Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 18

CEGADO POR LA FURIA

Muevo repetidas veces mi pierna, nervioso y preocupado por cualquier noticia que Grayson me diga acerca de su estado. Cuando se desmayó la traje inmediatamente con él, y cómo la conversación que tuve con Calista no demoró demasiado, seguía siendo de madrugada y había muy pocas personas. Las pocas que nos notaron solo se preocuparon por el estado de su Luna, pero sabiendo que no era un buen momento, no preguntaron nada al respecto y mantuvieron su distancia.

Diana y Zaid también estaban conmigo en la sala de espera. Todos nos sentíamos preocupados por Calista, mucho más cuando Grayson supo que se había desmayado de nuevo y dijo que no era algo bueno.

Solo ansiaba que estuviera equivocado y que volviera con buenas noticias.

En el momento que Calista me miró y supe que ya no me recordaba, fue como si alguien me arrancara el corazón de una estocada. No quería que esa mirada volviera a estar en ella otra vez. Fue muy doloroso comprender que una vez más, me había olvidado. Pero me dañaba en gran parte porque sabía que le estaba causando mucho daño a ella y me culpaba a mí mismo por no saber cómo ayudarla.

Solo necesitábamos un poco más de tiempo para encontrar una solución. Pero, ¿cómo podríamos encontrar algo cuando Calista seguía teniendo estos episodios?

Era como si algo estuviera impidiendo que mejore, pero ¿qué?

—Ronan, hijo. —me llama mi madre, caminando hacia mí con mi padre a su lado— ¿Qué está sucediendo? ¿Calista se encuentra bien? —pregunta, preocupada.

—No estoy muy seguro. —digo, con un gran nudo en la garganta.

—Oh, cariño. —suspira, acercándose por completo a mí para poder rodear sus brazos en mi cuerpo y comenzar a acariciar mi espalda— Tranquilo, hijo. Confía en que ella estará bien.

No dije nada más y mi madre tampoco insistió. Solo se sentó a mi lado y mantuvo su mano en mi espalda, dándome su apoyo, pero nada de lo que estaba sucediendo a mi alrededor me era de importancia. Solo deseaba que Grayson saliera de una buena vez de la habitación en dónde se encerró con Calista, y me dijera que todo estaba bien.

—Ronan, ¿podemos hablar?

Levanto mi cabeza y conecto mi mirada con Zaid, quién se mantuvo unos pasos separado de mí, esperando a que lo siguiera para hablar con él. Por un momento pensé en decir que no era el momento adecuado para hablar, pero al notar lo seria que era su mirada, supe que era algo muy importante y que no podía esperar.

Con un suspiro me pongo de pie y al segundo veo que comienza a caminar y yo, sin decir nada, lo sigo hacia una de las esquinas alejados de los demás, pero aún manteniendo mi atención en la puerta en dónde Grayson saldría en cualquier momento.

—¿Qué pasa?

Zaid suspira y se gira en mi dirección.

—Cuando dijiste que Calista estaba viendo algo por la ventana minutos antes de desmayarse, mandé a unos hombres a investigar los alrededores. —menciona y de inmediato giro mi cabeza en su dirección.

—¿Lograron descubrir algo? —pregunto, con todo mi cuerpo en alerta.

—Sí, algo. —asintió, sin estar muy convencido— Encontraron un rastro de un lobo. Pero no había ningún aroma que les dijera a qué manada pertenecía. Si no fuera por el rastro que dejó, habrían regresado sin ninguna información y sin nada que debamos preocuparnos.

Frunzo el ceño. —¿A qué te refieres con que no había ningún aroma?

Zaid abrió su boca, dispuesto a responder, pero un grito desgarrador lo interrumpió.

Giro inmediatamente mi cabeza hacia la puerta y supe, sin ninguna duda, que el grito salió de la habitación en dónde Grayson entró con mi compañera, pero el grito no pertenecía a Calista, aunque el haber hecho esa deducción no disminuyó mi preocupación.

Con desesperación y con mi corazón acelerado, camino hacia dónde se encontraban los demás, pero continúo mi camino hacia la puerta.

Sin embargo, me detengo abruptamente en el momento que Grayson abrió la puerta y salió, para después conectar su mirada únicamente con la mía.

«Pero, ¿qué carajo?»

Siento como mi respiración se corta y todo mi cuerpo se tensa.

Su bata estaba salpicada de sangre, pero era en sus manos en dónde había más cantidad, hasta el punto de que la sangre corría por su piel, cayendo al suelo y arruinando la blanquitud que tanto lo caracterizaba.

—¿Qué demonios sucedió? —exclamó mi padre, perplejo— ¡¿Qué pasó ahí dentro?! —exigió saber, pero el doctor seguía con su mirada fija en la mía.

—Pidió verlo, Alfa.

—¡¿Quién lo pidió?! —gritó otra vez, molesto por no recibir una respuesta.

—Quédense aquí. —ordeno.

—No, Ronan. —negó de inmediato— No vas a entrar a esa habitación hasta que no sepamos lo que está sucediendo.

—No fue una jodida pregunta, padre. —gruño, apretando mis puños— Deja de interferir en mis decisiones, ¿quieres? —exijo, y sin esperar una respuesta por su parte, comienzo a caminar hacia la habitación, pasando por al lado de Grayson, quién aún se mantenía fijo en su lugar, como si aún estuviera procesando lo que acababa de suceder.




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