Eres Mía

Capítulo dos

 

Deja que te mime. 

 

Quedó estática, mi labio tiembla sin saber qué hacer con lo que él dice; confundida sobre todas sus palabras. “Eres mía”, niego solo soy su mejor amigo a eso se refiere ¿cierto?.

— ¿Qué estás diciendo con eso?. — volteo mi rostro un poco. 

Noto sus ojos rojos y tiemblo, miró su profunda mirada notando como cada vez el brillo en sus ojos desaparece. 

— Que eres mía eso, eres mía Giovanna desde que tienes diez años has sido mía. — vuelve a repetir y tiemblan mis labios asustada de lo que está sucediendo.

Somos mejores amigos, y él tiene ya a su pareja solo me esta haciendo una mala broma, sí solo eso. 

— ¿C-co-cómo?. — agarra mi cuello, mis ojos lo miran esperando a que diga algo más o se ría diciendo que bromea pero no lo dice. 

— Te lo explicaré lentamente, — acerca su rostro al mío. — eres mía... — me besa levemente, me quedo pasmada en mi lugar sin saber cómo o qué hacer, ya que esto antes no me había sucedido. Pongo mis manos en su pecho tratando de alejarlo de mi pequeño cuerpo, pero la diferencia de fuerza es bastante, somos demasiado diferentes uno al otro y es imposible que yo pueda ser de él. 

— Eso no puede suceder. — trato de hacerme una idea de que eso pueda ocurrir pero no encuentro el cómo sucedió esto. — No te estás confundiendo. 

Niega, — No estoy confundido y claro que eso puede suceder. — me apega más a su pecho haciéndome estremecer por su profunda respiración en mi cuello erizando mi piel. 

— Soy una conejo Abdel. — murmuró tristemente. — Puedes buscar a otra loba ellas no serán una... 

— No hables así de ti, tu eres mejor que todas esas lobas Giovanna. Aparte mataré a cualquier que se le ocurra pensar algo así o hablar mal de ti. 

Me sonrojo, bajo mi rostro sintiendo como mi corazón late con frenesí, sus manos agarran mi cuello al igual que mi mentón y alza mi vista, mis ojos brillan al igual que los suyos mientras nos miramos y por algún momento sonrió pero el recordar que es un Alpha me baja de mi nube. 

— Nunca pensaste que la razón por la que te protegía desde pequeña fuera por que algo en mi me lo decía, tú tenías ese rico aroma a hogar que me hacía sentir cómodo y tranquilo solo a tu lado. Tu me hacías querer protegerte de todos los que alguna vez te dañaran, cuando te vi llorar por haber sabido que eras una coneja prometí que siempre te daría el amor que te hiciera falta, cuando tus padres murieron le prometí a la Luna que cuidaría de ti sobre mi alma. ¿He fallado eso pequeña conejita? 

Niego, besa mis labios quitándome un suspiro por lo bien que eso me hizo sentir quitándome las preocupaciones por algún momento.  

— Pero... — me separó de él negando, esto no puede ocurrir sería una aberración. 

— No hagas eso, estuve demasiado tiempo aguantando esto. — niego. 

No puedo dejar que se burlen de él como lo hacen conmigo.

— Rechazame y huiré lejos fuera de todo esto nadie me recordará y no tendrás mala reputación por haber tenido a una coneja de pareja. 

Ruge enojado por mis palabras, me agarra de mis hombros con delicadeza aún cuando su mirada me dice todo lo que él quiere hacerme.

— ¡Giovanna!. — gruñe asustandome, sus brazos me agarran aún con más posesividad apretandome a su cuerpo. — Nunca te rechazaría eres la indicada para mi, me enamoraste por tu forma de ser y ser tierna con tus hermosos gestos, porque creías que prefería estar contigo a ir a alguna fiesta o con alguna de esas chicas, la Diosa Luna nos unió y se que eres perfecta para mi. Aparte no podré vivir sin tu deliciosa comida. 

Rió, golpeó su hombro por solo decir que me quiere por mi comida. Me abraza a él envolviendome en un cálido abrazo, besa mi frente y apoya su mentón encima de mi cabeza. 

— Abdel qué sucederá cuando alguien... 

— El que se meta entre nosotros será matado con mis propias manos. — niego sonriendo. — Seré sádico solo para ti. 

— Me gusta cuando eres sádico. — me separa de él sorpresivamente y me mira con una sonrisa. Tapó mi boca repasando lo que dije y niego sonrojandome, bajo mi mirada queriendo evitar la suya.

— ¿Qué dijiste?. 

Alzo mis ojos, mueve una de sus cejas haciéndome reír, hago un leve puchero destapando mis labios y sonrió. 

— Me gusta como eres de sádico, feliz. — asiente volviéndome a abrazar con su cálido cariño. — Como jurastes protegerme traías siempre esa pomada para mis leves lesiones. 

— Por supuesto, te acuerdas cuando te lastimaste con la cuerda del gimnasio. 

— Sí. 

— Obligue a que ese maestro quitara esos ejercicios forzosos para que tu no te lastimaras, después cuando estabas con tu rostro fruncido por el dolor en tus piernas, muñecas y tobillos. — asiento. — En esa semana había llegado el peor celo de todos los otros, pero nunca te hice a un lado no sabes cuán doloroso fue ponerte esa pomada en algunos de tus hematomas para que no te doliera nada. — lo observó sin poder creer lo que soporto. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.