Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 19

HUYENDO DEL PELIGRO

CALISTA

La culpa poco a poco aumentaba y me hacía sentir mucho más miserable.

Tendría que haberme detenido cuando era necesario, pero no logré hacerlo, y aunque luché contra mi propio ser para obtener de nuevo el control, fue en vano.

No funcionó, nada de lo que hice sirvió y me culpaba por ello.

Cuando recuerdo las miradas que me dedicaron en el momento en que supieron quién era yo en realidad, mi corazón se comprime. No solo era miedo, sino que también había ira. No fue necesario que diga nada, que ellos ya me querían amordazar.

No permitieron que dijera que no era peligrosa, porque ellos ya sabían que lo era, «y no estaban equivocados». Hubo un momento en el que puedo jurar que sus intenciones fueron matarme, y ahora que todo sucedió, puedo decir que era lo que me merecía.

Tenían razón. Era muy peligrosa. Tuve que luchar contra mí misma para controlarme, cuando una persona normal no debería de tener que controlar sus propios instintos para no lastimar a otra. Solo lo haría un monstruo. Algo como yo.

Me odiaba a mí misma por lo que causé. Asesiné a dos hombres y lo que más me generaba rabia era saber que en el momento que los drenaba, no había nada de culpa o arrepentimiento que me prohibiera hacerlo. Solo fue después, al ya estaban muertos. Sé que eran lobos «mis enemigos por naturaleza» y no habían escogido bien sus palabras para pedirme que me relajara, pero ¿realmente se merecían ser asesinados de esa forma? La respuesta es un rotundo no y estoy dispuesta a recibir cualquier consecuencia que hayan decidido por mis actos.

Oí que me llevarían al centro de la manada, y aún con mi cabeza baja puedo escuchar que varias personas se estaban aglomerando y comenzaban a murmurar, confundidos, sin comprender lo que estaba sucediendo.

Ambos hombres que estaban a mis lados, sujetando mis brazos, me agitan y me obligan a caminar más rápido. Siento que un tercero camina a mis espaldas por si intentaba escapar, pero no iba a hacerlo. No escaparía más, no ahora.

Unos segundos después nos detenemos, pero ninguno se aparta de mí. Tampoco dicen nada. Solo esperan a que todas las personas terminen de llegar.

Ya sabía lo que harían a continuación. Sin importar mi aroma que poco a poco se expandía a nuestro alrededor y hacía que algunas personas jadearan, sorprendidas y asustadas, me obligarían a que mi verdadera naturaleza salga a la luz y todas las personas aquí presentes lo presencian y después, seguramente, me asesinen.

De un momento a otro siento como una mano toma gran parte de mi cabello en un puñado y me obliga a echar la cabeza hacia atrás, para que todas las personas pudieran ver mi rostro. La mayoría (una vez más) dejó escapar un gran jadeo de perplejidad, y dieron un paso hacia atrás, sabiendo muy bien lo que era.

Ya no había ningún inhibidor de aroma dentro de mí.

Era completamente vampiro y todos lo descubrieron.

—¡Un asqueroso vampiro se infiltró en nuestra manada! —gritó el guardia que me sujetaba con fuerza— ¡Quería liberar al otro vampiro para poder ir con los demás! ¡Tenían planeado volver para asesinarnos a todos! —exclamó, causando que varios gritaran horrorizados.

Frunzo ligeramente el ceño al oírlo hablar.

«¿Había otro vampiro aquí?»

—¡Ahora le haremos pagar por pensar que podría llegar a vencernos! ¡¿Qué dicen?! —pregunta en general y en menos de un parpadeo, todos gritan con euforia, aceptando lo que el hombre decía.

Una pequeña lágrima cae por mi mejilla.

Ya no podía soportar el dolor que se generaba en mi pecho. Quería que terminara de una buena vez, pero sin importar qué, me negaba a hacer algo al respecto para impedirlo o de otra forma, apresurarlo. Era mi deber aceptar cualquier consecuencia.

El guardia gira su cabeza en mi dirección y me dedica una mirada de sumo desprecio.

—Asesinaste a mi hermano. —murmura para que nadie más pudiera escucharlo— Te haré pagar, maldito vampiro.

Cierro fuertemente mis ojos al escuchar su comentario, recordándome una vez más lo que había hecho. No solo le quité la vida a aquellos hombres, sino que también dañé permanentemente a sus familiares y a quiénes eran cercanos a esas personas.

Un duro golpe en mi mejilla ocasionó que mi cabeza fuera lanzada hacia un lado.

Tanto el dolor como el ardor en mi mejilla era algo que nunca en mi vida había experimentado, y aunque sintiera una gran furia en mi interior que me exigía que lo detuviera, me obligo a permanecer cómo estoy, aceptando el castigo.

—¡No se atrevan a volver a ponerle una mano encima! —rugió Ronan, corriendo en mi dirección, pero su andar fue abruptamente interrumpido cuando su padre y unos hombres más lo sujetaron— ¡¿Qué jodida mierda piensan que están haciendo?! ¡No me toquen y es una puta orden! —exigió, pero nadie lo obedeció.

Rápidamente también detuvieron a Zaid al ver que tenía intenciones de llegar a mí.

—¡No se detengan! —ordenó Edmon.

La atención del guardia regresó a mí.




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