Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 1

CALISTA GRAHAM

CALISTA, 18 AÑOS.

Libertad.

Una hermosa y armoniosa libertad.

Sentía que por un momento, nada a mi alrededor existía. No tenía ninguna preocupación, ningún pensamiento, absolutamente nada. Solo era la naturaleza, invitándome a adentrarme aún más en ella y sin ninguna duda, era lo que estaba haciendo.

No sabía muy bien a qué velocidad estaba yendo. Solo dejaba que mis piernas fueran las responsables de guiarme hacia dónde ellas quisieran, sin importar nada y mis brazos eran quiénes esquivaban todo aquél obstáculo que se interponía en mi camino.

Con mi cabello alborotado por culpa del viento, esbozo una gran sonrisa, sintiéndome muy bien y en paz.

Sin embargo, antes de que pudiera seguir corriendo, mi oído captó un sonido, informándome de que alguien me estaba siguiendo, o al menos, estaba intentando seguir mi paso. De inmediato, dejo de correr y cierro brevemente mis ojos para poder concentrarme en oler mi alrededor y descubrir quién me estaba siguiendo.

Una nueva sonrisa creció en mis labios al reconocer a dicha persona.

Abro mis ojos y tiro mi cabeza hacia atrás, viendo el inmenso árbol que tenía delante de mí, en el que, sin dudar, decido trepar rápidamente, sabiendo muy bien que estando aquí jamás me encontraría.

A los pocos segundos, la persona llega a dónde anteriormente estaba. Continúo sonriendo cuando veo que estaba caminando de forma silenciosa, con el único fin de intentar sorprenderme, pero de nuevo, nunca lo lograba.

Además, ambos teníamos definiciones distintas acerca de caminar en silencio. Era muy ruidoso, aún si él pensaba que no hacía ningún sonido, estaba completamente equivocado. Su respiración, su corazón y hasta los pequeños movimientos que hacía con su cuerpo lo delataban por completo. Si no fuera un vampiro y no tuviera mis sentidos desarrollados, quizás y solo quizás, podría sorprenderme.

—Oh, vamos. —bufa, rindiéndose— Sé que me estás escuchando, Calista, ¿podrías salir de una buena vez? —pregunta, mirando a su alrededor— Jamás aceptaré que no podré asustarte, porque sé muy bien que ese día llegará. —afirmó, causando que mi sonrisa aumentara— Vamos, Calista, —me nombra, cruzándose de brazos— he venido a buscarte porque mamá me dijo que si no volvías ahora, llegaremos tarde a la preparatoria. ¿Sí recuerdas que los tres nos vamos juntos, cierto?

En silencio y con cuidado, me bajo del árbol y como él estaba de espaldas a mí, logré que no me viera.

—¡Bu! —grito.

Noah deja escapar un chillido, sorprendido y asustado.

—¡Por un demonio, Calista! —exclamó, mirándome con molestia, mientras que por mi parte me fue inevitable no carcajear al ver la reacción que tuvo— Te detesto, maldita perra. —gruñó y comenzó a caminar.

—Oh, muchísimas gracias. —agradezco, comenzando a caminar a su lado— Es muy lindo el sentimiento que tienes hacia mí, hermanito.

Arroja su cabeza hacia atrás y bufa, queriéndome demostrar lo frustrado que se sentía por mi presencia.

—Para la próxima piérdete, ¿okey?

—No, no te daré el gusto. —garantizo, poniendo mi brazo encima de sus hombros— Ahora, ¿te apetecería una carrera? —sonrío.

—¿Para quedar una vez más como un perdedor? —pregunta, apartando mi brazo y dedicándome una falsa sonrisa— Gracias, pero no gracias.

—Oh, vamos. —lo aliento— Te daré una ventaja de cinco minutos. Tal vez esta vez seas tú el ganador, ¿qué dices? —pregunto, emocionada por correr una vez más, porque sabía que en la preparatoria no podía utilizar mis poderes, por lo que intentaba usarlos lo máximo que podía cuando tenía la oportunidad.

—Bien. —acepta, deteniendo su andar— Pero nada de trampas, Graham. —me señala y me mira con sus ojos entrecerrados.

Levanto mis manos en defensa y sonrío. —No haré ninguna trampa, Graham.

Con una última mirada de desconfianza, Noah comenzó a correr.

Sin importar la ventaja que le había dado, estaba más que claro que le iba a ganar, «¿es que en serio no aprendía?» Aunque a decir verdad, me divertía y me enorgullecía ver como intentaba superarse a sí mismo, porque he de reconocer que desde que comenzó a competir conmigo, su rapidez ha aumentado y ha habido momentos en los que ha estado muy cerca de superarme, pero nunca lo lograba y dentro de mí, sospechaba que Noah también lo sabía, pero como le gustaba competir conmigo, seguía haciéndolo.

Bajo mi mirada hacia mi reloj de muñeca y veo que solo habían pasado dos minutos, pero como me estaba aburriendo de esperar, comienzo a correr y al minuto, corro por su lado, pasándolo.

—¡Dijimos sin trampas, tramposa! —gritó, molesto.

Así es la vida, amigo mío. —digo en su mente de forma burlona— Tan bonita pero tan cruel a la misma vez.

Lo escucho dejar escapar un nuevo grito, haciéndome carcajear.

En menos de lo que esperaba, me detengo frente a la puerta principal de nuestra casa. Extiendo una de mis manos hacia la perilla, pero antes de que pudiera tocarla, la puerta se abrió de manera brusca, dejándome ver a una Bianca completamente preocupada y nerviosa, mirando hacia todas partes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.