Eris, la Alfa

Capítulo 3.

El consejo no había dejado de agradecerle a Calix la ayuda, parecía que al fin se desharían de Eris algo que habían deseado mucho, en cambio para él solo era algo beneficioso una buena ruta para hacer uso del chantaje y evitar la unión de manadas por medio de un matrimonio.  

— Fue vista hace poco en los bosques del sur, en nuestra dirección... — Mentiría si no dijera que le emocionaba la idea de “cazarla”, aun a su edad amaba hacer ese tipo de cosas, pero, ante los ojos de los demás era evidente que el Alfa estaba más que emocionado. 

— Deberíamos empezar por allí... — Se había encargado de deshacerse de todo el trabajo antes de aceptar y comenzar la búsqueda por la joya que todos buscaban tanto. 

— Ya que... — A diferencia de él su Beta estaba furiosos, Daecon, como se llamaba, tenía planeadas unas largas vacaciones, las cuales había tenido que interrumpir por la genial idea de su líder. 

— Thea, ¿ahora que le ocurre a tu hermano? — Thea era su Delta, una joven de más o menos veinticuatro años, melliza de Daecon. 

— Parece que usted se olvidó de sus vacaciones... — Respondió ella mientras seguía a su hermano para encargarse de salir cuanto antes en busca de Eris. 

Calix ahora lo recordaba, y entendía por qué estaba enojado con él, pero, había sido tanta su distracción que no había recordado por nada del mundo eso. 

Parece que alguien esta emocionado... — Alardeo Orien mientras se reía, pero, no recibió ninguna respuesta por parte del humano, quien lo había dejado salir al fin, convirtiéndose en un enorme lobo blanco. 

— Cállate y vamos... — Orien pensaba que era lo único que ese chico sabia decir, pero, no pensaba pelear, pues estaba de un muy buen humor y nadie lo arruinaría. 

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Bien, el plan era encontrarla y llevarla ante los ancianos, para Calix, era un plan simple y fácil de ejecutar, no recordaba mucho a Eris, pero, a su punto de vista no era algo relevante, al final ¿Cuánto podía cambiar la princesa de un Alfa? El cielo amenazaba con llover, el aire estaba extrañamente helado y los árboles se movían de una forma muy alocada, era como si se estuviera acercando a su muerte. 

— ¿Acaso la mujer es bruja? — Pregunto Daecon con intriga, mientras volvía a su estado humano, pero, obviamente, en este siglo los lycan ya no tenían que volver a vestirse después de la transformación, eso era algo que habían aprendido con la práctica y los años. 

— Tal vez te arranque la lengua... — Respondió Thea recibiendo por parte de su hermano una mala cara. 

El rubio no había respondido ante los comentarios de sus acompañantes, eso no era obra de ningún ser de otra clase, esa era el aura de una persona que le había dado la espalda a la diosa. El olor del pino era intenso, pequeñas y ligeras gotas comenzaban a caer, para mala suerte de Calix todos entendían que de volverse más intensa retrasaría su trabajo. A pesar de la fuerza y gran capacidad de Orien como Alfa, sabía que debía de cuidar de todos los jóvenes que iban con él, de arriesgarlos de tal manera siendo tan inexpertos él no sería considerado un buen líder. 

Por más que ese imprevisto lo retrasara decidió buscar donde quedarse, esperando que el día siguiente fuera mejor y la suerte lo acompañara, al menos esa era la idea, pero, aunque nadie lo supiera o sintiera, ellos dos sabían que alguien los observaba, era una pena que la lluvia y la espesura de la maleza le obstruyera la vista. 

— Vámonos... — Dijo él mientras se alejaban sin despegar la vista del mismo lugar de donde provenía ese sentimiento. 

Algo o alguien estaba ahí... — Dijo Orien mientras se alejaban cada vez más — ¡Era ella! — Volvió a decir con un tono pícaro y risueño. 

— Lo sé... — Por supuesto que había sentido esa extraña he inquietante presencia, una que había logrado distraerlo hasta el punto de olvidarse de lo que estaba haciendo — ¡En cuanto termine, seguiremos! — Dijo a todos, esperaba que Eris no escapara aprovechando ese momento. 

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— Un Alfa tonto... — Murmuro Eris sonriendo. 

Creo que si... — Respondió su loba, Nix — Pero su lobo es bonito... — Definitivamente sus lobos eran totalmente diferentes a ellos, pues lo mismo que le ocurría a Calix le pasaba a Eris — Y el humano también, Admítelo... — En efecto, Nix era un dolor de cabeza. 

— Si, como digas... — Respondió ella ignorando el comentario de su loba — Mañana será un día largo... — Volvió a decir mientras caminaba de regreso a su casa. 

Eris no se escondía de los lycan, lo que pasaba era que ellos eran lo suficientemente tontos como para no encontrarla a pesar de estar frente a sus narices, además no pensaba escapar, nunca lo había hecho y menos en ese momento, en el cual su presencia era aclamada por todos. La pelinegra estaba de regreso para hacer de la jerarquía una pesadilla y de las manadas una pantomima... 




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