Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 22

UNA VERDAD DOLOROSA

Solo nos tomó unos cuantos minutos llegar a la cueva.

En el transcurso del camino, no hablé con Carl ni con algún otro, no porque no quisiera hacerlo, sino porque sabía que no podíamos perder el tiempo, y lo mejor era que llegáramos lo más rápido que podamos con nuestro padre, y después, como le dije, respondería a cualquier duda que tuviera.

—Es por aquí. —digo, dejando de correr y poder entrar a la cueva, con Carl a mis espaldas.

De inmediato pude verlo.

Seguía en la misma posición, con la única diferencia de que ahora su corazón apenas latía y su respiración era mucho más débil.

Corro hacia él. —Estoy aquí, papá. Carl también lo está. —le informé, pero no obtuve ninguna respuesta y sabía que no la obtendría— Está muy débil. —digo, girando mi cabeza hacia Carl con preocupación— Se habrá desmayado por el dolor. Me dijo que le habían dado algo para que su curación se retrasara.

—Tenemos que llevarlo ahora mismo. Ayúdame a cargarlo, Gael. —pidió, mientras se acerca a nuestro padre, junto con Gael— Dudo que vaya a despertar pronto. Los malditos lobos lo dejaron muy herido. —bufó con molestia, para acto seguido, sacarlo de la cueva, conmigo detrás— ¿Hay algún problema? —pregunta a los que se quedaron fuera al verlos un tanto inquietos.

—Se acercan, Carl. —le informa Line, mirando a su alrededor— Son muchos.

—Corran sin mirar atrás. —ordenó de inmediato— Intenten despistarlos, pero no se detengan a luchar, ¿entendido? Lo más importante ahora es llegar con los demás sin que ninguno nos descubra. ¡Corran! —exclamó, y sin más palabrerías, comenzamos a correr.

A pesar de que Carl y Gael sostenían a mi padre, podían correr sin mucho impedimento, por lo que me pongo a un lado de él, y obedezco su orden.

Cuánto más corríamos, más nos alejábamos de los lobos que se encontraban a nuestro alrededor. Supe también que ningún lobo nos había descubierto, porque ninguno estaba corriendo en nuestra dirección, sino que de lo contrario, solo se encontraban por los alrededores. Lo mejor fue habernos alejado de la cueva, porque si nos hubiéramos quedado unos segundos más, seguramente nos habrían descubierto.

Lo que no me pasó desapercibido fue el aroma que emanaban. Eran lobos pertenecientes a la manada de Ronan.

Un sentimiento de melancolía se instaló en mi pecho.

«¿Se encontrará bien? ¿Se sentirá molesto porque aún no había regresado a él?»

No quería que se sintiera molesto o desconfiara de mí, pero si lo hacía, no podía culparlo. Ronan había pasado por algo, no estaba muy segura de qué, pero sabía que algo había sucedido cuando un gran dolor me inmovilizó. Pero como dije, solo esperaba que no fuera nada malo, porque si alguien le había hecho daño, quiera o no, sabía que no lograría controlarme.

Cuando se trata de Ronan puedo llegar a ser muy inestable, y sinceramente, era lo que más miedo me daba.

¿Cómo puedo no sentir miedo cuando hubo momentos en los que no lo reconocía?

Solo ansiaba que mi mente dejara de estar en mi contra. Necesitaba tenerla de nuevo conmigo, de mi lado, porque de lo contrario, terminaría viéndome obligada a alejarme de Ronan para proteger su vida… de mí.

Varios minutos después, ya no corríamos y nos encontrábamos todos juntos. Los lobos no nos descubrieron y ya no estaban cerca de nosotros. Sin embargo, a pesar de que ya no corríamos peligro, en algún momento llegarán a la cueva y sabrán que estuvimos ahí, pero por esa razón, los demás se habían separado de nosotros para dejar su aroma impregnado en más lugares, por lo que sin duda, no nos encontrarán.

Tomo una profunda respiración cuando siento que estábamos por llegar a su guarida.

La emoción y la ansiedad que se generaba dentro de mí era asfixiante y apenas lograba controlar mi acelerado corazón. La reacción que estaba teniendo no era precisamente por conocer el lugar, sino a las personas. Saber que existen más como yo era una cosa, pero ahora saber que voy a conocerlos en persona es más de lo que algún día imaginé. Sin mencionar que había encontrado a mi verdadera familia, algo que pensaba que jamás sucedería.

«¿Cómo todo pudo cambiar tan de repente?»

Un día estaba en la preparatoria, hablando tranquilamente con mis amigas y al siguiente día, Ronan apareció e hizo que mi vida cambiara por completo, y no solo por lo que él mismo me hacía sentir, sino que también había podido reencontrarme con mi familia, a quién creía muerta.

—Ya llegamos. —me informa Carl, haciéndome volver a la realidad— ¿Nos acompañas a llevarlo? —pregunta en mi dirección y yo asiento a modo de respuesta y los sigo, a medida que mi mirada recorría todo el lugar.

Aún nos encontrábamos en el bosque, rodeados de una bellísima naturaleza. Su guarida, o mejor dicho, en dónde estábamos, no era una guarida en cuestión, porque no había algún indicio que dijera que aquí era en dónde la mayoría se encontraba viviendo. No se veía ninguna casa. Lo único que se podía notar (y hay que ver bien para hacerlo) eran algunas pequeñas cuevas muy bien escondidas. Algunas detrás de ciertos árboles, o mismo de hojas, que si pasabas rápido, no notarías que solo se trataba de una cortina.




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