Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 21

CONFÍA EN TI

La respiración se me cortó.

—¿Carl está…?

Lo veo esbozar una pequeña sonrisa.

—Sí, está con vida. —afirmó— Y apuesto lo que sea a que se largaría a llorar cuando te viera llegar conmigo.

—¿Y qué sucedió con mamá? —pregunto, sin poder detenerlo.

Cuando su sonrisa desapareció y una oleada de dolor y culpa me invadió, el arrepentimiento de haber abierto la boca me golpeó.

—Tu madre… —suspira y baja su barbilla.

—Lo siento, yo…

—No, estás en tu derecho de saberlo.

—Pero no es necesario que me lo respondas ahora. Sé que… —digo, y me tomo un segundo para respirar lenta y profundamente— Sé que ya no está con nosotros.

—Es cierto, ya no lo está. Fue en la guerra. No sé muy bien cómo sucedió, porque no estaba ahí… y no sabes lo mucho que me arrepiento de no haber estado.

Sacudo mi cabeza de inmediato, estando en desacuerdo con lo que estaba diciendo, pero él mantenía su cabeza gacha y no me estaba prestando atención.

Aún sin decir nada, me levanto de mi lugar y camino hacia él, sentándome a su lado.

—Como tú, tampoco sé lo que sucedió. Pero por el sentimiento que estás teniendo por ella y por lo poco que me contó Bianca sobre mi madre, estoy segura de que ella no estaría de acuerdo con que te sientas culpable por algo que no sabías que sucedería. —garantizo, mientras pongo una de mis manos encima de su brazo, y él, poco a poco, gira su cabeza, mirando primero mi mano y después, subiendo despacio su cabeza, hasta conectar su mirada con la mía— Como dije, no tengo recuerdos de ustedes, pero no puedo ignorar las incontables emociones que se producen en mi interior cuando te miro, o cuando pienso en mamá. —menciono, afligida y con mi mirada cubierta por una neblina de dolor.

Lo veo levantar uno de sus brazos y acercar su mano hacia mi mejilla.

Con su pulgar, limpia una solitaria lágrima que se había escapado de mi ojo.

—Tú tampoco deberías sentirte culpable por lo que sucedió.

—No, yo…

—No es tu culpa, Calista. —negó con más convicción— Aún no sabes controlarte y no deberías culparte por ello. No te estoy pidiendo que te olvides de lo que sucedió, sino que aceptes que cualquier reacción que hayas tenido, no volverá a suceder, porque estás dispuesta a cambiar y a controlar mucho mejor lo que hay dentro de ti. —agrega, con su mirada fija en la mía— Es lo que quieres, ¿cierto?

—Sí, es lo que más quiero. Pero, ¿cómo?

Sus comisuras se elevan, esbozando una pequeña sonrisa. —No estás sola, hija. Ahora estás conmigo y junto con tu hermano, te ayudaremos a controlar tu don.

Le devuelvo la sonrisa y sin nada qué decir, lo abrazo una vez más, posando mi cabeza en su pecho. Una de sus manos fue a parar a mi cabeza y en el momento que comenzó a acariciar, una nueva oleada de paz me invadió, causando que mis ojos se cerraran y todo mi cuerpo se relajara.

—Tu madre era una mujer extraordinaria. —murmura, melancólico— Siempre solía tener una solución para todo, ¿sabes? Recuerdo muy bien que era una gran luchadora. Nadie lograba vencerla. Tu hermano, Carl, lo intentó, creyendo que era el mejor, pero tu madre le dio su merecido y le dijo que nunca subestime a una mujer, porque el luchar no solo se trata de fuerza, sino de inteligencia y en aquel entonces, tu hermano carecía de inteligencia. —menciona, burlón e inevitablemente, esbozo una sonrisa.

No era necesario que dijera nada, que él sabía lo que necesitaba.

No quería preguntarle acerca de mi madre porque pensaba que era un tema delicado, pero no fue necesario decir nada, porque él logró descifrar mi silencio.

—¿Y tú?

Un profundo estruendo vibra desde su pecho y lo escucho carcajear.

—Oh, no, para nada. A diferencia de tu hermano, yo era muy inteligente, por lo que nunca la subestimé, y por lo que he podido ver, tú eres similar a ella. Sé que ya lo dije, pero no sabes lo orgulloso que me siento por ver en la mujer que te has convertido, mi niña. —menciona, acercándome más contra él y causando que nuevas lágrimas cayeran por mis mejillas— Y créeme cuando te digo que tu madre se estará sintiendo de la misma forma. Lo sé.

—Pero lo que hice… —digo, sin poder olvidarlo.

—Nada de lo que hayas hecho me hará cambiar de opinión. —me aseguró, al mismo tiempo que sentía como me apartaba para que pudiera verlo a los ojos— Sé que te está afectando demasiado lo que sucedió, pero no permitas que el recuerdo consuma tu vida. Ya te has atormentado lo suficiente por algo que aunque quieras, no podrás cambiar. —suspira— Si sientes tanto miedo de ti misma, más que evitar el sentimiento, intenta entenderlo. Sé que no será sencillo, pero como dije, no estarás nunca más sola, hija. Te ayudaremos en lo que sea necesario para que puedas vivir con libertad, y que el temor no te impida continuar, ¿okey?

Asiento y esbozo una sonrisa, a pesar de que sentía un gran nudo en mi garganta.

—Okey. —logro decir.

—Muy bien, pero primero descansaremos y después, iremos con tu hermano. Volveremos a ser la familia que siempre fuimos, mi niña. —me aseguró, volviendo a rodear mi cuerpo con sus brazos, dándome un reconfortante y cálido abrazo— Volveremos a estar juntos, y nadie volverá a separarnos. Lo juro.




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