Eres Mía

Capítulo dieciocho

 

Te amo tanto mi bolita de nieve.

Sobo su pequeña cabeza dándole mimos para que deje de gruñir por su enojo, cierra sus ojos y se queda dormida. La cargo en mis manos mirando como su cabecita cuelga por el profundo sueño que le entró y sonrió, la pongo en mis brazos protegiéndola como si fuera una pequeña bebe. 

— Te amo tanto mi bolita de nieve.

Murmuró encantado por tenerla de esta forma en mis brazos, queriendo tenerla siempre así.

Beso su pequeña cara cerrando mis ojos para dormir con comodidad, sintiéndome relajado por tenerla conmigo sin ningún problema de por medio. 

Despierto con una leve sonrisa al ver que ella aún sigue en mis brazos, acarició su suave cabello esponjoso y su patita se mueve sin ella estar despierta. La dejó en la cama tapándola con una suave sábana para que no tenga frío, ella tiene una enfermedad por la que no puede transmitir calor con facilidad aunque ella no sabe de eso. Ya que sus padres y yo la disfrazamos con algo de su característica de coneja. 

Suspiro pasando mis dedos por su pequeña cabeza. 

Camino fuera de la cama hacia el baño para prepararme y estar listo antes de que mi hermosa conejita despierte. Salgo del baño con una toalla en mi cintura y miro a mi pequeña envuelta en las sábanas de regreso a su forma humana, me mira y tapa su rostro sonrojada. 

— Ponte ropa. — murmura, sonrió caminando hacia ella. 

La alzó cargándola en mis brazos, pone su mano en mi pecho nerviosa y suspiro mirando sus hermosas pecas de las cuales nunca me voy a aburrir de admirarlas. 

— Había dicho que te iba a ir mal, melocotón gruñona. — entrecierra sus ojos y hago lo mismo. Beso su nariz pequeña y sonrió caminando hacia el vestidor. 

— Lo siento. 

Ladeo mi sonrisa y niego besando sus labios, — Hoy iré al trabajo, deberás ir a la escuela sola. 

— ¡No!.— dice alterada.— Me harán daño ahora que saben de nosotros, esas chicas son malas. — la pongo arriba de una pequeña cómoda. Acomoda su camisa tapando su desnudez y gruño al ver que solo esa camisa la cubre. 

— ¿Entonces?. 

Hace un puchero como nunca antes. 

— Queremos estar protegidos. — gruño por como uso ese plural, en mi cabeza se instala que ahora pueden ser más de los que debo cuidar y con ese estado mi conejita está en un fuerte peligro. 

— Esta bien inventaré una excusa para ti.— paso algunos mechones salidos de su recogido por detrás de su oreja.— Ahora, ¿por qué no traes algo más aparte de esa camisa?. 

— B-bueno... — ríe nerviosa. — Tu siempre dices que te gusta que esté así... 

— Solo cuando estás en celo, esos días eres muy delicada a cualquier cosa en tu piel. — asiente. 

— Oh, bueno. 

Juega con su cabello nerviosa y baja su mirada cerrando sus ojos cuando me quito la toalla. 

— Ya me has visto desnudo, cariño. 

— Eso no quiere decir que esté acostumbrada. — me pongo mi ropa interior y agarro sus manos, las besó haciendo que vuelva a mirarme. — Abdel, ¿nadie ha vuelto a ir a tu oficina?. 

Miró su pequeño puchero en sus labios mientras trataba de sonar celosa. Trato de acomodar sus mechones rebeldes nuevamente, miro el despeinado recogido en su cabello y sonrió agarrando su cuello. 

— Siguen yendo pero no estoy en la oficina. 

— Oh, yo las correré hoy no quiero que nadie se acerque a mi Alpha. — me abraza aferrándose a mí con fuerza. Besa mis labios sin pensar demasiado en si hacerlo o no hacerlo. Sigo sus dulces y suaves labios agarrandola con delicadeza para no hacer algo que la dañe. 

— ¿Han cambiado a mi conejita?. — alzó una ceja mirando su sonrisa. — Oh, mi conejita se enojara si me ve con alguien tan atrevida. 

Bromeó. 

— Quiero bañarme contigo, ¿por favor?. — hace un ligero puchero antes de sonreír sabiendo que con ese pequeño gesto logra lo que ella quiere. 

— Mi conejita se enojara. — niega lentamente. — ¿Cómo sabes que no se enojara?. 

— Yo soy tu conejita y quiero un baño contigo de esos baños que cansan. — sonrió al ver que no se sonroja por eso. 

— Por supuesto. — beso sus labios sin contenerme por el dulce y fuerte aroma que emana de su cuerpo. Agarro sus piernas cargándola. Llegamos al baño y no espero a abrir las llaves del agua de la tina. 

Ríe separándose de mis labios negando la siento en la tina y abre las llaves con una risa el agua sale y me obliga a sentar, gatea y se sienta en mi regazo, agarra mi rostro y me besa con fuerza como nunca lo había hecho. Mueve su pequeña cadera encima de la erección que he ocultado desde que ví sus pezones a través de la camisa dejándolo pasar hasta verla sin sus bragas de corazones. 

Se separa un poco para recuperar el aire y jadea volviéndome loco. 




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