Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 3

UNA VISITA INESPERADA

Me siento bruscamente en el sofá, bajo la atenta mirada de Bianca.

Sabía que no estaba contenta con lo que sucedió, pero no me podía culpar por algo que me era difícil controlar. Fueron mis instintos quienes me invadieron por completo y me obligaron a dejar de pensar con racionalidad.

—No te preocupes, nadie me descubrió. —digo, bajando mi barbilla.

—¿Te estás escuchando, Calista? —me preguntó, aturdida— ¿En serio piensas que nadie te descubrió después del escándalo que armaste? Sí, entiendo que no estabas bien, ¿pero por qué no me esperaste? ¡Por poco te veía un beta, Calista!

Levanto mi cabeza, mirándola.

—Lo lamento, Bianca. —me disculpo en un murmuro— Realmente no era mi intención reaccionar de la manera que lo hice, pero no era consciente de lo que estaba haciendo. ¿Cómo podría hacerlo cuando nadie me ha dicho cómo me debería controlar? —pregunto, sintiendo como una pequeña molestia comenzaba a aparecer en mi interior— Lo único que me has dicho es que debo esconder mi verdadero ser, pero nunca me has explicado lo que realmente significa ser un vampiro. Aún no entiendo lo que soy o lo que puedo llegar a hacer, y obligarme a esconderlo no me está ayudando de nada. —me descargo.

Suspiró, pero no dijo nada al respecto.

Un sentimiento de culpa comienza a crecer dentro de ella, pero de igual forma se mantuvo en silencio, debatiendo en su interior lo que diría a continuación. Pero cuando finalmente abrió su boca para decir algo, fue interrumpida por James quién abrió la puerta principal y entró a la sala con un rostro repleto de preocupación.

Luego de él, entraron mis hermanos, compartiendo la misma preocupación de James.

—No sé lo que está sucediendo aquí, pero el beta de Ronan está por el vecindario, junto con un par de hombres más. —menciona, caminando hacia la ventana para ver por un segundo y rápidamente las cierra— Todos están entrando a las casas buscando algo. —agrega, mirando a Bianca.

La tensión apareció y la preocupación aumentó. Lo que noté también fue el temor que creció en Bianca y en James, al comprender algo que curiosamente «por favor, nótese el sarcasmo», desconocía.

La mirada de Bianca recayó inmediatamente en mí.

—Okey. —suspira y toma el mando de la situación— Vayan a esconder cualquier evidencia que encuentren que pueda hacer que sospechen de Calista y si es necesario que usen magia, háganlo. —ordenó y cada uno la obedeció— Calista, ponte una vez más las lentillas por las dudas, pero si no es necesario que bajes, no lo hagas, ¿está bien?

—Sí, está bien. —respondo, sabiendo que no era un buen momento para desobedecer.

Como los demás estaban ocupados siguiendo la orden de Bianca, me levanto del sofá y camino hacia las escaleras, dispuesta a ir a mi habitación, en dónde sabía que tenía otras lentillas de repuesto, porque las que tenía en un principio me las había sacado en la preparatoria y como no tenía dónde guardarlas, tuve que arrojarlas a la basura.

Cuando me encuentro en la mitad de las escaleras, repentinamente todo mi cuerpo se endureció y mi mano apretó fuertemente el barandal. Por segunda vez, siento el mismo aroma que me golpeó en la preparatoria.

Cierro inconscientemente mis ojos, disfrutando del embriagador aroma. Aún seguía sin ser el aroma propio de la persona, por lo que deducía que el mismo hombre que había salido del despacho de la directora, se estaba acercando a nuestra casa.

Un segundo después, golpea la puerta, obligándome a volver a la realidad.

Sigo de inmediato mi camino, dirigiéndome a mi habitación y cuando entro, escucho como Bianca deja escapar un suspiro y después, sin hacerlo esperar más, abrió la puerta.

—Buenos días, señora Graham. —saludó una voz masculina, mientras me dedicaba a buscar mis lentillas— Lamentamos la molestia. Solo esperamos no haber interrumpido algún momento importante, pero nos es necesario entrar para inspeccionar su hogar. —pidió con respeto— Solo tomará unos minutos. Lo prometo.

—¿Por qué? —preguntó James— ¿Ha sucedido algo?

—No, nada de lo que deba preocuparse, señor. —respondió, justo cuando por fin encuentro mis lentillas— Solo es algo de rutina. Como dije, no tomará más de unos minutos, ¿podemos pasar?

—Sí, claro. —acepta Bianca, dejándolos pasar.

—¿Me podrían decir cuántos viven en el hogar?

Lavo y seco rápidamente mis manos, para después agarrar una de las lentillas con mi dedo índice y con cuidado, abro mi ojo con ayuda de mi otra mano para poder poner la lentilla de forma correcta.

Resoplo cuando siento como una gran irritación me invadió al habérmelo puesto. Con rapidez me lo saco y pestañeo varias veces, queriendo que la irritación disminuyera.

«Oh, vamos, ahora no, carajo, ¿es en serio?»

Con más cuidado, lo intento una vez más.

—Contando a nuestros hijos, somos cinco. —respondió Bianca.

—¿Podría pedirles que vengan?

—Sí, sin ningún problema.

A medida que terminaba de poner la segunda lentilla en mi ojo, escucho como Bianca subía las escaleras y se acercaba a mi habitación.




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