Escocia (1599)
Los truenos y relámpagos amenazaban con una poderosa tormenta, un mal momento para que la reina Cecilia esté dando a luz.
—¡NO RESISTO MÁS! ¡ALGUIEN LLAME A FERNANDO!
—Tranquilícese su majestad, una criada fue en busca del rey y el príncipe Hansler.
La joven Nastya de trece años corría por todos los pasillos del palacio, en busca del resto de la familia real.
—¡Su majestad! ¡Alteza! — entró la joven en la sala real, donde se reunían los miembros del consejo real.
—¿Qué significa esta falta de respeto en plena junta de consejo señorita Nastya?
—Perdóneme mi señor —habló la joven con temor —Pero la partera me ha enviado por usted y el príncipe por órdenes de la reina Cecilia, ella está muy mal.
Dio por terminada la junta de consejo en ese mismo instante y con su hijo siguiendo sus pasos, caminó hasta llegar a los aposentos que compartía con Cecilia.
—“Su majestad, el rey Fernando y el príncipe Hansler” —dijo el guardia al momento que ambos entraban por la puerta.
—¿Cómo estás reina mía?
—No tan bien como quisiera.
—Vas a lograrlo. Tanto tú como mi hijo estarán bien.
Una nueva y dolorosa contracción provocó que Cecilia exclamara gritos que demostraban lo difícil que resultaba el parto.
—Madre, vas a estar bien.
—Gracias mi valiente príncipe —exclamó antes de que la partera les pidiera con todo el respeto posible que abandonaran los aposentos, estaba decidida a salvar tanto a la reina, como al bebé.
—Usted puede mi gran señora— le pidió la partera —Puje solo una vez más, su hijo ya está por nacer.
Más gritos de dolor fueron emitidos por la reina, hasta que el llanto del nuevo miembro de la familia real llegó en medio de la tormenta.
Tanto la partera como la doctora se preocuparon al ver a la reina casi inconsciente, con fiebre y perdiendo sangre aún después de haber dado a luz, estaba en peligro su vida.
El rey y el príncipe entraron después de los gritos de las mujeres que se encontraban en los aposentos reales.
—¿Qué es lo que ocurre aquí doctora?
—Su majestad… lamento informarle que el parto se complicó y la salud de la reina es crítica. Logró dar a luz, pero está perdiendo mucha sangre. Posiblemente… no sobreviva la noche.
La preocupación fue visible en la mirada del rey y en el pequeño príncipe de seis añitos, ninguno se imaginaba una vida sin la mujer que representaba todo, no solo para ellos, también para el reino.
—¡Por favor…! ¡Hagan lo que tengan que hacer! Pero Cecilia no puede morir.
—Lo haremos majestad, pero es nuestro deber advertirles del gran riesgo que corre la reina.
Con todo el dolor que sentía, tomó la mano de su esposa, que estaba mojada de sudor por el esfuerzo que había hecho al traer a su hijo al mundo. Su respiración era muy lenta. Pasados algunos minutos, Cecilia abrió sus ojos y observó a dos de sus tres amores junto a ella.
—Mi… mi amor.
—Shshshsh. No debes esforzarte, la partera dijo que debes descansar.
—Ya cumplí con mi labor… solo te pido… te pido que
—No lo hagas. No hables como si te estuvieras despidiendo. Tienes dos hijos que van a necesitarte mucho. Por favor reina mía, no nos puedes abandonar.
—Es algo que nadie puede evitar. Fernando, sé que Hans es tu mayor orgullo, porque es varón, pero… yo, como tu esposa y madre de tus hijos te pido, no te suplico que me prometas que vas a amarlos a ambos, sin preferencias. Ámalos y protégelos… Por favor —le rogó con su mirada triste, por tener que dejar a las personas que más amaba.
—Lo prometo. Ambos cuidaremos de nuestros príncipes. Ellos serán hombres leales a Escocia, estarás orgullosa de verlos convertirse en ello.
—N–No lo entiendes… —el aire se cortaba de sus pulmones y su cansancio era mayor. A la reina le quedaba muy poco tiempo. —Mi–Mi hij…
Por el esfuerzo que hacía al hablar, le invadió una tos muy fuerte.
El caos se formó en los aposentos de la reina y los presentes trataron de aliviar su mal. Pero ya no había nada más que hacer.
—¡Cecilia! ¡Cecilia! ¡Por favor resiste!
—Cuídala mucho —dijo con más dificultad, sin embargo Fernando no comprendió en el momento —Te–Te amo…
En esa noche trágica y de tormenta, Cecilia de Estuardo falleció. De inmediato la noticia se dio a conocer por todo el reino.
El pequeño príncipe lloraba sin remedio al ver a su madre en su sueño eterno, Fernando por otro lado, parecía que estaba en otro mundo. Reaccionó hasta que la partera (con lágrimas en los ojos) le entregó un bulto blanco en el que se encontraba su hijo.