❝UN AROMA ADICTIVO❞
Cierro mis puños con fuerza y como no quería que nadie lo notara, pongo mis manos debajo de la mesa.
De fondo podía escuchar como el profesor estaba explicando una de las ecuaciones que había anotado, pero sinceramente no lo estaba escuchando como me gustaría. Lo único que podía escuchar era mi propia respiración y la respiración de los demás, sin mencionar el bombeo de sus corazones. Era un sonido que me estaba torturando por completo.
Lo que también me estaba afectando eran las incontables emociones que los demás estaban sintiendo.
Si bien había dicho que sabía controlarlo, «porque hacía meses que sabía de la existencia de mi don», he de decir que no lo sabía controlar del todo, mucho menos cuando debía estar encerrada en un salón, por más de una hora, con más de veinte personas dentro.
Cuando el timbre suena, anunciando que nuestra primera hora terminó, agarro mis cosas y salgo de inmediato del salón, intentando no chocar con quién sea que se interponga en mi camino.
Por fin, dejo escapar un suspiro, mientras caminaba directamente hacia mi casillero.
Era jodidamente difícil tener que luchar con algo así, sola. Sin embargo, dentro de mí sabía que era lo correcto mantenerlo en secreto, como Bianca me pidió.
—¡Calista! —gritó una de mis amigas detrás de mí.
Solo tenía tres amigas muy cercanas a mí, de las que dos de ellas eran mujeres lobo y en cuanto a la tercera, era humana, pero ella era la compañera de un hombre lobo.
Como ambos no se separaban por mucho tiempo, digamos que poco a poco se integró a nuestro círculo y como era un chico amable y carismático, no fue muy difícil que se integrara con rapidez. Sin embargo, estaba muy segura de que a Bianca le daría un paro cardíaco cuando supiera que mis amigos eran hombres lobo, pero aún más cuando el único chico de nuestro círculo, era un alfa.
Tanto Ámbar como Noah no se lo habían dicho y realmente se los agradecía, porque si Bianca lo supiera, sería capaz de enviarme a otra preparatoria y me mantendría vigilada en todo momento, «sin exagerar».
—Por fin te encuentro, mujer. —suspira, deteniéndose a mi lado— ¿En dónde estabas?
—¿En el salón? —respondo con una pregunta, mientras esbozo una sonrisa burlona.
—¿Sigues entrando a esos lugares? —pregunta, haciendo una mueca de desagrado— Bah, son una pérdida de tiempo.
—Tú también entras a esos lugares. —le recuerdo, abriendo mi casillero y viendo como Clarie recostaba su espalda en el casillero de al lado.
—Sí y por eso digo que son una pérdida de tiempo. —admitió, causando que dejara escapar una pequeña carcajada y logrando que por un momento, me olvidara por lo que estaba pasando.
Lastimosamente, ninguna de mis amigas sabía lo que era en realidad. Para todo el mundo era una humana. Hubo situaciones en las que quería contarles, pero después de recordar la desesperación con la que Bianca me dijo que no debía hablar con nadie sobre lo que era, simplemente guardé silencio.
Además, mis hermanos también me hicieron jurar que no diga nada y a cambio, ellos no le dirían sobre mis amigos.
—Okey, volvamos al tema por el que te estaba buscando. —menciona, ampliando su sonrisa— Me he enterado de una cosita, ¿quieres saberlo? Aunque de igual forma lo diré. —se encogió de hombros.
Cierro mi casillero y al verla, noto que se estaba mordiendo su labio y sus ojos brillaban de emoción. Sea lo que sea que quiera decirme, Clarie preferiría gritarlo.
—¿Qué cosita? —pregunto, sonriendo.
—Supe que el beta de la manada más jodidamente poderosa del maldito mundo, vendrá. —chilla, llamando la atención de algunas personas, pero a ninguna de nosotras nos importó— ¡Vendrá aquí, Calista! —exclamó, poniéndose delante de mí para agarrar mis hombros, y sacudir mi cuerpo con vehemencia.
Se me escapa una carcajada al verla actuar de esta manera.
Clarie no había encontrado a su compañero y si bien muchas veces decía que disfrutaba mucho de estar sola y de compartir varios momentos con muchas personas, sabía muy bien que estaba ansiosa por encontrar a su compañero.
Cuando salimos, su mirada está muy alerta a nuestro alrededor, por si su compañero decidía aparecer.
—Calma, fiera. —digo, agarrando sus brazos y apartándolos de mis pobres hombros— ¿Ahora me vas a explicar por qué también debería estar emocionada de que el supuesto beta aparezca? Solo es un lobo más, Clarie.
—¿¡Cómo!? —gritó— ¿Cómo puedes decir que es un lobo más, mujer? ¡Es él lobo, Calista! —exclamó, mirándome como si tuviera una segunda cabeza— Es un beta, alguien que comparte casi la misma responsabilidad que un alfa, ¡hasta podría decir que es más importante que uno! ¡Por favor, Calista! —chilla, agarrando una vez más mis hombros y me obliga a conectar nuestras miradas— Podría ser mi compañero, ¿no lo entiendes? —pregunta, con una gran sonrisa en sus labios.
Una gran oleada de su emoción me invadió, haciéndome sonreír.
—¿No eras tú quién dijo que le gustaba estar sola? —pregunto, apartando una vez más sus manos, pero esta vez sujeto uno de sus brazos y la obligo a caminar en dirección a la cafetería, en dónde seguramente estén los demás, esperándonos.
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Editado: 11.11.2024