Columna de Lady Mystery: "Que comience la temporada"
Damos inicio a una nueva temporada social, ese esperado momento en el que las debutantes tendrán su oportunidad de brillar y conquistar corazones. Hoy es el primer día, el inicio de una competencia sutil pero feroz por destacar entre la multitud. ¿Quién será el diamante de la temporada? Solo el tiempo lo dirá.
Sin embargo, no olvidemos a las jóvenes que no lograron casarse en la temporada anterior. Para ellas, esta es una nueva oportunidad de asegurar su futuro y cumplir con las expectativas familiares.
Por supuesto, el evento más anticipado de la noche será el baile organizado por la familia del difunto Duque de Wellington, en honor al nuevo Duque, Lord William Goldsmith. Aunque su llegada a Londres ha estado envuelta en misterio, hoy, las puertas de la mansión se abrirán, y todas las madres con hijas casaderas estarán listas para intentar captar la atención del joven Duque.
Deseemos suerte a todas las aspirantes... y, especialmente, a Lord William. Parece que la cacería comienza.
George terminó de leer la columna en voz alta, soltando una carcajada mientras observaba a William, que luchaba por ajustar el cuello de su elegante traje.
—"La cacería comienza". Qué manera tan sutil de decir que estarás rodeado de depredadoras esta noche —dijo George, divertido—. Te aseguro, amigo, que serás el más asediado de toda la velada.
William soltó un bufido, incómodo no solo por el traje que llevaba, sino también por la idea de enfrentarse a las hordas de madres y debutantes que George describía con tanta ligereza.
—Lo que me asedia es este maldito traje. ¿Por qué no puedo usar algo más práctico?
—Porque no queremos que el nuevo Duque de Wellington parezca un soldado en lugar de un noble. Debes encajar, William, te guste o no. —George tomó una copa de vino y le lanzó una mirada inquisitiva—. Por cierto, ¿invitaste a la familia del Conde de Essex?
William frunció el ceño, recordando la conversación con su hermana Cristal.
—No estoy seguro. Mi madre maneja la lista de invitados.
George soltó una risa más, claramente disfrutando de la incomodidad de su amigo.
Mientras tanto, en el gran salón de la mansión, Lady Amanda recibía a los invitados con la elegancia que la caracterizaba. Vestida con un imponente vestido azul real, su porte majestuoso dejaba claro que era la anfitriona indiscutible de la velada. Pero su expresión se endureció cuando vio entrar a Lady Margaret Spencer, acompañada por Lord Robert y sus hijas, Emma y Harmony.
—Lady Margaret, qué... inesperado placer —dijo Amanda con un tono frío y cortante, aunque mantuvo una sonrisa superficial.
—Lady Amanda, gracias por recibirnos —respondió Margaret, con una inclinación respetuosa, sin dejar que el tono gélido de su anfitriona la afectara.
Amanda asintió, sin ocultar su desaprobación, mientras los Spencer ingresaban al salón con la gracia habitual que los caracterizaba. Sin embargo, era evidente que la relación entre las dos damas seguía siendo tensa, y esta noche prometía más que solo bailes y conversaciones corteses.
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El baile ya había comenzado cuando William hizo su entrada en el gran salón. Las conversaciones se detuvieron por un instante, y todas las miradas se dirigieron hacia él. La figura del nuevo Duque de Wellington, con su porte elegante y semblante serio, despertó la curiosidad de los presentes. Después de todo, hacía mucho tiempo que no se le veía en sociedad, y las expectativas eran altas.
Lady Amanda, con una sonrisa radiante y un destello de orgullo en los ojos, lo tomó del brazo y lo guio hacia el centro del salón.
—Mis queridos invitados, permítanme presentarles a mi hijo, el sexto Duque de Wellington, Lord William Goldsmith —anunció con firmeza, su voz resonando por toda la sala.
Hubo murmullos entre los asistentes, y William inclinó ligeramente la cabeza en un gesto respetuoso. Poco después, la música comenzó a sonar, marcando el inicio oficial del baile. Lady Amanda, aprovechando el momento, se colocó frente a su hijo y extendió la mano.
—Será un honor bailar contigo esta primera pieza, William.
Él asintió con una leve sonrisa y tomó la mano de su madre. Juntos comenzaron a bailar, atrayendo las miradas de todos los presentes.
—Me alegra que estés aquí —susurró Amanda mientras se movían al ritmo de la música—. Esta noche es importante, no solo para ti, sino para nuestra familia.
—Lo sé, madre —respondió William con calma, sin dejar de mirarla—. Pero no puedo evitar sentirme como un peón en un tablero.
Amanda esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Todos somos piezas en el juego de la sociedad, hijo. Pero recuerda, el Duque de Wellington no es cualquier pieza.
La música terminó, y William inclinó la cabeza hacia su madre antes de guiarla fuera de la pista de baile. Acto seguido, fue su hermana Cristal quien se acercó, radiante con un vestido dorado que resaltaba su belleza.
—Hermano, no te escaparás de bailar conmigo —dijo con una sonrisa traviesa mientras tomaba su mano.
William no pudo evitar sonreír ante la insistencia de su hermana.
—Sería un honor, Cristal.
Comenzaron a bailar, y Cristal aprovechó la oportunidad para hablar con él mientras se movían por la pista.
—Estoy tan feliz de que estés aquí, William. Me hacía tanta falta tenerte cerca.
—Es bueno verte tan contenta, Cristal —respondió él, observando cómo su rostro se iluminaba con cada palabra.
Ella le sonrió ampliamente, y cuando la música terminó, le dio un rápido abrazo antes de retirarse. William, por su parte, se quedó en el centro de la sala por un momento, observando cómo varias jóvenes damas intentaban captar su atención, con miradas furtivas y sonrisas calculadas.
Sin embargo, William no hizo ningún intento por invitarlas a bailar. En lugar de eso, se dirigió con determinación hacia un grupo de hombres mayores que conversaban cerca del bar: los socios de negocios de su difunto padre.