Eres Mía

Capítulo ocho

_ Leves descripciones sobre relaciones sexuales. 

 

Todo a su tiempo. 

Miro sus ojos azules, hermosos como ella, bajo mis manos a su hermosa colita y paso mis dedos sintiéndola temblar, miró sus hermosos y brillosos azules de los cuales siempre están en mis sueños atormentandome. 

— A-a-abdel... — la alzó agarrándola con firmeza desde sus muslos sosteniendola. 

Beso sus suaves y hermosos labios, que siempre soñé en que besaran mi piel y lo que hizo hace rato solo me hizo tomar la decisión de hacerlo. 

Lento y suave, es delicada y hay que hacerlo a su tiempo, no con desesperación. 

Paso mi lengua por sus lindos labios de sabor a melocotón, todo en ella es melocotones, su aroma, su sabor, todo en ella es de magníficos melocotones. 

— Mi melocotón hermoso. — me separó de sus dulces labios, dejó que se ponga en la cama dejándola casi a mi estatura. 

— A-abdel... y si vamos a comer pastel. — niego sonriendo, paso mis manos por su hermoso y pequeño trasero. 

— Giovanna. — hundo mi rostro en su hermoso cuello besando su clavícula donde ira mi marca. 

La veo suspirar mientras sus piernas tiemblan, se engancha a mi cuello enredando sus piernas alrededor de mi cintura, me inclinó poniéndola en la cama suavemente. Paso mi mano por su cadera queriendo quitar ese hermoso conjunto de lencería que ahora me estorba. 

— Haces eso y no te perdonaré lo de mis panties. — rió besando sus labios nuevamente. — No crees que estamos en desventaja. 

Mira mi pantalón y sin pensarlo me lo quito dejando ver mi notable erección que mis boxer ocultan, algo que solo ella provoca con su presencia. 

Miro el asombro en sus ojos y beso sus mejillas sonrosadas,  miró con adoración su cuerpo viéndola con ilusión en ese hermoso conjunto que detalla su piel blanca, y su sonrojo se ilumina en sus mejillas. 

Lo desgarró escuchando la queja que hace con un puchero incluido, paso mis manos por su suave y tersa piel sintiéndome en el cielo. 

Beso cada trozo de su tersa piel, arquea su espalda y sonrió complacido, mi erección duele queriendo ser liberada y atendida pero el miedo solo hace que me detenga. 

No quiero causarle daño por mi desesperación, la cual he contenido por años.

— Abdel... deja de estar tentándome a hacerlo yo misma. 

Me agarra de los hombros para que mire sus ojos.

Beso sus labios juguetonamente, — Y si te hago daño. 

Agarra mi cuello y besa mis labios con la ternura que tanto me enamora de ella, nunca me cansaré de sus hermosos gestos llenos de ternura y es algo que nunca quiero que se vaya. 

— No me harás daño. 

Suspiro, asiento levemente y beso sus hermosos y perfectos senos. Rozó mis dedos por su fina y delicada piel queriendo comerla de un solo mordisco, nuestra primera vez debe ser especial. 

Sus manos pasan por mis hombros y me tenso, su delicado toque me desarma y descontrola, la abrazo a mi besándola con todo el amor que tengo para darle a ella. 

— Abdel, tu Omega pide que la hagas tuya. — gruño. 

— Mi coneja omega debe de callar y dejar que todo suceda. 

Me reprocha con un puchero.

— No, ya es suficiente de todas esas caricias...— paso mi mano por su húmeda intimidad y sonrió al verla estremecerse en mis brazos. — Yo también puedo jugar así. 

Muerde su labio, cierro mis ojos suspirando al sentir sus manos rozar mi duro miembro con sus suaves dedos. 

— A-así no se juega.. — me sonríe con esa inocencia de la cual quiero quitar con cada toque. — Abre tus hermosas piernas. 

Oculta su sonrojo con sus hermosas manos y abre sus piernas tímidamente obedeciendo a su Alpha dejándome una gran vista de su hermoso y apetecible coño rosado. 

— ¿Quieres que tu Alpha se entierre en tu húmedo interior?. — asiente escondiendo su rostro aún más entre sus manos. 

Me incorporé poniéndome entre sus piernas, agarró sus piernas abriéndolas más dejándola a mi completo merced, beso sus piernas con una diminuta sonrisa al tener todo de ella solo para mi. 

— Otra vez estamos en desventaja. — miro su hermoso puchero y niego inclinándome hacia ella poniéndome encima de su pequeño cuerpo. 

— Todo a su tiempo. 

Tengo miedo, mi tamaño es demasiado para su pequeño cuerpo y tengo miedo de ser fruzco y que se enoje conmigo. No quiero que se enoje aunque es tierna cuando hace sus rabietas su enojo me duele.

— Abdel, no tengas miedo. Lo veo en tus ojos y no quiero ponerme incómoda por eso. — la miro y suspiro, beso sus labios distrayendola.

No soy creído pero no creo que todo mi miembro quepa en ese lindo coño. 

Lento, todo lo que se por escuchar a los puercos de los que pensaban eran mis amigos solo sirvió para poder controlarme y no hacer tonterías como ellos, yo solo quiero cuidar de mi coneja y amarla.




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