D Í E Z

|C A P Í T U L O: D Í E Z|

Me fui media hora antes, para que me diera el tiempo suficiente de poder caminar lo más rápido que pudiera sin tener que estar pendiente en la hora encima pisándome los talones. En momentos como esto hubiese agradecido saber manejar, pero es que la calle y lo transitada que es me generaba un pánico fuera de serie. De solo pensar en los accidentes que constantemente ocurrían en donde personas perdían la vida tan de repente y sin ningún aviso, y muchos de los casos dados se debían a seres desarmados que andaban a alta velocidad irrespetando señales de tránsito. Además a veces tenías que ser lo bastante ágil para hacer maniobras con tal de salvarte de sufrir algún accidente. Y eso era algo en lo que yo sería demasiado torpe. Algún día no muy lejano esperaba tener una motocicleta como todos los adolescentes de mi edad. Finalmente llegué al sitio acordado con diez minutos de antelación.

Nunca había ido al lugar que me invitaste, pero lo conocía. Como todo habitante aquella hermosa y maravillosa ciudad fue un honor y una alegría despampanante cuando todos nos enteramos que se estaban haciendo planes de construir esa gran plaza en la zona centro que se alzaba frente a mí, porque sería un sitio que nos brindaría lugares de entretenimiento nunca vistos como lo era el Cine que estaba en la planta alta. Para llegar a mi destino tendría que subir unas escaleras avanzar un trayecto y ya estaría en mi ansiada morada.

Te alcancé a ver de inmediato cuando mis ojos se pasearon buscándote por las mesas de aquel local, en cambio tú no te percataste de mi escudriñamiento ni de lo cerca que estaba por estar concentradamente enfrascado en tu celular. Me preguntaba qué veías, es que pareciera que tu mundo estuviera dentro de la pantalla.

Me llevé una sorpresa al ver que llevabas un tisher con cuello redondo del mismo color que el mío pero más clarito. Ya acercándome pude ver que tus pantalones eran blancos y debajo unos bonitos zapatos negros te daban un favorable sentido de la moda.

Fue humillante cuando al irme acercándome cada vez mas no lograba que las palabras que quería salieran de mi boca y eso que venía todo el camino entero ensayando cómo sería mi saludo. Quería huir pero era muy tarde porque ya estaba a escasos metros parado delante de la mesa en la que estabas; tú no estabas al atento de mi presencia porque seguías perdido en tu celular. Me estaba empezando a poner celoso de ese aparato que me estaba acaparando toda tu atención. Lo único que se me ocurrió hacer fue un carraspeo para no estar como un bobo esperando a que te dieras cuenta de mi presencia, sin embargo me pegué mentalmente cuando te asustaste sobresaltándote en tu lugar mientras tus ojos abiertos miraban en mi dirección.

—¡Qué sustooo! —chillaste jadeando llevándote la mano al pecho. Me sentí un idiota. No había comenzado el encuentro y David lo arruinaba a la primera.

—Lo sien-to... —susurré con miedo, a lo que sonreíste para despejar la incomodidad que había en la atmósfera.

—¡No para nada! Descuida es que verte ahí varado de repente asusta a cualquiera. Uh-mm, eres como muy tímido... Pero no te preocupes Dad conmigo se te irá de volada, te lo aseguro —Me sorprendía que me pusieras un apodo, pero más el que me gustara-. Siéntate, ni modos que te quedarás ahí de pie; de la única forma en que te lo aceptaría sería al frente a mi cara en otras condiciones a solas...—El color rojo vino a mis mejillas y tú reíste—. ¡Es bromaaa! —reí también y quise acatar la orden que me habías dado antes.

—Me sobresalté porque justo estaba leyendo una historia gay buenísima llamada "Condenado" tienes que leerla. —Me recomendabas con un brillo genuino e inigualbele inundando tus ojos—. Y justo llegas tú donde el protagonista está narrando su "primera vez".

Se te estaba dando tan fácil eso de sacarme casi el corazón por la boca con todo lo que hablabas. Querías que vieras que yo también podría salir de mi molde y ser extrovertido.

—¡Pufff! Pues tendré que leerla entonces, porque me interesaría aprender algunos trucos, ya sabes a uno como hombre le vienen bien —bromeé con sorna. Y abriste la boca de par en par.

—¡Ohhh! Te lo dije que conmigo fuera shyness —Chasqueaste tus dedos triunfante y yo sonreí divertido.

—¿No crees que iniciamos esta conversación cómo no se debe o no lo hace la gente normalmente —interrogaste haciéndote el pensativo. Tragué nervioso de pronto y entendí de una lo quería decirme.

—Oh, cla-ro, dis-cúlpame. —mascullé levantando la mano para estrecharla con la suya.

—De cualquiera, puedo aceptar un gesto como ese, pero no viniendo de ti.

Y sin esperármelo te levantaste de tu lugar inclinándote hacia a mí, presionando tus labios ligeramente contra mi mejilla en un beso que hizo que la sangre me ardiera. Me quedé pasmado mirándote, mientras una sonrisa traviesa se alzaba ondeante como bandera en tu rostro. Sí que sabias como tenerme con el alma a tus pies.
Cuando regresara a casa y me tocara lavarme la cara después de cepillarle los dientes -por muy loco que se escuchara-: conservaría esa zona tratando de mantenerla lo más que pueda intacta. Es que tus labios habían marcado territorio como el hombre por primera en la Luna conquistándola. Ese beso era una huella que recordaría cada vez que me mirara en el espejo.

Pensé que pronto estarías de nuevo en tu celular leyendo esa historia que te tenia intrigado o viendo cualquier cosa por lo aburrido que te haría mi presencia. Y que así estaríamos hasta el final, yo ocultando mi incomodidad y tú deseando irte de allí. Erré en seco porque tu atención estuvo plenamente dedicada a mí a cada segundo.

Era como si no hubieses llevado aquel aparato desde que llegué como un intruso a interrumpirte, porque te olvidaste por completo de su existencia. Entre los presentes éramos los únicos que no estábamos perdidos en pantallas como los demás alrededor. A veces a las personas se nos olvidaba que frente a esas máquinas que tanto nos entretenían la mayor parte del tiempo, se nos estaba yendo la vida en un santiamén que nunca recuperaríamos.