MARLON
Aquella noche nos conocimos un poco más.
Las sombras se desnudaron.
El fuego se removió.
Le hablé sobre Michael, Terry y mis padres. Me sentí mal por mentirle en ciertos aspectos, como que estudiaba en la universidad y llevaba una vida tan normal como la de cualquier otro joven, pero... esto ya había avanzado demasiado. Y si de repente se lo revelaba, sin tapujo, tenía miedo de su posible reacción: por lo que entonces yo representaría para ella, por la mentira, por la insensibilidad. No quería arriesgarme a perderla.
Aun así, sabía que tendría que hacerlo, y pronto.
No podría fingir durante mucho más tiempo.
Por otro lado, Leah me confesó cosas importantes sobre la muerte de su madre y lo que ella tuvo que enfrentar después, también sobre su infancia y los miembros de su familia que, aunque percibí que no mantenía tan buena relación con ellos, me tranquilizó saber que al menos los tenía en su vida.
No estaba sola.
Y eso bastaba.
—Mis padres nunca estuvieron juntos, solo tuvieron una relación fugaz en la que yo fui el resultado... —relató mientras caminábamos por los corredores del buque, después de aquella cena tan única y especial—. Cuando mi padre se enteró de lo que padecía mi madre, por supuesto, no dudó en hacerse cargo de mí; y bueno, a pesar de que nunca lo frecuenté mucho a él y a su familia, todos... me recibieron de buena manera. Han podido quererme, como yo a ellos.
—Me tranquiliza saber eso.
Y lo hacía realmente.
Con aquella tristeza que habitaba en su alrededor, como un respiro, me asustaba la posibilidad de que estuviera absolutamente sola, sin nadie que estuviera para ella; cuando estuviéramos a miles de kilómetros de distancia, estar seguro de lo contrario me tranquilizaría. Incluso si no volvía a verla, yo estaría pensando en ella.
Leah esbozó una frágil sonrisa.
—Perdí a mi madre, pero tengo una familia que me quiere... —dijo con voz muy baja cuando nos detuvimos frente a la puerta de su camarote—. Supongo que, en ese sentido, soy muy afortunada.
Le creí, pero algo en su mirada me preocupó.
¿Leah estaba soportando las ganas de llorar?
Sin pensarlo mucho, tomé una de sus manos. Su contacto fue gélido contra mi piel cálida, aunque no fue eso lo que me hizo estremecer. Sus labios entreabiertos y sus ojos ansiosos llenaron por completo mi campo de visión. Al mismo tiempo, un deseo apabullante de protegerla me inundó. No sabía de quién o qué, pero de cualquier cosa que pudiera dañarla... De pronto, pensar que en tan solo cuatro días estaríamos llegando al puerto de Fort Lauderdale, me provocó una ansiedad perturbadora.
—Aunque sé que no estás sola, si algún día llegaras a necesitarme... —comencé a decir con cierta inquietud—, solo tendrías que decírmelo y yo tomaría el primer vuelo que encuentre para Seúl. No lo olvides, Leah. Ahora, también me tienes a mí.
Ella bajó la mirada hacia nuestras manos unidas y soltó el agarre.
El vacío me inundó al instante.
—No lo olvidaré, Mason.
* * *
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