Escapa [antes llamada Secuestrada]

Capítulo 03

Capítulo 3—El sótano.

 

 

 

«Todo estará bien» aún recuerdo la última vez que estuche la voz de mi madre, corrompida por el dolor y el deseo de escapar.

No sé dónde está, no sé que le paso, no se absolutamente nada. Alguna vez le prometí que siempre estaríamos juntas y la protegería incluso si fuera con mi vida pero, al parecer, las promesas siempre se rompen.

Incluso en mis pensamientos más oscuros nunca hubiese querido que esto pasara, amo a mi madre, siempre he estado con ella en comparación de mi padre.

Desde un mes atrás al secuestro, el desapareció, no había rastro de él, mamá llamo a la policía pidiendo que lo encontraran. Pero ellos al escuchar su nombre prefirieron guardar silencio y solo decir «algún día volverá».

Mi madre no soporto esas crueles palabras e intento buscarlo por su cuenta, pero cada vez que salíamos, parecía que alguien nos persiguiera, esa persona se escondía tan bien que incluso creí que era mi padre, mi cobarde padre.

Mientras fueron pasando los días, mamá se dio por vencida, él siempre estaba metido en sus “negocios” que no sabíamos ni siquiera donde es que trabajaba. Tan solo recibíamos el dinero, cuando lo dejaba sobre la mesa, y desaparecía. Otras veces me daba regalos costosos, que no podríamos pagar.

Quería que desapareciera de nuestras vidas, nuestra memoria, absolutamente todo pero, cuando lo vi, no pude evitar llorar y pedir que se quedara a mi lado, que no desapareciera.

Creí que era un sentimiento egoísta, pero, lo quería a lado. Aun así, desapareció, murió, se fue. Ahora solo tengo ese duro recuerdo, de su muerte.

Entrelace mis dedos buscando calmar mi nerviosismo, después de ser golpeada en ese parque, perdí el conocimiento, pero a mitad del camino reaccione y me di cuenta que estaba sobre otros cuerpos sin vida.

Rechace la posibilidad de gritar, cada que hacían una parada, se dirigían a la parte trasera del camión y enterraban unas cuantas navajas en sus cuerpos, el chico y yo éramos los únicos que teníamos una manta en la cabeza, pero aun así podía ver.

El parecía seguir inconsciente, mientras que yo, observaba cada ruta que tomaban para en alguna posibilidad escapar, saber dónde irme.

Todo iba perfecto, hasta que un hombre se dio cuenta que había visto todo el camino y me coloco tres mantas más, lo único que lo escuche decir fue: «eres valiosa para el jefe».

¿Qué jefe? ¿Acaso siempre estuve en la mira de estos actos despreciables?

Tal vez papá sí.

Después de eso guarde silencio. Y repentinamente aparecí en una habitación oscura, las paredes estaban cubiertas de moho y el techo se venía abajo. Miré a mi alrededor intentando averiguar algo y me encontré a aquel chico. Los dos estábamos en un colchón polvoriento. No había ni una pregunta, tan solo un pequeño sentimiento de dolor.

Las manos de Matt se movieron suavemente por todo el colchón intentando encontrar algo, pero al moverlas más de 4 veces en ese modo, abrió los ojos, eran tan grandes que incluso pude sentir un ardor por todo mi cuerpo.

Levantó su cabeza con suavidad provocando que nuestras miradas chocarán, esta era sin color ni energía, no podía percibir nada, era tan inexpresiva, un momento después dejó de mirarme, pero al hacerlo pude sentir como si me hubiese botado, como un pedazo de basura.

Observó el suelo con extrañeza como si ahí estuviera la salida y, volvió a cerrar los ojos haciendo una mueca torcida, mentirosa, y falsa, segundos después aquella mueca desapareció, a su vez, sus labios se levantaron en un ángulo muy elevado, formando una sonrisa insolente.

Una escena bastante extraña por completo.

Cuando lo vi asesinar a esos dos hombres me di cuenta que ese sentimiento que intentaba expresar no era venganza, sino, diversión, le divertía asesinar. Tal vez debería no molestarlo o, seré la siguiente en su lista.

La oscuridad me hizo ver siluetas que se movían rápidamente. El pánico me aisló. Me levante del colchón lentamente evitando hacer ruido, para después caminar hacía la poca luz que veía, cerca, había un mueble marrón desgastado, no había nada en ningún cajón más que arañazos, encima había gotas de sangre seca, estas estaban exactamente en el centro, parecía que estaban desde hace mucho tiempo.

El sonido de una mecedora en movimiento me hizo reaccionar. Gire mi cabeza hacía donde se suponía que estaba el chico, pero ahora no había nada. Nunca estuvimos solos.

Mis labios temblaron al pensar en hablar, quería saber dónde estaba, quien eran ellos y, sobre todo, donde esta mamá.

Cuando decidí hacerlo, una cálida mano se aventuró en mi espalda hasta mis hombros, suscitando un extraño sentimiento de terror.

Mi respiración se aceleró, tenía miedo. Era tan obvio que quería escapar.

El dueño de aquella mano acercó su rostro a mi oreja, sentí su respiración calmada e incluso un poco, de diversión.

— Silencio. —de inmediato supe quién era, ese chico.

La mecedora se volvió a mover con rapidez, por instinto retrocedí, pero el chico presionó su mano en mi espalda impidiendo el movimiento.

Creí que el movimiento de la mecedora era provocado por el viento pero, al parecer, aquí no hay ni una ventana.

Trate de calmarme y esperar un momento exacto para escapar, busque con la mirada en toda la habitación el rastro de al menos una puerta, pero parecía que todo estuviera sellado. Me di por vencida en un breve momento.

El chico retiro su mano de mi espalda con gran suavidad, y me susurro: —Tranquila, no me apetece cortar tú piel.

No pude evitar querer gritar.

Pero, él lo evito.

En esa mecedora, un hombre alto de aspecto maduro pero aterrador, bajo su mano hasta el bolsillo de su pantalón sacando de ahí un cigarrillo y un pequeño encendedor, tomando su tiempo, encendió el cigarrillo y coloco entre sus labios, no tardo en darle una calada y expulsar el humo.




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