Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 13

SED DE SANGRE

Recuesto mi espalda contra un árbol, sin poder despegar mi mirada del mismo lugar en dónde mi familia desapareció.

Sabía que podría haber decidido ir con ellos, pero de igual modo, también sabía que no podría soportar estar mucho tiempo alejada de Ronan y decirle la razón por la que me iría tampoco era una buena opción. Aún no sabía lo que Ronan pensaba acerca de los vampiros y era algo que quería descubrir mientras me quedaba aquí.

Su aroma me invadió y a los pocos segundos se detuvo a mi lado.

—¿Te encuentras bien?

—No como me gustaría estarlo. —admito.

Levanta una de sus manos y la pone en mi mentón, para acto seguido, sentir cómo giraba mi cabeza en su dirección, y me obligaba a conectar nuestras miradas.

—¿Tuve que ver en algo para que ellos se fueran?

—No, para nada. —respondo, sacudiendo la cabeza— Se fueron por cuenta propia.

Como dije, no era una buena opción que Ronan supiera la verdadera razón, al menos no hasta que sepa mejor la historia que hay aquí con los vampiros.

Se queda unos segundos en silencio, sin despegar su mirada de la mía.

Sabía que él sospechaba que no estaba diciendo algo, pero asimismo, tampoco me obliga a que lo diga, y era algo que agradecía por completo. No era un buen momento, mucho menos con sus padres aquí.

—No quiero que me malinterpretes. —se adelanta a decir— Me gusta que estés aquí y que hayas decidido quedarte, pero, ¿por qué no te fuiste con ellos?

—Yo… —murmuro— No quería. —admito y noto como de inmediato un brillo aparecía en su mirada— Quería quedarme contigo.

La mano que sujetaba mi mentón poco a poco subió hacia mi mejilla y la cubrió.

Aún sin decir nada, sus ojos verdes en ningún momento dejaron los míos y cuando abro ligeramente mi boca, dispuesta a decir algo más, él estampó su boca contra la mía, interrumpiendo mi habla de inmediato.

No era un beso lento, sino todo lo contrario. La desesperación y la rudeza era lo que más lo caracterizaba. Lo hacía como si fuera la última oportunidad que tenía para besarme y sin importar qué, lo aprovechaba al máximo.

Lo siento poner su otra mano en mi cadera y de un solo tirón, me estampó contra su cuerpo, causando que dejara escapar un pequeño jadeo. Levanto mis brazos hacia su pecho y con mis manos, sujeto parte de su camisa y le respondo el beso con la misma intensidad.

Ronan me obliga a dar unos pasos hacia atrás, hasta que siento como mi espalda se estampa contra uno de los árboles y en el momento que aceleró el beso, dejo escapar un nuevo jadeo y siento como todo mi cuerpo, más específicamente mis piernas, se vuelve gelatina, por lo que agradecía tener mi espalda apoyada a algo, porque de lo contrario, me habría caído.

Disminuyo el agarre que tenía en su camisa y retiro mis manos, para acto seguido, subir por su pecho, sus hombros, hasta llegar a su cuello. Pero cuando mis dedos hicieron contacto con el sitio en dónde se encuentra su arteria, me tensé y mi cuerpo comenzó a cambiar. Lo primero fueron mis colmillos al sentir la sangre recorrer rápidamente su cuello, y sé por experiencia que mis ojos se encontraban de otro color.

Negándome a hacer algo de lo que después me arrepentiría, me obligo a alejarme de él a toda velocidad, y estampar mis manos en otro árbol.

Cierro fuertemente mis ojos y bajo mi barbilla, queriendo apartar cualquier pensamiento que me haga querer beber su sangre. Aunque no únicamente era mi mente la que debía calmar, sino mi cuerpo en general.

Su aroma golpeaba mi nariz.

Su sabor, «el que recordaba pero poco a poco desaparecía» inundaba mi boca, pidiéndome a gritos que lo volviera a probar.

Una gran fuerza en mi interior crecía y luchaba conmigo para que de una buena vez deje de luchar contra mis instintos y vaya contra él, para beber su sangre.

Logro escuchar como Ronan se acerca a mí, causando que mi respiración y mi corazón se agitaran.

—Deja de contenerte, Calista. —me pidió, extendiendo su mano hacia mí, pero antes de que me pudiera tocar, me alejo de él— No hay nadie más aquí con nosotros. No debes de fingir, ni mucho menos esconder lo que eres. Abre los ojos, preciosa —murmura, sin hacer ningún movimiento— y déjame ver lo que por tanto tiempo te han obligado a esconder.

Suspiro con dificultad y lentamente subo mi cabeza, abriendo también mis ojos.

Conecto mi mirada con la suya, y como la primera vez, no había temor, ni mucho menos desprecio. Solo había adoración y amor, sin ninguna mala emoción de por medio. Sabía muy bien que mis ojos estaban rojos, pero Ronan en ningún momento se apartó, sino que de lo contrario, dio unos pasos hacia mí, esbozando una pequeña sonrisa, pero yo no se la podía devolver, porque toda mi atención se encontraba luchando contra mi propio cuerpo para mantenerme en mi lugar.

—Lo siento. —me disculpo, con mi respiración pesada— Cada vez que estoy cerca de ti, la necesidad de sangre es mayor. —admito.

—¿Antes no era así?

Trago duro.




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