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Capítulo 18

 

MI SUK

 

El quinto día del viaje en el crucero estaba por terminar.

Y no me había vuelto a cruzar con Mason desde la mañana del día anterior. No estaba tratando de evitarlo, pero... tampoco estaba segura de que quería seguir con esta especie de compañerismo. Después de lo sucedido en el último encuentro, una avalancha de preguntas y dudas no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.

Lo que había sentido... me asustó.

Algo desconocido y poco apacible.

¿Por qué se me aceleraba el corazón de tan solo pensar en lo que estuvo a punto de ocurrir? ¿Y por qué una parte de mí había ansiado tanto que pasara? No quería admitir lo que estaba enfrente de mis ojos.

Mason me atraía demasiado.

Pero eso no me provocaba ninguna alegría, solo tristeza y miedo. Apenas habían pasado pocos días, incluso podía estar fingiendo todo su interés por mí, y es que no tenía ninguna experiencia sobre las relaciones del mundo real. Estaba en un terreno desconocido. Tal vez, Mason solo deseaba divertirse y tontear un poco durante este crucero...

Sería algo normal y hasta predecible.

Sin embargo, a pesar de que aquella suposición era muy probable, una parte de mí quería arriesgarse a intentarlo, sin importar cómo terminara; después de todo, mi decisión sobre el destino de mi existencia ya estaba tomada y nada la cambiaría. Tampoco volvería a verlo. ¿Qué más daba si Mason fingía o no?

Además, yo no era Leah...

Tal vez tenía que dejar de pensarlo tanto.

Y dejar que sucediera lo que nunca volvería a vivir.

──── ∗ ⋅✧⋅ ∗ ────

La noche se derramaba calmada y silenciosa sobre el océano Atlántico. El firmamento estaba apenas salpicado de estrellas, pero las luces del navío eran suficientes para alumbrar aquellas penumbras. Debido al frío y a lo cerca que estaba de la barandilla de la proa, tenía las manos metidas en los bolsillos del abrigo. También tenía puestos los audífonos, pero, como casi siempre, no escuchaba nada.

Solo estaba allí, en silencio.

Mi atención permanecía clavada en las aguas oscuras que arrullaban el barco en un vaivén eterno. Mientras tanto, solo podía pensar en unos ojos pardos, y en lo que pasaría el próximo once de octubre.

—¿Alguna vez has sentido que tu vida está en pausa?

La voz de Mason me hizo estremecer.

Me coloqué los audífonos de casco alrededor del cuello y volteé a mirarlo. Estaba abrigado con una chaqueta de cuero y usaba pantalones oscuros. Por supuesto, lucía tan atractivo que tuve que apartar la mirada para pensar con claridad.

—Sentirse así resulta agotador... —continuó con la voz aterciopelada—. Hasta que, a veces, eso cambia cuando menos lo esperas y te estrellas de manera repentina.

Hablaba con metáforas, pero entendía lo que quería decir. Tenía ganas de decirle que sí, que mi vida también estaba en pausa, y que aún lo estaba. Y que, al igual que él, también me había estrellado contra unos ojos pardos, pero... no quería descubrirme ante alguien que, ante todo, no conocía. No éramos aún más que un par de extraños.

—Si no te molesta, creo que necesito hablarlo.

—Puedo escucharte —logré articular.

De reojo, noté su profunda atención sobre las interminables aguas. El frío nos envolvía; empero, un intenso calor conectaba nuestros cuerpos. Era difícil describir la calidez que desprendía en el ambiente su sencilla existencia. Hasta... podía respirarla.

—Nunca imaginé la vida sin mi hermano. Nuestros sueños eran el espejo del otro, así que... cuando Michael murió, el mío dejó de sentirse vivo y pasó a ser tan solo un espejismo —su voz fue lejana y grave—. El golpe fue tan duro para mí que me prometí una cosa desde entonces.

No me quedó duda.

En este instante, Mason no fingía.

Porque podía sentir la tristeza de los demás; sobre todo, cuando era real y profunda como una laguna. Y, aunque luché por resistirlo, mis ojos se crisparon. Después de todo, era un consuelo saber que no era la única persona que sufría en el mundo, pero no me hizo feliz saber que él también se sintiera así.

—Cuando lo vi allí, en ese ataúd, prometí no volver a sufrir de esa manera por nadie. Así que, aunque mi vida suele ser vertiginosa, soy como un cascarón andante desde hace más de dos años. El fuego dejó de sentirse como el propio.

Su voz tomó un deje apasionante.

—Leah, el que me haya acercado a ti, de esta forma, no es habitual... —confesó Mason al mismo tiempo que un escalofrío me recorrió despacio en toda la línea de la espalda—. En mi mundo, esto es justo lo que evito a toda costa. Yo... trato de ya no soñar con el futuro ni con las conexiones humanas. Al menos no con las que son reales.

Esas palabras resonaron en mi corazón.

Por una razón: yo no tenía futuro.

—Pero entonces vi a una chica con audífonos blancos en aquel mirador de Lisboa, y la idea de pronto no me pareció tan terrible...




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