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Capítulo 16

 

MI SUK

 

La tarde anterior seguía en mi mente.

Y no porque la hubiera pasado precisamente con un chico que apenas conocía, sino por las sensaciones que nunca había experimentado o las que ya casi había olvidado. Un día, la alegría terminó para mí. Dejé de disfrutar de la ropa colorida y de todos aquellos lugares llenos de vida a los que iba.

Aquel día con Mason fue distinto.

Pude sentir algo más que no solo fuera vacío y soledad. Fue tan diferente que... incluso me sentí como si yo fuera otra persona. Como si Leah no fuera tan solo una ilusión, sino otra faceta de mí misma que aún estaba descubriendo.

Y se sentía bien.

—¿Es esto a lo que te referías?

Contemplaba mi propio reflejo.

Evoqué aquella conversación que había tenido con mi madre, dos años antes de que ella falleciera. Cuando era una niña feliz y no imaginaba ningún tipo de desdicha.

—A veces tenemos que volver a nacer.

Negué con la cabeza.

—Pero eso no es posible, mamá.

Ella me sonrió, aunque la alegría no brilló en sus ojos verdes.

—Me refiero a que... si piensas en ti como otra persona, es más fácil empezar de nuevo y superar las cosas más difíciles a las que tengas que enfrentarte en el camino —explicó mientras estábamos sentadas en el borde de su cama—. A veces eso es lo único que puedes hacer.

Alejé el recuerdo de mi mente.

Y una lágrima recorrió mi mejilla.

—Creo que... por fin puedo entenderlo —susurré con la voz quebrada.

Ella también había sufrido.

Un hombre casado la ilusionó, la engañó y... le rompió el corazón. Pero ahora me daba cuenta: ella volvió a empezar por mí. Sin embargo, mi madre había tenido una razón importante para hacerlo y no rendirse.

Yo no tenía ninguna.

Además, al haberme quedado con mi padre, sentía que la había traicionado. Era imposible no sentirme culpable por haber terminado en el único sitio al que nunca debí llegar, aunque en aquel entonces solo tuviera trece años y ella misma me hubiera llevado allí. También... me sentía culpable porque, muy en el fondo, sabía que quería a mi padre, o la ilusión que él representaba para mí.

De pronto, escuché dos golpes en la puerta.

Mi corazón dio un respingo y la sensación que últimamente me embargaba se instaló en mi estómago. Hacía pocos días no hubiera creído que algo así pudiera sucederme, pero, al mismo tiempo, todo esto le estaba ocurriendo a la persona que solo sería durante este crucero transatlántico. No sería así para siempre.

Lo sabía con certeza.

Mason, por mucho que dijera lo contrario, era como cualquier otro chico acostumbrado a conocer personas y luego olvidarlas. La mayoría de los seres humanos eran así: iniciaban y terminaban relaciones, una y otra vez.

Tragué saliva y avancé para abrir la puerta.

No me sorprendí al verlo.

Sabía que sería él.

Por supuesto, no pude evitar admirar lo guapo que se veía. Estaba vestido con pantalones negros y una camisa de franela arremangada hasta los codos que evidenciaba lo fornido de su cuerpo. Tuve que reprimir un suspiro.

—Quiero enseñarte algo, ¿me acompañas?

Me di cuenta de que llevaba una guitarra.

Mason sonrió y a mí se me disparó el corazón.

──── ∗ ⋅✧⋅ ∗ ────

El enorme barco tenía muchísimas tiendas comerciales y entretenimientos, por lo que no fue una sorpresa que también tuviera lo que parecía ser un pequeño auditorio de presentaciones, con tarima y asientos para el público. Lo mejor, era que en este instante se encontraba vacía, pues la mayoría prefería las albercas y los sitios con mucha gente.

—¿Tocas la guitarra? —pregunté mientras recorríamos la sala.

Mason sonrió de oreja a oreja a mi lado.

—Ya te había dicho que estuve a punto de convertirme en músico —contestó con un tono misterioso que no me pasó inadvertido, aunque fue casi imperceptible—. No nací en una familia de músicos, pero aprendí a tocar la guitarra a los diez años. Siempre... fue mi pasión. Por eso me fijé en un crucero donde me permitieran ingresar un instrumento.

Mason tomó asiento en una butaca de madera sobre la tarima.

Yo dejé de merodear y me senté junto a él.

—Mi hermano Michael siempre me dijo que tenía que convertirme en cantante, aunque creo que ya es demasiado tarde —susurró antes de entornar ligeramente los ojos y mirarme de una manera que me hizo estremecer—. Supongo que nunca la habrás escuchado, pero esta es una de mis canciones favoritas en español (también refleja mi infancia, pues mi abuelo paterno era fanático de esta música): Déjame conocerte de José José. Un cantante mexicano.

Entonces, sus dedos acariciaron las cuerdas de la guitarra y la melodía comenzó a inundar cada rincón de la sala. En apenas segundos, olvidé todo lo demás: si era Leah o Mi Suk, si esto era lo correcto o un error. Mason y aquella canción melancólica y armoniosa inundaron mis sentidos por completo.




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