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Capítulo 17

 

MARLON

 

—Eso fue... bastante inspirador.

Sus ojos verdes relucían con admiración.

También me percaté del sonrojo en sus mejillas.

—Me alegra que te haya gustado —dije antes de levantarme; ella ya lo había hecho—. La verdad es que... siento que mi conexión con la música está regresando. Creí que la había perdido del todo.

Estaba siendo sincero.

Leah apenas me llegaba al hombro, por lo que tenía que inclinar el mentón para observarla a los ojos y, por el contrario, ella tenía que elevarlo. La piel blanca de su cuello contrastaba con su cabello azabache, y lucía tan suave y cremosa que tuve que contener las ganas que me afloraron de acariciarle. Cada día que pasaba era más difícil reprimir mis ansiosos impulsos. Era como ir en contra de una corriente salvaje.

—Estar a bordo en un crucero como este seguramente debe contribuir bastante... —opinó Leah con la voz frágil, casi temblorosa. Su mirada estaba fija en mí, y algo en sus ojos me lo dijo: ella estaba sintiendo lo mismo que yo.

Y también se contenía.

—Bueno, si soy más específico... —susurré a la vez que alcé la mano y me atreví a tomar un mechón de su cabello entre mis dedos para acomodarlo detrás de una de sus orejas—, creo que solo una persona está contribuyendo a esto.

Sus ojos siguieron el movimiento de mi mano y luego yo puse mi atención en sus labios entreabiertos. Su respiración acompasada se aceleró un poco, pero, justo cuando creí que se apartaría, se quedó quieta.

—Mason, yo...

Se relamió los labios.

Y eso bastó para que lo decidiera.

Iba a besarla.

—¿Qué están haciendo? —la pregunta en inglés de una voz muy aguda a nuestras espaldas nos sorprendió a ambos. Como un rayo, desapareció nuestro íntimo momento.

Leah se apartó de manera abrupta.

A menos de dos metros, una niña rubia de unos ocho años nos miraba con interrogación y curiosidad. Leah tomó una bocanada de aire. Se notaba un tanto desorbitada, pero no tanto como yo. Mi corazón seguía precipitado en mi pecho.

Me aclaré la garganta.

—No hablan inglés, ¿verdad?

Leah contuvo la risa a mi lado.

Sabía que estaba entendiendo.

—¡Sarah! —el grito de una mujer joven resonó en la sala cuando entró—. ¿Por qué desapareciste de mi vista sin avisarme?

Una rubia de ojos color miel apenas reparó en nosotros cuando se acercó a su hija y la tomó de la mano para llevársela. Sin embargo, la niña se escurrió de su agarre y echó a correr entre risas. La madre, después de disculparse con torpeza, salió detrás.

—Esa niña pensaría que somos tontos —dijo Leah.

Su voz contuvo un tono normal y hasta gracioso, como si el minuto anterior no hubiera sucedido, aunque yo aún seguía absorto en aquellas sensaciones. Casi pude sentirme como un tonto, sin saber qué decir o hacer.

—Sí, supongo —mi voz fue un eco.

—Creo que necesito darme un baño... —informó Leah.

Quise atrapar su mirada, pero ella la desvió. Ninguno mencionó nada de lo ocurrido, así que no sabía si algo había cambiado o no. Solo esperaba que no hubiera ido demasiado lejos y entonces ella decidiera ignorarme por el resto del crucero.

Luego, salió de la sala. 

 

 

* * *

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