Mi príncipe del hielo, tan frio que congelas hasta los huesos y te metes hasta lo profundo de mi ser, congelando todo a tu Merced.
Soy como esa rosa en el invierno helado, que, aunque trate de refugiarse en el calor de sus pétalos, el frio invierno la arrasa congelado todo a su paso, haciéndola permanecer inmóvil ante su presencia.
Y es que, con tan solo tenerte cerca, me haces temblar de deseo y aunque congelas mi corazón con tu mirada, son tus manos las que me derriten el alma.