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Capítulo 46

MARLON

Son cuatro segundos.

Cuatro segundos producen un desencuentro.

En cuatro segundos pierdes el rastro de una persona.

El mundo siguió su curso natural; por supuesto, el mío no acabó aquella desolada tarde del veinticuatro de octubre. Tampoco terminó a las horas siguientes, cuando me hallé en una cama blanca con múltiples cables extraños conectados a mi cuerpo; mucho menos cuando Terry y mi familia entera (padres, primos y tíos) me abastecieron durante largos días de sonrisas esperanzadas y abrazos de amor incondicional hasta que me dieron de alta. Al parecer, había sido suerte que aquella camioneta (que iba a baja velocidad) no me hubiera matado y pasado por encima; pero, aun así, el accidente me había generado una conmoción cerebral, varias costillas rotas y heridas de menor gravedad en el resto del cuerpo. Sin embargo, con revisiones y tratamiento adecuado, claro estaba, lograría sanar por completo. Lo peor pasaría pronto.

Por otro lado, también pude enterarme de que gran parte de mi base de fans en Florida estuvo apoyándome en redes sociales e incluso afuera del hospital día tras día, con pancartas y múltiples regalos que Terry se encargó de recibir.

En suma, en el transcurso de aquellos días pude darme cuenta de lo afortunado que era, que no estaba solo, que... tenía gente que me amaba y se preocupaba por mí; empero, fue inevitable sentirme abandonado, turbado, ansioso... Luego de haber encontrado un oasis en medio de mi propio desierto, volvía a quedarme sin agua.

Y es que Leah nunca apareció.

Tampoco contestó al teléfono, porque... el número que ella misma había registrado en mi celular, era inexistente. Y, aunque estaba lleno de interrogantes y excesiva angustia por su paradero, no quise compartir ninguna información sobre su existencia con los demás; y es que, cualquiera que fuera la situación, lo más probable era que Leah ya hubiera regresado a Seúl, pues se había quedado esperando por mí y jamás me vio llegar. Lo comprobé cuando mandé a Terry a preguntar por mis pertenencias a aquella cafetería (sin darle más explicaciones) y él volvió con las únicas cosas que había dejado con Leah: una mochila de equipaje y mi guitarra negra.

Nada más que eso.

No mencionó ningún rastro de ella.

Leah ya no estaba en Miami.

Después de todo, ahora me daba cuenta, nunca le di mi número de celular. Tampoco mi dirección. Mucho menos mi nombre real. ¿Cómo era que iba a localizarme?

Tal vez... pensó conjeturas equivocadas.

Tal vez... creyó alguna cosa descabellada.

Era lo más lógico de pensar.

Y eso me estaba matando.

* * *

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