Yo era tu bolita de nieve, ¿ya no lo soy?
Nunca había visto a tanta gente en un lugar, estar en la universidad solo me a causado dolores de cabeza, miro la cafetería esperando que Abdel aparezca por algún lado, miro a mis compañeros que son igual de débiles al igual que yo y eso es lo que nos une, entre nosotros nos protegemos de los demás.
Alzó mi rostro cuando el aroma de Abdel se impercifica en el ambiente, observó con enojo a cada una de las chicas que se acercan a él y aprieto mis puños, decidí esconder mi marca y aunque él no quiso lo obligue a esconder la suya con miedo de que otros se rían de él.
— Deja de hacer enojos y ve por él. — miro a Sheila, aunque lo mantuve en secreto a muchos mi grupo lo descubrió por los celos de Abdel.
Niego, ella asiente y señala frunzo mi ceño viendo a una de las más conocidas por ser abierta a todos los lobos, y salgo de la cafetería bufando.
Camino por el gran jardín de la universidad, pasó entre uno de los árboles y me recargo en el esperando hasta que el día termine.
— De nuevo aquí. — la voz de Aiden llega a mis oídos y alzó mi rostro tristemente.
— Otra vez se acercaron a Abdel como si solo les interesara lo que le cuelga entre las piernas. — hago una rabieta.
— No sólo es por eso, quieren el puesto y como él no tiene a una chica a un lado o que vean a alguien marcada por él. — me cruzo de brazos.
— Y, ¿tu hija?.— cambio de tema.
Entrecierra sus ojos observandome levemente, se acerca a mi aún más.
— No estoy aquí para hablar de mi hija, ¿por qué escondes tu marca?.
— No quiero que nadie se ría de él. — hago un puchero.
— Y el Alpha que piensa sobre eso. — me encojo de hombros. — Giovanna desde que llevo aquí cuidando de ti he visto el amor que ustedes dos sienten uno al otro, no creo que a él le importen las risas, puede que esté aún más feliz por estar a tu lado que alejado de ti mientras él hace enojos al ver a algunos que se acercan a ti para salir por algún tiempo. — bajo mi rostro, escucho sus pasos mientras se va un escalofrío pasa por mi, el aroma de Abdel aparece en el ambiente envolviendome y alzó mi rostro.
— Dime ¿quién fue?. — agarra mi rostro entre sus manos, limpia mis lágrimas y observó su rostro.
— No fue nadie, — ladea su rostro pero niego alejando sus manos. — nadie me ha hecho nada.
Me jala abrazándome a él y forcejeó, — Deja de decir que nadie fue, no me gusta que tu mente comience a hacerse ideas, tu eres la única en mis ojos mi hermosa conejita. — besa mi frente.
— No quiero más. — hago un puchero.
— Tu pediste esto cariño.
— No quiero seguir entrando a las clases. — nos sentamos en el césped, me abrazo a él sintiendo su cuerpo caliente como siempre.
— Nadie te hace nada en tu salón.
Junto mis brazos.
— Hay un chico que se sienta conmigo y solo me dice cosas. — lo miro a los ojos viendo ese rojo intenso que solo indica que va a matar a alguien y beso su mejilla.
— Deja de hacer eso. — murmuró besando mis labios, paso mis manos por su mejilla.
— Vamos a casa. — lo miro a los ojos observandolo esperándolo a que acepté.
— ¿Que podré recibir a cambio?. — alza una de sus cejas. Sonrió levemente besando su mejilla.
— Lo que mi Alpha quiera. — gruñe.
— Solo me estarás provocando y no quiero hacerle daño a mi delicada conejita.
Me carga en sus brazos parándose del césped conmigo en brazos, la camioneta negra en la que siempre Aiden me trae a la universidad en algunas ocasiones aparece y niego.
— Te castigarán por esto.
— Soy el Alpha no creo que quieran desafiarme.
Observo mi bolso y la mochila de Abdel, miro a Aiden negando. Me abraza a él besando mis sienes varias veces y sonrió sonrojada.
— Debes de dejar de hacer todo lo que tú quieras.
— No.
Lo miro con los ojos entre cerrados.
— Abdel Gani Z..
Me cubre la boca, muerdo su mano observandolo con los ojos entrecerrados y me cruzo de brazos enojada.
— Me pórtate bien si no vuelves a repetir mi segundo nombre hermosa. — rió al recordar cómo le enoja su segundo nombre.
இ
Llegamos a la casa y me carga como un costal de "conejos" como él dice, y no me baja hasta llegar a mi nueva madriguera ahora más grande y espaciosa.
— Yo quiero la otra casa.
— Ya eres una Luna y cuando lo nombremos hacia las manadas quiero tener cinco hijos.
Niego, — Para eso debo de quedar primero embarazada.