Eres mía, nunca lo olvides

Capítulo 26

TE ENCONTRÉ

—Nada, ya estamos terminando. —le informo a mi padre, para luego dirigir mi mirada a Ronan— No lo hagas más difícil, ¿okey? Te prometo que estaré bien.

—No lo estarás si decides no venir conmigo, Calista. —murmura.

—Oh, vamos, somos su familia, Ronancito, estará muy bien con nosotros. —menciona, habiendo escuchando perfectamente lo que dijo, pero termina ignorando sus palabras.

—Tú sabes que puedo defenderme muy bien sola, ¿por qué tanta insistencia en que vaya contigo? —pregunto, notando su mirada repleta de temor y desesperación.

Traga saliva. —Es mi padre.

—¿Qué pasa con él?

Le oigo bufar a Carl, pero lo ignoro.

—Antes de venir aquí, varios de la manada se pusieron de su lado y aunque luche contra él, hay varios que ya saben a quién seguir. —menciona, dando un paso atrás y hablando de forma que todos los demás puedan escucharlo— Lo oí hablando con otras personas. No importa lo que suceda con nosotros, él ya está reclutando a otras manadas para comenzar una nueva guerra y como dije, varios de mi manada lo seguirán sin importar qué. —suspira— Supo por otras personas que ustedes se encontraban cerca y se estaban preparando para atacar. —agrega, girando su cuerpo y mirando a mi padre y hermano— No hay nada que pueda detener lo que se avecina.

—¿A dónde pensabas llevar a mi hija?

—Lejos del peligro.

—¿Y a dónde sería? —se burla Carl, dando un paso hacia adelante, causando que los lobos gruñeran, pero a él no le importó— ¿Tenías pensado ir a otro país? O mejor aún, a otro continente. Pero mi pregunta es, después de llegar al supuesto lugar que está lejos del peligro, ¿qué harán después? ¿Vivirán felices comiendo perdices? —carcajea de forma falsa— No, no lo creo. Tú bien sabrás que Calista jamás podrá vivir feliz junto a la misma persona que la obligó alejarse de su familia, ¿o me equivoco? Sin mencionar que de cierta manera nunca podrán quedarse en un mismo lugar, ya que cuando tu padre sepa que Calista aún sigue con vida, no se detendrá hasta asesinarla. Así que dime, Ronancito, ¿qué jodidamente harán después?

Ronan ya no podía más de enfadado.

Su cuerpo desprendía una irrefutable ira que hacía que cada vez le fuera mucho más complicado quedarse en dónde está, y no ir contra mi hermano. Pero, milagrosamente, se mantenía fijo en su lugar, solo apretando sus puños y mandíbula, luchando contra sus propios instintos y contra los de su lobo.

—Lo único que sé con seguridad es que la protegeré con mi vida, y no permitiré que nadie le haga daño, mucho menos mi propio padre.

—Ajá, ¿y qué con su felicidad?

—Carl, ya basta. —demandó nuestro padre y él, sin decir más pero con su mirada fija en Ronan, caminó hacia atrás, volviendo a dónde estaba— Y tú, óyeme bien muchacho. —mira a mi compañero— No alejarás a mi hija de mí. No me importa quién seas y las promesas que me hagas, nunca pondré la vida de mi hija en tus manos.

Lo veo dar un paso hacia adelante y volver a gruñir, más ferozmente.

—Se irá conmigo.

—¿Tú y cuántos jodidamente más nos impedirán recuperarla? —pregunta, mostrando sus colmillos.

A medida que ambos hablaban y aumentaban el tono de voz, una pequeña opresión comienza a aparecer en mi pecho, siendo cada vez más grande y persistente, y ocasionando que la discusión que estaban teniendo se vuelva lejana.

Giro mi cuerpo queriendo encontrar la causa de mi dolor, pero no había nada sospechoso. Solo nos encontrábamos nosotros, más algunos lobos y vampiros que estaban a la espera de cualquier orden.

La opresión aumenta y sube por mi garganta, poniéndome aún más en alerta.

—Oye, Calista, ¿estás bien? —me pregunta Diana en un murmuro, caminando hacia mí con preocupación.

Sacudo mi cabeza al no poder encontrar mi propia voz.

Levanto mi mano hacia mi pecho, pero nada de lo que hiciera hacía que la opresión desapareciera. No obstante, un segundo después, un grito desgarrador se escuchó a lo lejos, ocasionando que todos dejaran de hablar.

—¿Qué fue…? —pregunta Zaid, pero más gritos desgarradores lo interrumpieron.

Abro abruptamente mis ojos al comprender de dónde provenían los gritos.

—Oh, no, no. —musitó Carl con puro temor, para luego salir corriendo hacia la guarida.

De inmediato, mi padre y los demás vampiros lo siguieron.

—¿Qué es lo que está sucediendo? —pregunta Zaid, confundido.

Con mi respiración superficial y las emociones a flor de piel, giro de nuevo mi cuerpo hacia Ronan, quién también se había girado en mi dirección.

—Por favor dime que no es verdad, Ronan. —pido casi con desesperación.

Su ceño se frunció, confundido. —¿A qué te refieres?

Sacudo ligeramente mi cabeza mientras daba algunos pasos hacia atrás, sin desviar mi mirada de la suya.

—Sólo eran una distracción. —digo, con mi corazón destrozado— Sabías que mi padre y hermano vendrían con algunos vampiros más y dejarían la guarida desprotegida. Dejaste que otros fueran a atacar mientras nos retenían aquí.




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