12 de abril de 2011 Estados Unidos, Texas.
El sonido de los fuegos artificiales junto al ruido provocado por toda la conmoción a sus alrededores les impedía escucharse los unos a los otros. Aunque bien, eso no fue impedimento a la hora de elegir a qué juego subirían primero.
—¡Mami! —la pequeña bebé de lindas y largas coletas grito apuntando al carrusel, que solo estaba a un par de metros. —¡Caballo!
—bien, entonces ese es el primer juego—exclamó la mujer de ojos verdosos.
Las quejas no hicieron esperar.
—¡No se vale! —grito Elías cruzándose de brazos con el ceño fruncido—¡Nosotros queríamos ir a la rueda!
— iremos —prometió el padre—pero primero vamos al carrusel.
Los tres muchachos seguían sin estar emocionados por la idea, pero aun así obedecieron. Aquellos niños esquivan a las personas como pudieron para llegar a la fila, la cual para variar era muy larga.
Tanto que supieron de inmediato que estarían largos minutos ahí de pie, lo que para ellos era una eternidad.
—¿te vas a subir a la rueda con nosotros, Eros? — pregunta Tristán con tono malicioso —¿Sigues teniéndole miedo?
Tristán tiene diez años y es el mayor de los cuatro hermanos Anestia, es quien más se parece a su madre pues a diferencia de los otros tres menores, él tiene el cabello rubio cenizo y no azabache.
—¡No tengo miedo, soy un niño grande! —contestó Eros con voz temblorosa. —¡Me subiré!
Abrazaba el oso de peluche que traía entre sus pequeñas manos con fiereza, por supuesto que tenía miedo, solo tenía cinco años.
Los dos se rieron con más ganas al ver su cara de pavor, lo que llevó a Eros a sentirse tan mal que deseó haberse quedado en casa de los abuelos.
—ya lo veremos—Elías le revolvió el cabello
Siguieron molestándote los unos a los otro ya que estaban aburridos de esperar a que la fila avanzará.
Si los vieras en ese instante el primer pensamiento que se vendría a tu mente, es que es una familia común y corriente, totalmente felices y eufóricos por el parque. Hablaban, reían, cantaban, ellos no se dieron cuenta en ningún momento que a lo lejos, la maldad se acercaba.
¿Quién podría imaginar algo así?
Varias de las pláticas constaban de situaciones que pesaron la semana antes de irse de viaje. Como por ejemplo de que Tristán no pasó su examen de matemáticas y Elías había descubierto que la clase de arte era mucho más interesante de lo que pensó.
Ambos motivaban también a Eros a ser valiente mientras su madre los regañaba, aquel se sintió presionado y solo quería llorar, el niño de ojos azules le teme a las alturas.
Una fuerte ventisca azotó contra su rostro lo que heló su cuerpo al instante, por instinto agarró el borde de la chaqueta del moreno, quien lo volteo a mirar rápidamente.
—tengo frío—susurro —mucho.
Este río mientras se la sacaba y lo envolvía con la misma.
—cuidala, es mi favorita.
Tris era muy fan del espacio así que su chaqueta azul estaba repleta de dibujos de planetas. El niño dejó su osito en el piso para intentar meter sus brazos por los agujeros de las mangas que claramente eran demasiado largas para que sacara sus manos atreves de estas.
—La voy a cuidar, lo prometo.
Los minutos avanzaron al igual que las personas y así el turno de su hermanita Sofía; llegó. Su madre entró con ella para posicionar la pequeña en el lindo caballo blanco; A Sofía le gustaba mucho los caballos.
Griffin, su padre, estaba contento pues las vacaciones estaban resultando mejor de lo que había esperado. Tenían dos semanas enteras para viajar y disfrutar el verano, podrían ir a un sin fin de lugares antes devolver a Alabama.
Queriendo inmortalizar cada momento, alzó la cámara que colgaba en de su cuello y empezó a grabar a madre e hija. Sofia saludaba a la cámara mientras la mujer cuidaba que no se cayera.
Todo normal, algo cotidiano.
Pero cuando el juego terminó y entre la euforia de los pequeños que corrían desesperados hacia la rueda de la fortuna, fue que todo empezó.
Eros es de estatura y complexión pequeña a comparación a toda esa gente que caminaba y empujaba a su lado. Vio a sus hermanos deslizarse entre la estampida sin problema alguno, con una gracia que lo fue dejando poco a poco atrás.
Entonces se escuchó el fuerte llanto de una mujer que paralizó el corazón de muchos, eran sollozos con una agonía tan grande que una fracción de segundos gran parte de la multitud volteo a mirarla.
Su melena era negra como el carbón y tan larga como la de Morticia aunque totalmente crespa. La belleza de su rostro estaba opacada por las lágrimas y esa expresión dolorosa de soportar.
A Eros le gusto el vestido floreado que llevaba puesto porque los tulipanes eran sus favoritos, así que se quedó mirando, intrigado.
—¡Mi hijo, oh dios mío! — vociferó desesperada, moviéndose y buscando por todos lados. —¡¿Dónde estás mi niño?! ¡Luka, por favor regresa!¡Ayuda!
Sus piernas perdieron la fuerza y terminó de rodillas en el piso llamando entre gritos a su hijo, June, la madre, sintió un apretujón en su corazón que la hizo querer ayudar de inmediato a esa pobre desconocida.
Así es como te engañan.
—oh, pobre mujer...— susurro enternecida. — Esperen aquí, no sé muevan, ¿Entendieron? — los tres asintieron de inmediato.
—vamos a ver si podemos ayudar—le apoyó Griffin.
Pero los dejaron.
Tris y Elías que tuvieron que devolverse a ver qué ocurría se quedaron ahí de pie, fiel a la promesa a sus padres, se iban a quedar ahí, esperándolos. Si bien, la aglomeración fue tanta que sus diminutos cuerpos fueron empujados cada vez más, hacia atrás.
—mierda—Tristán dándose cuenta que ya no podía verlos— vamos a esas bancas—propuso.
Caminaron en fila para no perderse, pero si bien, lo que pareció fácil al inicio se fue complicando lo que hizo que Eros terminara de último. Intentó llamarlo pero estaba tan asustado y el ruido era tal, que no lo escucharon.