Capítulo 47

MI SUK

Seúl.

Tan igual y, a la vez, tan distinta.

La ciudad seguía tan apresurada como recordaba, pero, de alguna manera, ya no me sentía tan ajena. Ahora era consciente de las miradas furtivas que me ponían atención y de los detalles rutinarios que antes del viaje en el crucero transatlántico me hubieran pasado desapercibidos: como los anuncios llenos de color en cada fachada, el desgaste del asfalto, las luces de los autos y el incesante murmullo de voces en el viento.

No me sentía aletargada en un mundo aparte.

Era consciente de la vida a mi alrededor.

Quizás, por una sola razón.

Todos mis sentidos esperaban reconocerlo en alguna parte, en algún sitio al azar, aunque las probabilidades fueran casi nulas; después de todo, Mason no había llamado ni una sola vez desde aquel veinticuatro de octubre. Y conforme más pasaban los días, la esperanza más disminuía; además, el hecho de que él aún no se hubiera comunicado, ya era por sí mismo una respuesta. Sin embargo, aunque todo indicaba que Mason simplemente se había arrepentido, que tal vez había fingido aquella sensibilidad, no me sentí derrumbar en un vacío profundo. De alguna manera, un nuevo fuego me corría por las venas. Y no se trataba de uno cualquiera.

Sino de uno invencible, real y vivo.

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