Ese maldito encanto tuyo

31

El carruaje en el que iban Georgiana y Jena avanzaba con un suave traqueteo, y dentro, su pasajera iba con una sonrisa. Era consciente del riesgo tan grande que estaba tomando, pero le habían ganado las ganas de verlo, así fuera sólo por un momento.

Jena, por el contrario, la miraba acusadora. Si tan solo una pequeña cosa salía mal, lo pagarían caro.

Pero no había riesgo, estaba convencida Georgiana. Su disfraz era impecable, y más parecía alguna institutriz de poca monta que una señora. Pasaría como una solicitante de empleo en Avondale Hall.

Ya se dirigían al camino que llevaban a la mansión cuando Georgiana vio algo que le hizo alterarse un poco, y de inmediato golpeó el techo del carruaje pidiendo que se detuvieran.

—¿Qué pasa? —preguntó Jena sorprendida, y Georgiana cerró las cortinas del carruaje muy pálida.

—Acabo de ver… a Lady Philomena… en su carruaje… Va hacia Avondale Hall también.

Jena, con el ceño fruncido, retiró prudentemente la cortina y miró alrededor. El carruaje avanzaba directo a la mansión, y ese blasón, indiscutiblemente, era de los vizcondes de Wilford.

—Volvamos —ordenó Georgiana entre dientes, contrariada. Jena se sorprendió. Toda la travesura y picardía que había mostrado antes mientras la convencía de salir se había esfumado.

Le dio la orden al cochero y dieron la vuelta.

¿A qué venía?, se preguntaba Georgiana. No sabía acaso que presentarse en la casa de su sobrino haría que se extendiera a él la sombra del escándalo de su hijo? ¿Venía a pedir ayuda?

Esa señora no tenía límites, pensó recostándose en el asiento y dejando salir el aire. Dudaba que viniera por Adeline, pues, si acababa de llegar, era improbable que la noticia hubiese llegado a ella. Lo más probable es que viniera a pedirle a Nathaniel que abogara por su primo, que lo sacara de la miseria en el que él solito había caído.

Le ayudaría Nathaniel?

Eso no lo sabía. Desconocía cómo era la relación entre ellos.

Ah. Cuánto deseaba poder estar a su lado en este momento tan crucial. Lo de su hermana, lo de su primo, Nathaniel tenía mucho entre manos ahora, y, desafortunadamente, ella no podía ser de ayuda. Si también cometía la imprudencia de ir a su casa estando allí la vizcondesa, sólo le causaría más problemas y preocupaciones.

Algún día, se dijo. Respiró hondo y calmó sus nervios. Todavía debía hacer sacrificios para llegar al momento en que pudiera ser su apoyo y su consuelo.

Adeline recorrió los pasillos de Avondale Hall con una sonrisa en los ojos. Seguida por Nathaniel, se reencontraba con aquellos rincones donde alguna vez jugó o se escondió con su hermano, leyó libros o robó algún postre de los cocineros.

Si no fuera porque ya estaba seguro de que esta era en verdad su hermana, este hecho habría terminado de convencerlo. Las otras Adeline, al ver la riqueza de la mansión, sólo se asombraban pareciendo a la vez perdidas, pues, obviamente, no conocían el lugar.

—Recuperarás tu antigua habitación —le dijo Nathaniel, y Wilbur, ocultando su emoción por volver a ver a la señorita, asintió reafirmando esas palabras.

—Ya estamos acondicionando el lugar para su dueña.

—Oh, Señor Blake, no ha cambiado nada.

—He cambiado mucho, señorita… Me he hecho más viejo—. Adeline rio divertida.

—Sólo un poco —le consoló, y Nathaniel dejó a su hermana en manos del mayordomo y las criadas, que de inmediato se dedicaron a atenderla. Había enviado esa nota a Georgiana tan pronto llegado a Bath, por lo que ya debía haberla recibido.

Pidió un baño para sí y dio órdenes para la cena. El regreso de su hermana había que celebrarlo a lo grande, por lo que también debía organizar un baile.

Mientras se sumergía en el agua caliente y planeaba en su mente todo lo necesario para tal evento, llegó el mayordomo con un periódico en las manos. Su semblante no era nada agradable.

¿Qué tanto había avanzado el plan de Georgiana de provocar un escándalo de niveles descomunales en la ciudad?, se preguntó.

Al verlo, entendió la cara de su mayordomo.

—No parece muy sorprendido, señor —comentó Wilbur mirándolo de reojo. Nathaniel dejó a un lado el periódico y salió de la bañera. El agua aún estaba caliente, pero al parecer, no tendría tiempo de disfrutar muchos placeres en los siguientes días.

—Nos centraremos en el regreso de Adeline —dijo—. Llama a ese periodista y dile que le concederemos una entrevista exclusiva. Eso desviará la atención por un momento.

—Sí, señor.

—Prepararemos un baile y asistiremos a muchas fiestas de té. No tenemos nada que ocultar, y si mostramos la cara en sociedad, verán que Patrick Bergman no tiene nada que ver con nosotros.

Wilbur asintió, comprendiendo la estrategia de Nathaniel. Mostrar una cara valiente y mantener las apariencias sería crucial en los próximos días. Adeline necesitaría todo el apoyo posible para reintegrarse en la sociedad de Bath, y cualquier sombra de duda sobre su familia tendría que ser eliminada con rapidez y eficacia.

—¿La señorita… está preparada para todo eso?




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