Escribiendo nuestra historia de amor ///// En EdiciÓn*

CAPITULO 5 ♥

La música comenzó a llenar el salón con una melodía elegante y armoniosa, mientras las parejas se deslizaban con gracia por la pista de baile. Lord Robert, en un intento de aligerar la tensión que se había instalado en el aire, extendió su mano hacia su esposa con una sonrisa encantadora.

—¿Me concede este baile, querida? —preguntó con un brillo travieso en los ojos.

Lady Margaret, que aún conservaba la gracia y belleza que la caracterizaban, aceptó encantada.

—Será un placer, mi Lord —respondió con dulzura, tomando su mano y dejándose llevar hacia la pista de baile.

Mientras tanto, James, el primogénito de los Spencer, aprovechó la oportunidad para inclinarse hacia su prima Isabella y susurrarle:

—Ven, vayamos a buscar algo para beber. Tengo la garganta seca después de tantas presentaciones.

Isabella rió suavemente y asintió.

—Espero que no sea brandy como el que bebe mi padre, porque con solo olerlo me dan náuseas —bromeó, enlazando su brazo con el de su primo mientras se alejaban en busca de refrescos.

Con sus padres en la pista de baile y James e Isabella ocupados, Emma y Harmony quedaron en compañía de Lady Amanda y del recién presentado Duque de Wellington. El silencio que se instaló fue incómodo y tenso, aunque Harmony intentaba distraerse observando la danza de sus padres.

Pero antes de que la incomodidad se hiciera más evidente, una voz masculina y confiada irrumpió en la conversación.

—¡Ah, qué escena tan encantadora! Me preguntaba dónde habías desaparecido, William.

Lord George Brown se unió al grupo con su característica sonrisa despreocupada. Alto, de porte elegante y con una mirada astuta, George era conocido por su carisma y su facilidad para el trato social. Se dirigió a su amigo con aire cómplice y, sin disimular demasiado, le indicó con la mirada que le hiciera las presentaciones correspondientes.

William, que captó de inmediato la intención de su amigo, esbozó una sonrisa sutil antes de hablar.

—Permítanme hacer las debidas presentaciones —dijo con voz firme y clara, girándose hacia las jóvenes—. Lord George Brown, permítame presentarle a Lady Emma Spencer y Lady Harmony Spencer, hijas del Conde de Essex.

Emma hizo una reverencia educada y esbozó una sonrisa discreta.

—Un placer conocerlo, mi Lord.

Harmony, por su parte, inclinó la cabeza con cortesía, aunque aún mantenía la guardia alta después de su incómodo encuentro con el duque.

—El placer es nuestro, mi Lord —respondió con voz suave pero firme.

George, siempre galante, tomó la mano de Emma y la besó con ligereza, repitiendo el gesto con Harmony, aunque al alzar la mirada, sus ojos chispeantes se detuvieron un momento en la menor de las Spencer.

—El honor es mío, sin duda —dijo con una sonrisa encantadora—. Pero debo confesar que esperaba especialmente conocer a Lady Harmony.

Harmony arqueó una ceja con leve sorpresa.

—¿A mí, mi Lord?

George asintió con aire divertido.

—Por supuesto. No es un secreto que usted es considerada una de las jóvenes más encantadoras de esta temporada.

Harmony sintió cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente, no por el cumplido, sino por la forma en la que George la observaba con interés evidente. De reojo, notó cómo William endurecía levemente su expresión, aunque no dijo nada.

—Mi Lord es muy amable con sus palabras —respondió Harmony con una sonrisa diplomática, sin dejarse llevar demasiado por los halagos.

—No es amabilidad, mi lady, sino la pura verdad —insistió George con su tono seductor. Luego, giró la cabeza levemente hacia William y le dio una palmada en el hombro con familiaridad—. Debo agradecer a mi buen amigo por la presentación.

—No lo menciones —respondió William en un tono neutro, aunque la leve rigidez en su mandíbula no pasó desapercibida para Harmony.

Lady Amanda, encantada con la conversación, observó la escena con un brillo de satisfacción en los ojos. Una posible conexión entre Lord George Brown y Harmony Spencer era una idea que le resultaba sumamente interesante.

Emma, notando la atención que su hermana estaba recibiendo, decidió intervenir antes de que la situación se tornara demasiado comprometedora.

—Mi Lord, ¿acaso ya ha tenido el placer de bailar esta noche? —preguntó con amabilidad.

George la miró y sonrió.

—No tanto como me gustaría, Lady Emma. Pero, afortunadamente, la velada aún es joven.

George soltó una ligera risa y miró a Harmony de nuevo.

—Tiene razón. Lady Harmony, ¿me concedería este baile?

Harmony sintió un nudo en el estómago al escuchar la invitación de Lord George Brown. Bailar no era su fuerte, y la última vez que había estado en una pista de baile había terminado en una humillación que aún la perseguía. Su mente trabajó a toda velocidad, buscando una excusa educada para rechazar la invitación sin parecer descortés.

—Mi Lord, yo…

Antes de que pudiera terminar su frase, su hermana Emma intervino con entusiasmo.

—¡Oh, mi Lord, sería un honor para mí aceptar este baile! —exclamó con una radiante sonrisa, antes de tomar la mano de George sin esperar respuesta.

George, aunque sorprendido por la repentina intervención de Emma, mantuvo su actitud galante y le ofreció su brazo con una sonrisa encantadora.

—Nada me complacería más, mi lady.

Harmony apenas pudo ocultar su alivio cuando vio a su hermana alejarse con Lord Brown hacia la pista de baile. Sin embargo, ese alivio duró poco cuando se dio cuenta de que ahora se encontraba nuevamente sola con Lady Amanda y con el Duque de Wellington.

Lady Amanda, quien había observado todo el intercambio con creciente incomodidad, sintió que la situación se estaba volviendo inaceptable. La idea de ver a su hijo bailando con la hija de la mujer que más despreciaba en el mundo le revolvía el estómago.

Con una sonrisa tensa, se giró hacia William y le tomó del brazo con aparente naturalidad.




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