❝VAMPIRO❞
Tomo una gran inhalación, como si el aire no hubiera entrado a mis pulmones en un largo tiempo y me siento, con la espalda erguida y con mi cuerpo completamente rígido.
Mi pecho comienza a subir y bajar de forma rápida y siento de inmediato como mis manos y mis brazos empiezan a temblar. Un gran dolor se instaló en mi interior, como si una daga hubiera atravesado mi corazón. Toda mi vista se encontraba nublada por culpa de las lágrimas que en ningún momento dejaron de caer, sin embargo, aún sabiendo que mi vista no era la mejor, comienzo a recorrer mi mirada por la habitación, queriendo saber dónde estaba y qué era lo que estaba sucediendo conmigo.
Pero, para mi desgracia, no reconocía el lugar y mucho menos sabía lo que estaba pasando.
Una muy mala sensación recorría mi cuerpo, y por extraño que parezca, me generaba mucho temor hacer cualquier movimiento como levantarme, o abrir la puerta.
Levanto mis manos para poder limpiar mi rostro de las lágrimas, pero cuando bajo mi mirada hacia mis palmas, mi respiración se detuvo abruptamente y mi corazón empezó a bombear de forma muy agitada.
Ambas manos estaban repletas de sangre, mucha sangre.
«Oh, no, ¿qué fue lo que hice?»
Lentamente, giro mi cabeza hacia mi lado izquierdo y veo que debajo del edredón, había algo, o mejor dicho, alguien. De un momento a otro, un gran miedo abrasador me golpeó y un escalofrío se deslizó por mi espalda, como si mi cuerpo se estuviera preparando para lo que sea que haya debajo de aquel edredón.
De manera instintiva, me alejo de esa parte, pero aún me quedo en la cama. Aún con mi mano temblando, la extiendo hacia el edredón y agarro el inicio. Rápidamente y sin perder tiempo lo aparto, pero al hacerlo, inmediatamente, me levanto y me alejo de la cama hasta golpear mi espalda contra la pared.
Cubro bruscamente mi boca, amortiguando un grito que se escapó de mi boca.
Era un hombre.
Y estaba muerto.
Todo su cuerpo estaba repleto de sangre. Su cuello, sus brazos, su pecho y hasta sus piernas estaban cubiertos de mordidas.
Apoyo aún más mi espalda contra la pared cuando siento que mis piernas dejaron de funcionar.
¿Quién era esa persona? ¿Por qué estaba acostada a mi lado?
No lo entiendo, ¿por qué el dolor en mi pecho aumentó en el momento que mi mirada se conectó con esa persona? No lo conocía, pero entonces, «¿por qué estaba aquí?»
Cada vez me era más difícil apartar la mirada de él, y por consiguiente, el dolor en mi pecho no dejaba de crecer y mi respiración no se calmaba.
¿Cómo alguien pudo hacer una cosa como esta? ¿Cómo pudieron asesinarlo de esta forma tan cruel? ¿Quién fue el responsable y por qué lo hizo?
Frunzo el ceño cuando una pregunta en particular me invadió.
¿Fue alguien más quién lo hizo o…?
Sacudo rápidamente la cabeza, negándome a creer lo que mi mente está sospechando.
No, no, es imposible.
Yo no pude haberlo hecho.
«¿Cómo tan siquiera podría hacerlo, carajo?»
Las mordidas que se veían en su cuerpo eran muy profundas. Tuvo que haberlo hecho un animal. Pero, de igual forma, si fue un animal quién lo hizo, seguía sin entender por qué yo seguía con vida.
Aún afectada por lo que estaba viendo, me obligo a caminar hacia la puerta que estaba a mi lado, la cual al abrirla, supe que era el baño.
En el momento que entro, mis manos se estampan decisivamente contra la pared, sin poder sostener del todo mi cuerpo. Lentamente camino hacia la encimera y me sostengo de ella, ocasionando que la sangre que aún permanecía en mis manos, encunciara gran parte de la reluciente encimera blanca.
Levanto mi cabeza hacia el espejo, pero cuando mi mirada se conecta con mi reflejo, otra exclamación salió de lo más profundo de mi ser y me vi obligada a caminar hacia atrás, e impactar mi espalda contra la pared de forma brusca.
Abro ampliamente mis ojos, sorprendida y con un gran temor.
¡Tenía colmillos y mi boca estaba manchada de sangre!
«No, no, no, ¡joder!»
Sacudo repetidas veces la cabeza.
Era imposible.
Tengo que estar en sueño. No hay otra explicación.
Aún perpleja por lo que mis ojos estaban mirando, levanto una de mis manos y toco cuidadosamente uno de mis colmillos, queriendo comprobar si eran verdaderos, pero cuando siento que realmente eran míos y no era ninguna alucinación, mi corazón se agitó y mi pecho subió y bajó de forma muy repetida.
«¿¡Qué me estaba pasando!?»
Vuelvo a negar con la cabeza, y alejo mis manos para acto seguido, cerrar fuertemente mis ojos, y obligar a mi mente a despertar.
No es cierto.
Estoy en un sueño.
«¡Vamos, despierta!»
No obstante, en vez de despertar, la comprensión se apoderó de mí y supe de inmediato lo que estaba sucediendo.
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Editado: 11.11.2024