Eres Mía

Capítulo seis

 

Tu quien eres para... 

 

Acomodo la corbata de Abdel, sonrió al ver lo bien que se ve con un traje puesto. Niego cuando mis mejillas se colorean de rojo por solo verlo. 

— Ya puedo cambiarme. — asiente, suspiro un poco negándome aún la idea de que tuve que atar su corbata. — Luna siempre ató tus corbatas, ¿no me equivoco verdad?. 

Niega mientras sale de la habitación, sonrió un poco mirando el vestido de color melocotón, me lo pongo con emoción viendo las flores alrededor del pequeño cuello en v, mis hombros descubiertos y la sutil caida del vestido hasta por arriba de mis rodillas, es hermoso. 

— Pareces una pequeña niña emocionada. 

Lo miro recargado en el umbral con las manos dentro de sus bolsillos.

— Ya no me digas pequeña niña se escucha raro. — murmuró haciendo un puchero. 

— Soy mayor que tú. — entre cierro mis ojos. 

— Por un año, Abdel. — se encoge de hombros, me acercó a él con una gran sonrisa y me enganchó  en su cuello. — Te vez bien Alpha. 

— Lo se conejita de peluche. — lo miro mal, sacó sus llaves de sus bolsillos y miró el pequeño peluche de conejo. — Se parece a ti. — besa mis labios sorprendiendome. 

— ¡Oye!. — lo miró mal. — ¿Cuando compraste esto?. 

— Se lo compré a Jazmín. — me cruzo de brazos. — Bueno me lo vendió diciendo que se parece a ti y recordé la vez que escapate como una pequeña bola de nieve y lo compre. 

— Eres muy fácil de convencer. — me pega a él con un brazo. 

Golpeteo su abdomen queriendo que se aleje de mi pero no lo hace solo me pega más a él.

— ¿Quieres probar cuán fácil soy?. 

Escucho pasos fuera de la casa, niego con una pequeña sonrisa tratando de tener algo de espacio. 

— Están por llegar. — me separó de él. 

Me besa rápidamente sin que yo responda.

— Usas tus orejitas de conejo solo cuando quieres. — camino alejándome un poco, volteo a mirarlo y extiendo mi mano pone una sonrisa y corre hacia mí sosteniendo mi mano. 

— ¿Cuántas personas son?. 

— Un Alpha y su Luna junto a sus tres hijos. — miro el hoyuelo en su mejilla derecha  y me acercó poniéndome de  puntitas para besar ese hermoso hoyuelo. 

— Me tengo que preocupar de algo Don Juan. 

Se inclina un poco para que ya no esté de puntas.

— No soy un Don Juan, — alzó mi ceja acusatoriamente. — Giovanna ¿cuando me has visto salir con alguien?. 

Me encojo de hombros, — No tienes que preocuparte de nada soy igual de virgen que tu. — me sonrojo inevitablemente bajando mi mirada nerviosa por eso.

— ¿Cómo sabes que soy virgen?. — entrecierra sus ojos dejando de caminar. 

— Creo que te protegí demasiado bien como para saber que eres más virgen que cualquier otra de esta manada. — entrecierro mis ojos, estoy apunto de hablar cuando alguien me interrumpe. 

— Abdel, mami dice que bajen. — miro a la pequeña hermana de Abdel y sonrió caminando hacia ella. 

Abdel la carga en sus brazos sin dejar de lanzarme miradas, llegamos junto con su madre la Luna de la manada y nos acomoda, jugueteo con la pequeña mientras Abdel me mira y niego cuando me lanza un beso al aire. 

— Abdel cariño baja a tu hermana tu traje se arruga. — rió discretamente, siento su mirada y solo sonrió abiertamente. 

— Cariño tranquila. — me pongo nerviosa por escuchar la voz del Alpha. 

Es raro que la escuche y solo me causa miedo por no convivir con él tanto como con los demás.

— Listos. — susurra, sostiene su vientre un poco abultado y suspira. 

Algunas betas abren la gran puerta pero no prestó atención, miró a Abdel fijamente y le sonrió con una gran dentadura blanca. Alguien carraspea y miramos hacia dónde vino el sonido Ivanna nos sonríe y nos mata con la mirada a la vez, nos dejamos de mirar prestando atención a lo que sucede a nuestro alrededor. 

— Es un gusto verlo Alpha y Luna de Hell. 

— Es un gusto ser recibidos por una gran familia. — miro a cada uno de los familiares. 

Veo a la Luna que se nota relajada mientras sostiene el brazo de su Alpha que conversa con el padre de Abdel, mi mirada va a sus hijos y niego al ver a Arturo siempre a hablado mal de mi, sigo mirando a otra niña algo un poco menor a mi y luego a un niño como de la edad de Jazmín. 

Sigo la mirada penetrante e intimidante del pequeño viendo como mira a Jazmín la cual sonríe mientras juega con su vestido aburrida al no estar. 

— Ya viste. — le susurro a Abdel, se inclina un poco hacia mi. 

— ¿A… Arturo?. — escucho el enojo en su voz pero niego. 




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