Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 23

UNA CHARLA EN LA MADRUGADA

Acelero el ritmo de mis piernas al correr y dejo que sea mi cuerpo quién me guíe.

Luego de su revelación, dije que necesitaba un tiempo y sin esperar su respuesta, comencé a correr, alejándome de cualquier persona. Lo escuché gritar mi nombre en un momento, pero por suerte, no me siguió y dejó que me fuera.

Ya no estaba soportando el dolor en mi cabeza, pero asimismo, me era muy difícil dejar de pensar en mi madre. ¿Cómo hacerlo, sin embargo? Saber que presencié su muerte y logré ver quién lo hizo, pero de igual forma no poder recordar nada, era muy molesto y me producía una impotencia que dudo desaparezca pronto.

Dejo escapar un grito cuando me tropiezo con una rama, ocasionando que impactara mis rodillas contra el suelo de manera brusca. Un gran dolor apareció, pero lo ignoré porque el dolor físico no era nada comparado con el dolor emocional que estaba sintiendo.

Era como si poco a poco, mi propia mente me estuviera destruyendo por completo.

Levanto mi mano y la pongo en mi pecho. Una gran opresión me invadió, mucho más fuerte que la anterior, y esta vez supe que era por Ronan.

Lo necesitaba.

Lo necesitaba más de lo que podría admitir.

Cada vez sentía que me estaba volviendo más débil y el dolor era insoportable. Sabía que era por estar tanto tiempo separada de él, pero aunque quisiera, no podía volver ahora. No podía saber lo que estaba sucediendo en su manada, pero sabía que no era una buena idea que vaya, y sé que Ronan diría lo mismo.

Sin embargo, no podía luchar contra mi propio instinto de querer ir hacia dónde está él por mucho tiempo. Solo esperaba poder soportar lo necesario.

Tomando una respiración profunda, me siento más cómodamente en el suelo, recostando mi espalda en el tronco de uno de los grandes árboles que me rodeaban. No había nadie a mi alrededor, por lo que por primera vez, me relajo como nunca lo había hecho. Pero, cuando cerré mis ojos por un segundo, un recuerdo apareció.

Era aquella vez que estaba con Ronan, él dormía y yo me levanté por un sonido. Recuerdo haber visto algo y luego desmayarme, y después… nada. Pero justo ahora lo recuerdo. Era un lobo. Fue un lobo quién hizo que me levantara y con solo verlo, todo mi cuerpo se congeló y segundos después, dejé de tener el control de mi cuerpo.

Abro abruptamente mis ojos y enderezo mi espalda, recordando algo más.

No era la primera vez que aquel lobo se me aparecía. No sé bien cuándo comenzó, pero puedo asegurar que aquel lobo ha sido partícipe de mis incontables pesadillas, sin embargo, aquella noche no fue un sueño. Se me presentó en la vida real. Ya no era imaginación mía. El lobo realmente existía y ahora lograba recordarlo.

Pero, ¿quién era? ¿Por qué solo se limitó a mirarme? Juro que pude sentir su mirada, era como si lo único que quería era…

Abro aún más mis ojos y mi respiración se corta, asustada por lo que mi mente descubrió, o mejor dicho, comenzó a sospechar.

¿Y si aquel lobo fue quién asesinó a mi madre?

No fue imaginación mía lo que sus ojos me transmitían. Quería asesinarme. Entonces, quizás… ¿habrá aparecido para terminar lo que en su momento no pudo?

Sacudo mi cabeza, queriendo despejar mis pensamientos y poder centrarme en el ahora. Cualquier sea el rumbo que mis pensamientos estaban dando no era nada seguro, solo simples suposiciones, por lo que no podía permitirme pensar algo que quizás no tenga nada que ver con mi madre.

Era necesario que entendiera que en este momento, mi mente no era mi amiga y no podía confiar en ella.

—Calista… —oigo la voz de Carl, y a los segundos, apareció delante de mí.

Suspiro, mientras recostaba una vez más mi espalda. —Quiero estar sola.

—Lo lamento. —se disculpó de nuevo— Estuvo muy mal de mi parte haber dicho lo que dije. No me paré a pensar que en realidad, aún no estabas preparada para que supieras ciertas cosas y en serio me arrepiento. Lo siento mucho, Calista.

—No es necesario que te disculpes, pero si necesitas escucharlo, está bien, te perdono. Ahora, por favor, ¿puedes dejarme sola?

—No puedo hacerlo. —niega, sentándose a mi lado.

—¿Por qué?

—No dejaré que te separes de mí otra vez. —respondió casi de inmediato— Ahora que estás de nuevo con nosotros, quiero disfrutar de todo el tiempo que tengamos, dejando atrás todo lo que hemos perdido. Quiero estar contigo cuando te sientas feliz, pero también cuando algo malo suceda. Quiero ser la persona que te presta su hombro para llorar y quién te escuche cuando quieras hablar. —menciona, extendiendo una de sus manos para sujetar una de las mías— Quiero ser el hermano mayor que siempre he querido ser para ti, princesa.

Lo miro a los ojos, y noto al instante el amor y la felicidad que me transmitía, sin mencionar la cálida emoción que se instalaba en mi pecho, proveniente de él.

—Sé que lo serás, Carl. —digo, esbozando una pequeña sonrisa— Creo que yo también debería disculparme por reaccionar de la forma en la que lo hice. —me disculpo— No fue mi intención irme así, pero todo está sucediendo muy rápido, y apenas tengo tiempo para procesarlo.




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