie pero espero que todos los que me dañaron sufran tortuosamente, siento la calidez de Abdel y sonrió al sentir su brazo alrededor de mi cuello. 

Veo mis tacones de cinco centímetros y sonrió, poco a poco, escucho la respiración acelerada de Abdel que solo significa que está enojado, alzo mi vista viendo como unas chicas se ríen de mí y bajo mi vista tristemente. 

— Calma ya nunca volverás a ver a gente ignorante. — las ignoramos, caminamos y veo justamente lo que planea, niego por sus torpes planes que solo me hacen pasar más burlas y agarró su brazo tratando de detenerlo. 

— No te preocupes están celosas de que nunca les hice caso por lo prostitutas que eran, pero ya no veremos más a esas zorras, Amor. — niego, rió al ver su cara de satisfacción por los rostros molestos de las otras chicas y le doy un leve golpe que le causa cosquillas. 

Me ve y guiña su ojo con una sonrisa, cubro mi rostro avergonzada por las cosas que a veces hace para “tratar” de no hacerme sentir mal.

— Te había dicho que no me llamaras así. Sabes que eso es raro si tu eres mi mejor amigo. — lo miro con atención mientras deja las cosas en la parte trasera del carro. 

— Eso cambiará tarde que temprano, y ¿tu colita no salió hoy?. — entrecierro mis ojos, junto mis labios en una línea recta y camino subiendo a su auto enojada. 

Se sube al auto y me mira, dirijo mi vista al frente con los brazos cruzados enojada por lo que le había dicho que no mencionara. 

— Estaba jugando, Giovanna. — agarra mi mentón con suma delicadeza para no hacerme algún daño. 

— Ayer en la noche te dije que no volvieras a mencionar eso Abdel. 

Gruño. 

— Cuando te enojas eres tierna. — bufo.— Pareces una pequeña niña.

Siento como sus manos hacen cosquillas alrededor de mi abdomen y espalda y me remuevo en sus brazos riendo, me ignora siguiendo con las cosquillas. 

— Para... — me vuelve a ignorar.— por favor... ya no estoy... enojada.. 

Se detiene, limpio mis lágrimas por la risa y lo miro, — Eres malo conmigo. 

— Mentirosa. — reímos los dos, miró la sonrisa de Abdel y me siento orgullosa de hacerlo reír puedo contar con una sola mano las veces que ha reído y son aún pocas. 

— Quiero ir a mi casa por mis otras cosas. 

— No te preocupes yo te llevaré a tu nuevo hogar, después de todo hace unas semanas cumpliste la mayoría de edad. — asiento con una sonrisa, miro sus ojos y algo en él me hace temblar. 

Algo me oculta. Estoy segura de eso.

— Pero primero haremos galletas para ti y para tu familia en especial a Ivanna que le encantaron mucho. 




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